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Gerardo Romano: “Yo fui militante antes de ser actor”

Gerardo Romano habla de “Un judío común y corriente”, el unipersonal que lo trae de regreso a Rosario, donde da vida a un escritor que recibe una invitación que lo enfrenta a su ideas y pensamientos. El reconocido artista atraviesa su cuarta temporada en la cartelera porteña.

Coherente y aguerrido, el actor Gerardo Romano, en casi cuatro décadas de carrera artística, atravesó grandes momentos. Particularmente, vive por estos días un presente en el que se hizo aún más visible su coherencia entre lo ético y lo estético, con sus feroces críticas al gobierno de Mauricio Macri y, entre otras, su toma de partido frente a los debates por la despenalización del aborto y los derechos de las mujeres.

En paralelo, disfruta de su trabajo en el elogiado unipersonal Un judío común y corriente, obra escrita por Charles Lewinsky que va por su cuarta temporada porteña, y que el próximo viernes lo trae de regreso a Rosario.
“Mi personaje es un judío ateo; de la mano de las religiones, la muerte ha estado siempre, más precisamente, la muerte encarada como sociedad o Estado, es decir como una práctica social genocida, como algo que no es propio de la modernidad, que va a contramano de la evolución de la humanidad, porque la religiosidad impulsa esta práctica; por cuestiones religiosas se han matado a millones de personas a lo largo de la historia”, sostuvo Romano en el marco de una larga charla con El Ciudadano, buscando abrir el juego acerca de este personaje. Se trata de un escritor que recibe la invitación de un profesor de Ciencias Sociales de una escuela secundaria, cuyos alumnos, luego de estudiar el nazismo, quieren conocer a un judío, lo que habilita que el protagonista pase revista a sus argumentos acerca de por qué no debe aceptar la invitación y cómo resulta para un judío la vida en un país cuya población vive bajo el peso psicológico de las consecuencias del nazismo.

Del cine al teatro

Al revés de lo que pasa habitualmente, el texto de Un judío común y corriente partió de una película. “Es una película de un prestigioso cineasta alemán que se llama Oliver Hirschbiegel y es asombroso como hemos podido adaptar esa película al formato teatral unipersonal, al monólogo, dado que en la película hay un montón de personajes. Acá tuvimos que buscar subterfugios que nos permitieran que de un modo interesante, coherente y plausible, alguien esté solo en escena y hable; es una situación que desafía la credibilidad, porque la gente no habla sola en su casa. En todo caso, estando solo en tu casa, te apretás un dedo y puteas para que quizás te escuche Dios…, si es que existe, porque tengo más pruebas de lo contrario”, sentenció con humor el actor.

Desafío en solitario

A unos cuantos años de su último paso por Rosario con una versión de Pirañas de David Mamet, el actor vuelve ahora con un unipersonal que se revela como un nuevo desafío en solitario, un formato en el que brilló con otros trabajos. “Este es mi cuarto unipersonal –recordó–, antes hice Sexo, droga y rock’n roll (Eric Bogosian), A corazón abierto (varios autores) y Padre nuestro; la verdad es que si no hubiera hecho esos unipersonales en el momento en que los hice, no podría a esta edad acometer Un judío común y corriente, porque tienen que conjugarse las coordenadas de un modo exacto en un punto en el cual uno tiene solidez, veteranía y la experiencia suficiente como para sentirse seguro y relajado arriba de un escenario y poder enfrentar esa responsabilidad de estar solo; cuando estás solo se potencian los peligros por esa escena, la más temida del actor, que es quedar en blanco frente a un océano. De todos modos, en aquellas obras había humor, varios personajes e interacción, y acá no, siempre es el mismo personaje a lo largo de una hora y media”.

Actor militante

Alejandro Guerrero.

En un momento del país en el que la complejidad socio-política, en particular la debacle económica, puso en evidencia a los artistas comprometidos con su tiempo, aquellos que, como Romano, han marcado una coherencia, se enfrentaron a cierto sector del colectivo de artistas acompañado por el establishment mediático, que buscan denostar la figura del “actor militante”, algo muy común en el resto del mundo, incluso en Hollywood. “Pasa que cuando expresás tus ideas acá, sos un «sucio kirchnerista»”, dijo Romano irónicamente. Y analizó: “Hay un sector de la sociedad al que le parece que está mal usar la notoriedad que otorga una actividad que se basa en la memoria colectiva, que pueda instalar algo que cuestione los intereses de ellos. Pero yo no conocí otra cosa, yo soy de la generación del 70, nací en la militancia, yo fui militante antes de ser actor; veía a los actores que militaban comprometidos, como Alfredo Alcón, Lautaro Murúa, Víctor Laplace, Norman Briski o Nacha Guevara y tantos otros, y vi La Patagonia Rebelde, y todas esas películas que acompañaron nuestro ingreso en la militancia, como La hora de los hornos; yo vi a esos actores, algunos que ya no están, y la sensación que tengo es que en el plano de la exposición pública, hay sectores que quieren menos discursos, algo más lavado. Muchos de los que nombré, padecieron exilios cuando vino la peor de las dictaduras, con el miedo y la angustia que implica el exilio, porque yo estuve autoexiliado y pude comprobar lo doloroso que es esto de no poder tener un encuentro válido en una sociedad ajena, echar raíces en otro país”.

También hay un sector de los artistas, “que son los más afortunados entre comillas”, aclaró. “Son los que tienen más éxitos –continuó–, a los que se le cierran menos puertas, son los que saben qué piedra hay que pisar para tener éxito, para seguir teniendo trabajo y no ser un marginado”. Y remató: “Esos ni militan, ni se comprometen, ni dicen lo que piensan, y se disfrazan de cierto progresismo porque queda bien; sin decirlo, estamos hablando de los hijos de puta, y hay que tener en cuenta que pueden ser de derecha o de izquierda”.

Romano nació en Buenos Aires en 1946, y antes de ser actor, fue abogado. “Como me hice actor de grande (debutó a finales de los años 70), no viví la dictadura siendo un actor famoso, eso quizás me salvó, porque de otro modo sería un desaparecido”.

Mujeres empoderadas

“Frente a este fenómeno mundial, se resignifica la frase de Marx: ahora sería, en lugar de proletarios, «mujeres del mundo uníos»”, dijo Romano, siempre recordado por su trabajo el Zona de riesgo, que marcó la tevé de los 90.
“En la marcha del día de la última votación en Senadores por la despenalización del aborto, no pude parar de llorar, porque tengo una hijita de 13 años, y en realidad descubrí cuál es el lugar de las mujeres y lo que pasa con las mujeres en esta sociedad patriarcal, a partir del nacimiento de mi hija, a partir del sentimiento paternal amoroso, descubrí semiológicamente y profundizando en el amor, cómo iban encontrando las mujeres esos lugares en la sociedad patriarcal. Y todo eso me resultaba de una emoción muy profunda porque es algo que además ha decantado en los últimos años muy aceleradamente. Afortunadamente siento que los chicos de ahora se dan cuenta y perciben todo, porque cuando les querés explicar algo conceptualmente, ellos ya lo tienen internalizado; me pasa de ponerme a hablar de algo con mi hija y me encuentro con que hay un conocimiento previo que yo ignoraba, eso es algo que me sorprende y me halaga mucho. Incluso como pasó en otros países, si aquí se plebiscitara la despenalización del aborto, ganaría el sí contundentemente. Lamentablemente vivimos un tiempo en el que acá no se plebiscita nada”.

Finamente, respecto del futuro de la ley, analizó: “Más allá de lo que pasó en Senadores, no se puede atrasar el reloj de la historia, el paso ya se dio, hay que seguir luchando y creo que de algún modo se definieron más los diferentes colores, porque quedó claro que hay gente que milita por el aborto clandestino en la Argentina, con todo lo que eso implica, es decir el homicidio de mujeres. Es un tema de tiempo sin dejar la lucha, no hay que perder de vista que desde el gobierno tiraron este tema como cortina de humo, y quedó en evidencia que todos ellos son antiabortistas. Fue una maniobra política ilusoria para generar gratuitamente un desvío de la atención frente a todo lo que está pasando”.

Momento crítico

“No tengo memoria de este contexto neoliberal, que implica la presencia de un dispositivo de poder que suma lo judicial, lo político y lo económico, y también lo militar y mediático, todo superpuesto –rememoró–. Cuando Perón hace en su momento un gobierno sumamente revolucionario, en su primer gobierno, tiene un enfrentamiento con cierto sector de la prensa y con la oligarquía. Ahora está la televisión, y el Grupo Clarín que acumuló un poder fenomenal, tienen todo; el poder lo tienen ellos, y si deciden suprimirte no tienen más que apretar un botón. Es muy difícil todo, porque la gente termina por convencerse de esa verdad mediática; es lo mismo que pasaba con la teoría goebbeliana”.

Cristina y Hebe

En el marco de la charla, también apareció la figura de Cristina Fernández de Kirchner, a quien el actor defiende con vehemencia. “Es en compensación frente a los sectores que la denostaron, incluso, disimulé aspectos críticos que no me importaba subrayar y la he defendido mucho siempre”, dijo. Y continuó: “En realidad, lo que me importa es lo otro, todo lo que se hizo. Hace más de veinte años, una vez, me llamó Hebe de Bonafini y me dijo «venite para acá y tráeme 300 pesos que no tengo para pagar la luz». Estaba en la Sede de las Madres de Plaza de Mayo de Hipólito Yrigoyen. Yo me llené de ilusión porque estaba con mi hijo que era muy chiquito, 6 o 7 años, y me lo llevé. Era un domingo, Hebe y yo solos…, para mí las Madres fueron las verdaderas artífices de la recuperación de la democracia, de poder arrancarle a la dictadura el estado de derecho”.

Personaje icónico

El actor, que por estos días brilla en El Marginal, recordó Zona de riesgo (1992), donde encarnó a un gay corrido del registro humorístico, paródico y dañino de la época. “Creo que un poco, el episodio gay de Zona de riesgo, fue como el episteme de lo que muchos años después fue el Matrimonio Igualitario. Por aquellos años, un cómico hacía un gay pero iba por otro lado, se mofaba y no reivindicaba nada; creo que fuimos, junto con el Tano Ranni, los primeros en la televisión que nos comportamos igual que una pareja heterosexual siendo dos hombres, poniendo en primer plano que se necesita amor, comprensión, y llegar a casa y darle un beso de amor, nada sórdido, algo naturalizado, relajado, que se tomen de la mano y miren televisión juntos, y también, que tengan la tutela jurídica y previsional que tienen los heterosexuales. Por suerte hay una nueva generación que tiene todos estos temas internalizados y que no necesita aclarar nada, incluso ni le encontrarían sentido a esta conversación”.

Para agendar

«Un judío común y corriente» se presentará este viernes 7, a partir de las 21.30, en el Teatro de la Plataforma Lavardén, de Sarmiento y Mendoza. Las entradas van de los 250 a los 450 pesos y se venden en la boletería de la sala.