Por Paulo Menotti
El proyecto político, económico, social y cultural que triunfó el 24 de marzo de 1976 fue el que llevaron adelante parte importante de los más encumbrados empresarios. Le ganaron al poder que los trabajadores habían demostrado en jornadas como el Cordobazo. Para opacarlos impusieron un modelo que aniquiló a la industria e instaló en su lugar al poder de las finanzas pergeñado por los teóricos del neoliberalismo. A 30 años del retorno de la democracia, recién ahora se comienza a hablar de quienes dieron el último golpe de Estado y condicionaron a la Argentina a una economía que mostró su catástrofe más grande en 2001.
Saldando esa deuda con el sistema democrático, Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky dieron forma al libro Cuentas pendientes. Los cómplices económicos de la dictadura, en el que compilan una serie de trabajos que abordan todas las perspectivas de ese aspecto de la historia nacional. Uno de estos capítulos, “El poder económico industrial como promotor beneficiario del proyecto refundacional de la Argentina (1976-1983)”, fue realizado por el cientista social e investigador del Conicet, Martín Schorr, quien en una entrevista con El Ciudadano analizó la complicidad de algunos industriales con la dictadura, a la vez que reflexionó sobre cómo las políticas ideadas por Alfredo Martínez de Hoz y profundizadas por Domingo Cavallo, todavía afectan el día a día de los argentinos.
—¿Cuál fue la complicidad empresarial, o cómo aprovecharon los empresarios el golpe de Estado de 1976?
—Hay dos cosas. Primero, el poder económico en general, y el industrial en particular, colaboraron activamente con la dictadura en varios aspectos. En nutrir al proyecto económico que traía el golpe con cuadros. Martínez de Hoz es uno de muchos otros que venían de una experiencia previa en la dirección de empresas, junto a directores, síndicos, e incluso dueños o accionistas de muchas firmas que se vuelcan conducir el proceso económico de 1976. En segundo lugar, la complicidad empresaria directa de la represión en los lugares de trabajo. El caso de Acindar, de Ledesma, de Mercedes Benz, de Ford. En tercer lugar, la política económica que esos cuadros orgánicos de los sectores dominantes diseñan en la articulación con el capital financiero internacional, tiene a las empresas a las cuales pertenecían estos actores como a sus principales beneficiarios. La complicidad tiene que ver con aportar cuadros, aportar marco teórico, colaborar en la política represiva y ser los principales beneficiados de la política económica que ellos mismos diseñan.
—¿En qué cambió la industria con la dictadura militar?
—Lo que cambia es el tipo de industria y también su rol en la dinámica de acumulación de capital en la Argentina. A partir de la dictadura la industria deja de ser el sector que organiza el conjunto económico y social, como había sido entre más o menos 1930 y 1974 o 75. Ese lugar es ocupado por el sector financiero. De la dictadura en adelante va a salir un proceso de desindustrialización de larga data que va a durar casi hasta nuestros días y una desarticulación de la estructura productiva que va a pivotear sobre dos vértices. El primero es un proceso de reprimarización, un proceso por el cual la estructura industrial se termina de especializar sobre el procesamiento de materias primas, controladas por las empresas más favorecidas por las políticas económicas de la dictadura. Pero también, el desmantelamiento industrial de esos años hace que Argentina perdiera muchos eslabonamientos industriales que había construido durante el proceso de industrialización. La industria que sale de la dictadura es muy dependiente de las importaciones, o sea que para funcionar requiere divisas. Esas serán provistas por los grandes exportadores de materias primas que son la base social de la dictadura.
—¿Es posible hoy una Argentina industrial?
—Es posible y es necesaria. Por supuesto no volviendo al esquema industrial de la década del 40 y del 60 donde el mundo era otro y la Argentina también era otro país. Pero no casualmente todas las experiencias donde la Argentina tuvo crecimiento conducido por la industria, la participación del trabajo en el ingreso fue la más alta. Ahí hay un aspecto importante. Ahora bien, también hay que discutir y poner en debate la estructura industrial que nos quedó del neoliberalismo (menemismo) y de la dictadura como punto de inicio, qué tipo de industria porque no cualquier tipo tiene condiciones de posibilidad de sostenimiento en un planteo de desarrollo. También hay que discutir el tipo de país industrial que queremos. Hasta ahora, esto hay que reconocerlo, desde el 2002 hasta la fecha vuelven a aparecer como sector llamado a conducir el proceso económico, el industrial. Pero se discutió muy poco, y se hizo menos, cómo cambiar el tipo de estructura industrial que heredamos de la etapa 1976-2001. Avanzamos mucho en el discurso o en recuperar el rol de la industria como pivote necesario para crecer, pero hicimos muy poco en la política pública para cambiar el tipo de industria que tenemos.
—¿En qué rama industrial se podría profundizar?
—En todos los vectores y ramas hay cosas para aprovechar porque ir hacia la industria no quiere decir negar al sector agropecuario, pero sí hay que aprovechar los encadenamientos productivos y la generación de cierto entramado de valor agregado que tiene el sector agropecuario. Argentina tiene un potencial muy grande en la industria metalmecánica, un sector de bienes de capital en todo lo que es bienes ferroviarios y la estructura del transporte. En lo que tiene que ver con capacidades tecnológicas, ingeniería y desarrollo industrial ligado a la generación de energía por la vía hidroeléctrica. Hay distintos lugares desde los cuales partir con sectores que generan empleo calificado, que a su vez van a tener buenas remuneraciones y que están ligados a una dinámica de mercado interno, que también es importante desde el punto de vista de articular la distribución del ingreso con el crecimiento industrial.
—¿Cómo ve los problemas de la economía actuales, entre ellos, la inflación y la fuga de divisas?
—Uno de los aspectos críticos de esta etapa, de los últimos años, es que hubo muy poco o no hubo política industrial. La política energética fue, hasta la estatización de YPF, sostener la política central del menemismo, de los noventa. También se profundizó fuertemente el proceso de extranjerización. Ahí tenés, en buena medida explicada las restricciones externas porque el capital extranjero manda plata afuera todo el tiempo, y el propio crecimiento industrial y las demandas energéticas empezaron a generar un cuello de botella importante porque son muy importadores. Por otro lado, de la mano del proceso de concentración que se dio muy fuerte en estos últimos años, como profundización que se viene dando desde los noventa, comienza un proceso inflacionario que se desarrolla actualmente. En ese sentido, nosotros hicimos un trabajo donde se mide y se ve cómo una parte mayoritaria de aumento de precios en la industria en la última década es explicado por las empresas más concentradas. Por lo cual, todos esos procesos estructurales que en la última década no se corrigieron, hoy están detrás de la restricción externa y también de la cuestión inflacionaria.
Un trabajo para revelar lo que falta investigar
El libro El vuelo es un importante ejemplo que muestra que el periodismo de investigación se anticipó a los estudios académicos en reflejar los pormenores de la última dictadura cívico militar. Sin embargo, en esta oportunidad, ambos espacios parecen darse la mano y proponen una exploración sobre la participación de los empresarios y los grandes grupos económicos en el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. La apuesta incluye múltiples aportes y aproximaciones. Sus impulsores Verbitsky y Bohos-lavsky indagan en una reflexión del derecho internacional que une a los juicios hechos a los nazis en Nuremberg, con las acciones jurídicas emprendidas en Argentina. Siguiendo esa perspectiva y enmarcada en un plano teórico, Naomi Roht-Arriaza se pregunta por qué la vertiente económica estuvo ausente hasta ahora en las acusaciones. Mariana Heredia profundiza en las ideas económicas del régimen, y el ex canciller Jorge Taiana realiza una mirada en la geopolítica planteada por los militares y los apoyos que lograron en el exterior. En el capítulo dedicado a la macroeconomía de ese periodo, Eduardo Basualdo examina el nuevo patrón de acumulación generado por las tres fuerzas con el apoyo económico, a la vez que describe la desindustrialización y el ocaso del otrora fuerte poder de los trabajadores. Por su parte, Alfredo Calcagno analiza las finanzas públicas del gobierno de facto. La extraordinaria nómina de participantes y de temas es extensa, vale mencionar, más allá de soslayar alunos nombres también brillantes, a Victoria Basualdo, Héctor Recalde, Martín Schorr, Mario Rapoport, Alfredo Zaiat y Alejandra Dandan, entre otros.
Junto a los más pequeños
Invitado por Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios (Apyme), Martín Schorr, doctor en Ciencias Sociales e investigador del Conicet, presentó en Rosario La industria argentina en la última década ¿Desarrollo o crecimiento?, una conferencia en la que analizó los pormenores de la economía en la actualidad, apuntando a problemas como la industrialización posible para los pequeños emprendimientos, la inflación y la fuga de divisas. También abundó sobre aquellas pautas que tenderían a encontrar algunas soluciones para hacer fuerte la industria nacional.