En lo que sigue, como diría Fito Páez, “Rosario siempre estuvo cerca”. Promover la investigación aplicada entre los estudiantes pero, además, las preguntas sobre qué y para qué se investiga es un objetivo que, hace 13 años, se propuso el gremio de los docentes de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN). Desde entonces, Fagdut viene materializando esa voluntad en las Jornadas de Estudiantes Investigadores, por medio de las cuales, durante tres días cada dos años y rotando entre diferentes regionales, se convoca a jóvenes de todas las casas de altos estudios –públicas y privadas– para mostrar sus producciones e intercambiar experiencias. Una consigna sobresale: mirar hacia el propio entorno social para detectar sus problemas y contribuir a solucionarlos. Es una forma de devolver, a la comunidad toda, una fracción del aporte que hace para que un sector de la misma acceda a una formación técnica superior. La primera edición, allá por 1999, fue pionera en medio de un desierto de este tipo de iniciativas. Tanto aquella inaugural, como la última realizada entre el 5 y 7 de septiembre pasados, se desarrollaron en la ciudad. Donde, otra sorpresa, está la sede central de la representación gremial que aglutina a profesores de la UTN de todo el país.
“Tratamos de que los trabajos tengan que ver con esta pregunta: ¿Qué aporte le hago a la sociedad? ¿Inventar un material de construcción que mejora la calidad y baja los costos para construir viviendas sociales? Bien ¿Modificar una tecnología para resolverle el problema a chicos con una determinada discapacidad motriz? Bárbaro”. Así resume la idea el director del Instituto de Capacitación de la Fagdut, Eduardo Marostica.
Es que promover la investigación entre los estudiantes de carreras de ingeniería de todo el país es el objetivo de base, pero completa su sentido en el esfuerzo por despertar en los futuros profesionales la conciencia social, no siempre fomentada desde los claustros. “En las jornadas nos encontramos con los dos perfiles. Pero hay chicos muy comprometidos con el medio, que trabajan en cuestiones de calidad en el área de la ingeniería civil, movilizados por el auge de la construcción y la obra pública. Grupos que investigan sobre madera, hormigón, metales, lo que genera un intercambio con el medio”, ejemplifica Marostica, que no es ingeniero sino psicólogo.
Mala época
Las actividades arrancaron en 1999. Época emblemática, y difícil: auge de neoliberalismo en el país, fomento del éxito individual por sobre el bienestar colectivo, desmoronamiento del aparato productivo nacional, predominio de la economía financiera y especulativa sobre la “real”, la que produce los bienes y servicios y requiere de la ciencia y la tecnología. Las jornadas, entonces, pusieron un mojón en ese contexto.
La comunidad cercana
“Acá no hay rédito económico, sino social y emocional. A lo largo de las diferentes jornadas te encontrás con trabajos muy interesantes. Uno, por ejemplo, fue el cálculo de toda la biomasa producida por la localidad bonaerense de Azul para sondear la posibilidad de transformar esos residuos en energía. Otra investigación se hizo cargo de los problemas en otra localidad causados por las inundaciones, y se direccionó a la posibilidad de modificar la cría de ganado de extensiva a intensiva, con el necesario desarrollo de otra raza. Son laburos que tienen que ver con resolver problemas del contexto donde uno vive”, se enorgullece el promotor de las actividades desde la amplia sede nacional de Fagdut, en Zeballos al 1300, frente al edificio de la UTN regional Rosario. Marostica se entusiasma con el proyecto mientras, a un lado y otro de la calle, se suceden las exposiciones de los estudiantes.
Participación
“La investigación es acción participativa. No es estudiar de forma aséptica, sino hablar con la gente. Plantearse: tenemos un problema, lo reconocemos como tal, lo compartimos, lo identificamos. Y entonces ¿cómo lo podemos resolver? Ahí empezamos a investigar”, insiste en el concepto Marostica.
Al cabo de cada jornada –las primeras fueron anuales, y ahora se realizan cada dos años porque el ejemplo floreció y así se evitan superposiciones– cada estudiante que participa se lleva un DVD con las producciones de todos. Y se publican también en la página del proyecto: www.jei.org.ar. Una manera de conectarlos, de abrir la posibilidad de complementar investigaciones, de generar ideas. El gremio docente subsidia con pasajes y estadía a los jóvenes, hasta dos por grupo de investigación. No sólo de la UTN, sino de otras universidades públicas y hasta privadas que se sumaron desde el principio.
“El método científico te permite ponerle rigor a ciertos procedimientos. Qué hacés con eso depende de vos. En ingeniería lo que se pretende no es investigar por investigar, sino para aplicar, desarrollar. Es mejorar procesos, o resolver problemas a través de la tecnología y la innovación”, concluye Marostica.
Compartir, no ganar
Coherente con el espíritu del proyecto, en las jornadas no hay premios, sólo una selección previa en la que se privilegia el carácter social de las investigaciones. En todo caso, la recompensa es hacer visible el esfuerzo de cada grupo, y la puerta abierta para compartir experiencias y conocimientos con el resto. En definitiva: ganar prestigio en un registro diferente al que otorga la publicación de trabajos en revistas internacionales. Mostrar alternativas a las investigaciones direccionadas por financiamientos externos cuyo origen y propósitos muchas veces permanecen en las sombras. Y que sostienen líneas investigativas ajenas a las necesidades de la sociedad que, precisamente, forma a los ingenieros que las producen.
“Esta es la investigación que proponemos, comprometida. El investigador no tiene que estar en otro nivel, sino metido en su comunidad. De lo contrario no tiene sentido: las fábricas de papers no cambian el mundo”, sintetiza Marostica en medio de la 12ª edición de la propuesta.