Espectáculos

Qué vota "El Supremo"

“GH” y la nueva Argentina: la consagración de lo hegemónico y la idealización del silencio

Con más de cinco millones de votos, Marcos Ginocchio se alzó como el ganador de la última edición del reality. Joven, callado y esbelto es admirado por sus “grandes valores” por una sociedad que se parece cada vez más a la pantalla en la que se refleja


*Por Luciana Mangó – Daniela Barreiro

Marcos Ginocchio está arrodillado sobre su cama y llora con la cabeza gacha. Pasaron apenas unos minutos desde su consagración como ganador de Gran Hermano. “El supremo” público lo eligió este lunes con más de 5 millones de votos, luego de 5 meses en la casa “más famosa del país”. La elección del joven salteño de 22 años no sorprendió ni a propios ni a extraños, ya que hace tiempo se presentaba como el gran favorito de una edición que en el último mes tomó como palabras claves los valores, la familia, la religión y la no confrontación.

“¿Por qué sentís que la gente te eligió?”, le preguntaron a quien fue campeón nacional de Jiu Jitsu, el martes, cuando el debate del mismo reality contó con la presencia de los finalistas y el protagonismo del ganador. “No pensé que iba a ganar”, dijo Marcos desorientado. Apenas si entendió lo que estaba pasando. Su estrategia era pasar desapercibido para llegar a la final sin votos negativos, pero nunca pensó en sumar positivos. No contaba con un panel de expertos que le atribuyeron supuestos valores de moral y buenas costumbres, que vieron en su silencio el don de la tolerancia, la benevolencia y la calma que aspiran para la futura Argentina, en medio del armado de fórmulas para un año electoral. Porque quien piense que Gran Hermano es sólo una discusión banal sobre quién se terminó el papel higiénico no debe olvidar que hay un medio hegemónico con intereses políticos y económicos detrás de esa hermosa casa donde transcurre Gran Hermano.

“Alguien sencillo, siempre lejos de los conflictos”, afirma el graph en la pantalla de Telefé debajo de la cara del gran ganador, como si dar una opinión o pensar distinto fuera sinónimo de conflicto, en una idealización del silencio y la no participación. “Marcos es todo lo que está bien”, repiten los panelistas, pero no es perfecto. Contó que cuando era adolescente, a los 14 años, estuvo muy mal tras la separación de sus padres, lo que enseguida calificaron de depresión sin ningún tipo de diagnóstico, pero con la ambición de encontrar un costado lastimoso en su vida para humanizarlo y acercarlo al ideal de chico bueno y sufrido.

“Yo soy así”, dice Marcos y está bien que sea así. Las y los 18 participantes que estuvieron frente a las cámaras las 24 horas durante su estadía en la casa son como son, con defectos y virtudes, con distintas personalidades y experiencias. Desconocen qué de todo lo que hicieron o dijeron formó parte de la selección de la gran cantidad de guionistas que trabajan en el envío y que arman el relato que se construye alrededor de las imágenes para fomentar ciertos discursos afines a determinados intereses.

Los tres finalistas, Julieta, Nacho y Marcos, fueron “jóvenes, sanos y bellos. Una sociedad blanca y perfecta”, como escribió la periodista de espectáculos y panelista del show Laura Ubfal en Twitter, con supuesta ironía que generó una gran revuelo en las redes. Tienen cerca de 20 años, son rubios, de piel clara, con cuerpos delgados y castos. Ninguno tuvo relaciones sexuales dentro de la casa en la edición donde más parejas se formaron. Y pese a que el público alentaba la platónica pareja entre Marcos y Julieta, la tercera finalista, el supuesto romance ideal quedó en comentarios y memes de las redes sociales. En cambio, se valoró a la chica linda, fiel y enamorada de su novio fuera de la casa y el respeto que “El Primo” tuvo hacia una mujer comprometida.

Los participantes, según se destacaba, contaban con el apoyo de una familia “ejemplar”, aunque con algunas particularidades y diferencias: la de Nacho con dos papás y la más tradicional, la de Marcos, aunque fue cuestionada en las redes sociales por tener padres separados e hijos fuera del país. Todas, sin embargo, comparten la pertenencia a sectores económicamente acomodados y gozan de los beneficios que la sociedad le da a los cuerpos hegemónicos.

La final de este lunes estuvo en las antípodas de aquel inicio en octubre de 2022 cuando las y los participantes se “pegaban” a Thiago, el joven cartonero quien por entonces aparecía como el gran candidato por su origen humilde, pero que abandonó el certamen tras no lograr empatía con el público.

Una hipótesis sobre la elección del “supremo” es que quienes siguen el reality eligieron lo que muestran las redes sociales: figuras fitness y rostros como los filtros de Instagram o Tik Tok en una casa decorada que olía bien para destacar el auspicio de una marca de perfume en aerosol. Un “supremo” que hace no tantos años atrás votó a un presidente por ser parte de esa hegemonía y que aseguraba que quien tiene dinero no roba, mientras la derecha y el pensamiento libertario avanzan en la región con valores proclamados como una fórmula a respetar y el puntapié para apartar del camino y limitar derechos a quien no se ajuste.

“Querer crear” repitió Nacho Castañares, quien obtuvo el segundo puesto, como un mantra que suele olvidar que las oportunidades no son las mismas para todas las personas. Que no siempre quienes quieren, crean en una sociedad en la que el índice de pobreza es cercano al 40 por ciento y en la que la inflación deja cada vez más personas fuera del acceso a las necesidades básicas.

La foto de Marcos en llanto fue compartida y valorada por cientos de usuarios de Twitter que celebraron el triunfo. Aseguraban que “ganamos todos”. Se habló de valores, de esperanza, de una nueva Argentina: la que se identifica en la imagen de un chico llorando sobre la cama luego de ganar un reality, la que refleja a un pueblo arrodillado que llora y agacha la cabeza.

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