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“Gran Hermano 2024”: una oda a la violencia en tiempos de líderes mesiánicos

El país, coptado desde el poder por los discursos odiantes, habla de Furia, la participante que con sus raptos exaltados dentro de la casa genera millones afuera y vuelve a poner en discusión qué están dispuestos a hacer por el rating

Gritar hasta que duela, gritar hasta incomodar, gritar como un acting del que se pierde el control y se termina yendo de las manos. Gritar e insultar porque “garpa”, gritar porque suma adeptos, porque genera empatía detrás de la falacia de una supuesta autenticidad u originalidad que se licúa. Gritar y odiar porque las redes gritan y odian, y eso es lo que va, eso es lo que está de regreso en la Argentina.

La presente edición de Gran Hermano, el exitoso reality de Telefé, otrora “canal de la familia”, que va por la segunda vuelta de esta última etapa que conduce Santiago del Moro, sigue sumando episodios marcados por gritos, insultos, descalificaciones varias y hasta empujones y amenazas, algunas peligrosas, todas fuera de lugar.

El clima de violencia en la casa de GH es cotidiano, todos hablan de eso, pero no hay sanciones porque lo que importa es el rating que, al mismo tiempo, comenzó a ser esquivo y ya está bastante lejos de aquellos 20 puntos de promedio de las primeras semanas, aunque todo se puede revertir con estrategias y dinero, porque lo que importa es el número que, obviamente, se traduce en miles de dólares, para una señal como Telefé que se encuentra dentro de la órbita de la multinacional Paramount+ que por estos días transita a nivel mundial una política de recortes presupuestarios.

La protagonista absoluta en medio de las diatribas que provoca el encierro habitual en GH es Furia, apodo con el que se la conoce a Juliana Scaglione, una doble de riesgo de 33 años que es un riesgo en sí misma, para sí y para terceros, en su desaforada performance y cuando ya hace tiempo que el personaje se fagocitó a la persona, incluso transitando una leucemia dentro de la casa, otra contradicción que pone en riesgo su salud aunque quizás sea eso lo que menos importe, sobre todo su salud mental que claramente está colapsada.   

Las redes sociales, los paneles de los programas de tevé propios y ajenos y hasta la gente en la calle hablan de la disruptiva Furia, que sin duda es la mujer del momento e incluso fuera ya de la casa hasta quizás se la vea intentando ocupar algún cargo en la política, porque para gritar está entrenada.

Si bien ella debió ser echada del juego por los sucesivos episodios violentos que la tienen como protagonista porque así lo indica el (cada vez más laxo) reglamento, sus furibundas reacciones sin contención, en particular algunas del fin de semana que coparon las redes sociales, sólo alcanzaron para que GH la sancionara sumándola a la placa de nominaciones de aquí en adelante, un hecho que para su fandom no hace más que fortalecerla y confirma que toda regla tiene su excepción: si suma, aunque lo que haga sea deplorable, no se la toca.

Furia fue sancionada por GH debido a sus reiteradas actitudes agresivas y violentas hacia sus compañeros, especialmente hacia Mauro, con quien tuvo un fugaz romance cuando éste ingresó a la casa, pero de repente se convirtió en su principal enemigo cuando él decidió ponerle fin a esa relación.

Los gritos y las amenazas a sus compañeros están a la orden del día incluso en algún momento obligaron a otra participante a abandonar el reality, y por estas horas, grupos de proteccionistas se muestran preocupados por un perro rescatado que fue ingresado a la casa y pasa sus días azorado por los gritos constantes y los arrebatos de violencia de esta mujer que están muy lejos del supuesto bienestar que necesitaba encontrar la mascota.

De todos modos, quizás no sea lo que pasa en la casa lo más peligroso porque en todo caso el monitoreo constante podría evitar que pase a mayores y haya que lamentar víctimas, sino lo que pasa afuera con un fandom igual de desaforado e incondicional que sigue a rajatabla los pedidos de la participante que va indicando a quién votar y así se fue quitando de encima a las y los participantes que en algún momento pudieron hacerle sombra o incomodarla.

Todo eso sucede más allá de que muchos de los entendidos en el reality sostengan que el reinado de Furia está en peligro y que “sólo se trata de un juego”, independientemente de que ese juego se haya convertido en un oscuro espejo de la realidad que transita el país.     

Ese afuera dispuesto a todo va muy en diálogo con los tiempos que corren, con el intento de volver a poner de moda problemas que se creían resueltos, donde la discriminación por el motivo que sea, y un modo de resolver conflictos a los gritos y con amenazas son la marca más tangible en este en tiempo de líderes mesiánicos, donde la violencia se volvió un recurso cotidiano, y donde la mentira y la estafa desacreditan cualquier posible rango de verdad.

De hecho, Furia es apenas el reflejo de un país (quizás un mundo) donde una gran mayoría, en algunos casos de un día para el otro, se olvidó de los derechos militados y adquiridos, y hasta se enojó tanto que no le importó ser víctima de sus propias acciones. Incluso se volvió tan necio que cree que el sufrimiento, el hambre, el malestar, el agachar la cabeza ante los gritos y las amenazas son algo necesario, cuando la luz al final del túnel no es ni siquiera una fantasía ensoñada, en un país que de «pobre» no tiene nada aunque sí las riquezas se las repartan entre pocos.

Por eso todo va un poco más allá de Furia que termina siendo una anécdota: GH es, como lo ha sido siempre, un reflejo de la sociedad que lo consume, donde el individualismo marca tendencia, donde nada es lo que parece, y donde la mentira es la verdad.

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