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Granos bajo el colchón

La preocupación de los productores agropecuarios por la marcha de la economía, con una inflación que oscila en el 40 por ciento anual, los lleva a retener los granos para utilizar como moneda de cambio ante cualquier contingencia financiera.

La preocupación de los productores agropecuarios por la marcha de la economía, con una inflación que oscila en el 40 por ciento anual, los lleva a retener los granos para utilizar como moneda de cambio ante cualquier contingencia financiera.

“La carencia de una moneda estable sin un valor de referencia para transar, junto con la alta inflación y el cepo cambiario, son un cimbronazo, todo el mundo se quiere cubrir y huyen del peso”, evaluó Alfredo Rodes, director Ejecutivo de Confederaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap) en diálogo con NA.

El dirigente sostuvo que “el Banco Central debería defender el valor de la moneda como es su función y objetivo”.

La reticencia de los chacareros a desprenderse de la cosecha se advierte al considerar que las exportaciones del sector fueron de sólo 997 millones de dólares en septiembre cuando para ese mes entre 2012 y 2013 estuvieron en 1.708 millones de dólares, según la Fundación Mediterránea.

Para Rodes está claro el problema de la cosecha gruesa que no se vende mientras se siembra la nueva 2014-2015: “El productor al no tener una unidad de valor en su moneda y ver dificultades en las transacciones tiene en claro que el grano retenido ya en épocas de hiperinflación le permitió hacer canje de insumos, flete fertilizantes, gasoil”.

“En una palabra: utiliza el grano como moneda y no lo transa en pesos; el proveedor de insumos tiene más opciones de canjear el dinero”, dijo.

El productor, por su parte, vende si tiene que pagar algo, si no prefiere quedarse con los granos. “En una palabra no especula con el precio del grano, sino que busca una salvaguarda por la carencia de valor que tiene el peso: prefiere quedarse con el grano y no con plata en el banco”, resaltó Rodes.

Los economistas de los Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA) difundieron la semana pasada un dato alarmante: para que los modelos productivos de la campaña 2014-2015 de soja sean rentables, el precio a cosecha debería subir 30 por ciento por lo menos, mientras la realidad es que el valor de la oleaginosa baja en Chicago y en la Argentina.

En tanto, los resultados económicos proyectados para la soja de la campaña actual no son alentadores ya que una combinación de factores –caída de precios internacionales, aumento de costos de producción en quintales y derechos de exportación– provoca que el cultivo sólo sea rentable en algunos departamentos del sur de Santa Fe cercanos a Rosario.

Rodes va más allá: “Hoy ningún cultivo tiene rentabilidad, pero como todas las variables están distorsionadas, el productor tiene la esperanza de que en la época de cosecha los números le cierren, (pero) esto no es una forma coherente de producir o de alentar el uso de más tecnología en el sector”, sostuvo.

Por ejemplo en Salta haría falta un rinde 70 por ciento superior al histórico para cubrir los costos de la soja en la presente campaña. Estos incluyen implantación, protección, cosecha y retribución por el uso de la tierra equivalente a un alquiler de mercado.

El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Etchevehere, manifestó en estos días que los productores le tienen más miedo a la inflación a que baje el precio del cereal o la oleaginosa.

La agroproducción, protestó, se maneja con un dólar agrario de aproximadamente 5,50 pesos para vender sus productos y un dólar que supera los 14 pesos para comprar sus insumos.

Al disertar en Ginebra (Suiza) en el Foro Público de la Organización Mundial de Comercio, en el marco de un debate por el Año Internacional de la Agricultura Familiar, también habló de inflación y puso como ejemplo a la Argentina, en la región.

“En mi país, la inflación este año rondará el 40% con un gobierno que la fomenta y vive su fin de ciclo encerrado en una burbuja desconociendo la gravedad de la situación a la que llevó a la economía”, sintetizó.

Aseguró que “la inflación, la presión impositiva, y la falta de seguridad jurídica terminan generando un clima de negocios tan hostil que desalienta cualquier inversión productiva”.

También destacó que esas condiciones económicas generan “desarraigo”, migraciones rurales internas a la ciudad que en general no son beneficiosas.

El antiguo boom de los commodities en la Argentina, precisó, como en muchos otros países de Latinoamérica, provocó el aumento del gasto público y ahora que los precios de los granos caen se advierten las malas consecuencias de no haber invertido por lo menos en infraestructura vial lo que resiente la competitividad.

Para el presidente de Maizar, Gastón Fernández Palma, el temor del corte de la cadena de pagos en el sector genera un clima de inestabilidad.

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