Mundial 2010. Sudáfrica. Argentina perdió en cuartos de final frente a Alemania. Me encontraba viviendo en España, más precisamente en Badajoz. Ese día me habían invitado a una despedida de solteros en una casa de fin de semana. La despedida era de los dos, decidieron hacerla así, con familiares y amigos: todos juntos a pasar el día en aquel lugar. La novia es la hija del que era en su momento segundo entrenador del Espanyol, conocido jugador de fútbol extremeño y popular director técnico de varios equipos ibéricos.
El caso es que estaba rodeada de gente que tiene una pasión especial por este deporte y lo vivía intensamente. Tanto hombres como mujeres. El festejo se frenó por 90 minutos. Todos los invitados se sentaron frente a un televisor pequeño que se encontraba en el living. La casa estaba preparada para eventos, con lo cual el espacio para mirar el partido era reducido. Se armó una especie de cine, pero con una pantalla pequeña.
Cabe aclarar que era la única argentina, pero no la única que hinchaba por la selección albiceleste. Yo me había puesto la camiseta y todo. Me había vestido para la ocasión. El resto de la gente estaba de mi lado, por ese lazo que nos une con los españoles. Ese lazo tácito, que hace que nos parezcamos en muchas cosas y seamos tan diferentes en otras. En el fútbol ellos son pasionales pero no fanáticos.
Era julio, allí hacía calor y yo me senté en la primera fila de ese cine improvisado. Alardeaba con Messi, Di María y con Maxi Rodríguez. Argentina perdió 4-0 ante el equipo alemán. Los goles me dolían, más por las burlas que tenía que aguantarme que por lo que realmente sucedía: nos íbamos a quedar afuera del Mundial.
Del equipo que dirigía Diego Maradona, recuerdo el sentimiento que aún quedó impregnado, haciendo ruido cada vez que vuelve aquel momento a mi mente. Acompañados de los sonidos de las vuvuzelas y del waka waka de Shakira.
Terminó el partido, todos acomodaron las sillas, fueron al jardín a seguir sirviéndose copas, tapas y jamón de bellota. A seguir disfrutando de la fiesta. Continuaron algunas opiniones, pero a diferencia de la cultura argentina el “tema” terminó pocos minutos después de que pite el árbitro el fin del partido.
Yo también callé, salí al jardín y me mimeticé con el entorno. Ese año España ganó el Mundial. Se escuchaban los gritos en cada casa: ¡Iniesta de mi vida! Y los suspiros del aquel beso entre Casillas (portero de la selección española) y Sara Carbonero (reportera y actual esposa del arquero). Al menos en ese rincón del suroeste europeo no se habló más de la actuación de Argentina en el Mundial 2010.