Cada vez más personas participan de las “gratiferias” en plazas y parques, donde es posible “ofrecer lo que ya no se usa y obtener lo que se necesita”, sin depender del dinero ni de la reciprocidad que demanda el trueque, según explicaron organizadores de la iniciativa que traspasó la frontera argentina y ya es éxito en España e Italia.
Por los puestos circulan juguetes, ropa, libros, CDs, casettes, vinilos, tecnología, herramientas, arte, máquinas, muebles y alimentos; y el ofrecimiento de servicios como cortes de pelo, masajes, clases, performances, conciertos, talleres, mesas informativas, proyecciones y shows, entre otras propuestas.
“La Gratiferia nació de la conciencia de un mundo que necesita minimizar el impacto ambiental, la demanda de manufacturación de productos y el volumen de la basura que generamos”, explicó a Télam uno de los fundadores en 1996 de la primera versión de las gratiferias, Ariel Rodríguez Bosio.
El joven, que es técnico ambiental, explicó que la experiencia de la Gratiferia –que hoy se multiplicó en miles de espacios, itinerantes y fijos, y hasta virtuales–, es un desafío a romper con la lógica de la economía tal como la conocemos, y que sólo se empieza a entender cuando se participa.
“Muchos nos preguntan cómo se hace para evitar que alguien vaya y se lleve todo. Nosotros les respondemos: que se lo lleve. Los objetos en la Gratiferia no pueden ser objeto de robo porque ya no son de nadie, son de propiedad común”, señaló Rodríguez Bosio.
El creador de la iniciativa junto a un grupo de amigos explicó que en esta iniciativa “cada quien se hace cargo del acarreo de los objetos que lleva a la Gratiferia; si nadie los toma, el que los ofreció debe volverse con ellos porque todo se hace en un clima de cooperación y en función del bien común”.
Por ese motivo, añadió, para objetos grandes como muebles se está utilizando cada vez más la opción virtual, informó. “Traé lo que quieras (o nada) y llevate lo que quieras (o nada)“, es el lema de la Gratiferia, dijo Rodríguez Bosio, que explicó que ese concepto no toma en cuenta “la reciprocidad propia del trueque” y por ese motivo no es un intercambio.
Lo que sí se promueve es el respeto por el otro, por eso en la página www.buenosaires.gratiferia.org se pide que si el objeto “está para arreglar, no está para la Gratiferia, está para arreglar; si está para lavar, no está para la Gratiferia, está para lavar; y si está para coser, no está para la Gratiferia, está para coser”.
Las gratiferias ya “empezaron a crecer y a circular libremente, atravesaron las fronteras de la Argentina y ya se ven en países como España e Italia”, contó el creador de la iniciativa, quien publica en la web las coordenadas de las que se harán en los próximos días, sólo con la idea de responder a quienes piden ese dato.
“La experiencia nos muestra que la gente por lo general se autoregula cuando se la invita a llevarse algo sin poner nada a cambio”, contó el fundador de la Gratiferia.
Según su parecer, “las personas no están acostumbradas a recibir semejante invitación y se muestran avergonzadas de no retribuir con algo lo que se llevan. Cuando les insistimos que pueden hacerlo, es común que vuelvan a la feria con alguna cosa para ofrecer”, sostuvo Rodríguez Bosio.
“Como el concepto de la Gratiferia nace con la idea de aportar a un mundo sin hambre, sin pobreza, sin excluidos, sin destrucción ambiental, pedimos que los alimentos compartidos en la Gratiferia sean veganos, es decir compasivos y sanos (de origen vegetal y no animal).
Las redes sociales dan cuenta del fenómeno que se realiza en distintos países de Latinoamérica y Europa. En la Ciudad de Buenos Aires, funcionan en la Plaza de los Periodistas, ubicada en Nazca y Neuquén, en el barrio porteño de Floresta. También hay una en Plaza Almagro, mientras que otras experiencias se replican en la localidad bonaerense de Morón, Zárate, San Fernando y González Catán, entre otros lugares.