Hace unos años, paranoia generalizada, hoy, sólo un mal recuerdo. El pánico que hace sólo tres años invadió a toda la comunidad fue mermando con el pasar de los años y el virus de la Gripe A, que se cobró un alto número de vidas, comenzó a ser desestimado por la población, conduciendo a una marcada disminución de los porcentajes de cobertura de vacunación en los grupos de riesgo. Este exceso de confianza llevó a que en Santa Fe vuelvan a lamentarse muertes a causa de infecciones por este agente, luego de dos años sin registrarse fallecimientos.
A mediados del 2009, arribó al país un extraño virus importado principalmente de México y Estados Unidos que desconcertó a las autoridades sanitarias, tanto del país como del mundo entero, provocando un estado de pánico en la sociedad.
Este extraño fenómeno comenzó a instalarse rápidamente en la opinión pública y a ser objeto de estudio de la comunidad científica, la cual arribó a una interesante conclusión.
A comienzos del siglo pasado, el virus de la gripe comenzó a propagarse alrededor del mundo y acabó por convertirse en uno de los más mortíferos de la historia, cobrándose al menos 50 millones de vidas en todo el planeta. Es por este motivo que los investigadores centraron su estudio en este histórico hecho y pudieron confirmar que los virus que causaron las pandemias de gripe de 1957, 1968 y 2009 fueron todos descendientes del virus de 1918. De este modo, se determinó que ese es el motivo por el cual las personas más jóvenes, que nunca habían estado en contacto con la primera forma del virus, fueron los más vulnerables a esta última infección.
Hacia finales de 2009, se registraron en Argentina -octavo país en reportar casos en el continente americano- alrededor de 12 mil casos, de los cuales más de 680 fueron fatales. Justamente Santa Fe, con foco en la ciudad de Rosario, fue una de de las más afectadas. El primer contagio se detectó a finales de mayo en la escuela Stella Maris de Fisherton, donde asistía una niña de cinco años que días atrás había contraído el virus en un viaje a Buenos Aires. A partir de entonces, comenzó a observarse una ola de contagios que derivó en que en el mes de octubre ya se habían registrado en la provincia 760 casos positivos y 86 muertes, la gran mayoría de ellos pertenecientes a los grupos de riesgo.
«En lo personal fue un momento muy estresante porque cuando uno trabaja con enfermedades ya conocidas todo es más sencillo. Pero cuando se está ante una situación inusual y que en ese marco ni siquiera tu referencia nacional o internacional tiene claro qué hacer, uno debe apelar a la lectura, al consenso, sentido común y a la experiencia personal», contó a El Ciudadano la directora de Promoción y Prevención de la Salud de Santa Fe, Andrea Uboldi.
En ese sentido consideró que la región se vio altamente favorecida por que tiempo antes se había registrado un alto pico de casos de dengue -enfermedad cuya sintomatología es muy similar a la de la gripe-, situación que les permitió tener capacidad operativa de diagnóstico y resultados instantáneamente.
«Sabíamos que cuando se presentan estas situaciones, la capacidad de respuesta de algunos laboratorios de referencia no es tan fuerte. Por eso, habíamos logrado tener capacidad operativa, no teniendo que aguardar a que lleguen los resultados de otro lugar, sino que los teníamos en el momento. En 48 horas teníamos diagnóstico de dengue. Hay que tener en cuenta que si uno manda los estudios a otro laboratorio los resultados pueden demorar entre cinco y siete días», explicó.
La funcionaria destacó que cuando comenzaron a registrarse los primeros casos se trabajaba mucho bajo los lineamientos de Nación. «Ellos nos pasaban los datos de los viajeros que arribaban a Ezeiza y que habían estado en lugares donde había circulación del virus. A partir de entonces, empezamos a ir casa por casa buscando los sintomáticos, dándoles recomendaciones e hisopando en el domicilio a aquellos que pudieran dar positivo», detalló.
Además, destacó que en ese momento «las dos mayores preocupaciones eran saber cuál era la tasa de ataque del virus y su perfil de mortalidad», determinando si esta última era igual o mayor en relación a la gripe tradicional.
Otro aspecto fundamental que contribuyó a controlar la situación fue que desde hace muchos años, incluso antes de la pandemia, se realizan en Santa Fe estudios en casos de gripe y virus respiratorios. Respecto a ello, contó que «lo único que hubo que hacer es poner a punto la técnica», pero que «ya estaba armada la red de laboratorio y se sabía cómo tomar muestras».
Esta compleja situación llevó a tomar drásticas decisiones, lo que simultáneamente condujo a que la problemática se convierta en una cuestión política, hasta el punto de costarle el cargo a la entonces ministra de Salud de la Nación, Graciela Ocaña. En referencia a ello, Uboldi opinó: «Me parece que hubo una falta de apoyo político hacia la ministra, algo que no ocurrió cuando asumió Manzur, quien tuvo todo el respaldo. No es que ella no estuviera capacitada».
«Recuerdo que se discutía mucho. En aquel entonces, a Santa Fe seguían poniéndola en fase de contención y yo fui a reclamar y notificar que nos corríamos de esa etapa porque como teníamos capacidad operativa la habíamos superado hacía rato. Es complicado cuando tenés que chocar con la gente que dicta cuáles son los lineamientos a seguir y que supuestamente es tu referencia», agregó.
Hacia fines de junio, el gobierno determinó el cierre de los establecimientos educativos para evitar que se continúe propagando la enfermedad al menos hasta el comienzo de la primavera, medida que involucró a más de 11 millones de estudiantes. Esta decisión encuentra fundamento en que la influenza se esparció con gran velocidad a lo largo de todo el territorio, siendo Rosario la ciudad con mayor mortalidad del país, con cinco muertes confirmadas.
La situación de alerta se mantuvo durante un largo tiempo, hasta que un año después -agosto de 2010- la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el fin de la pandemia A H1N1.
Pero en la actualidad el dato que provoca mayor preocupación es que, a diferencia de 2010 y 2011, volvieron a lamentarse muertes en la provincia a causa de infecciones de la influenza. Y en ese sentido, el responsable de la situación no ha sido otro que la propia sociedad: de los seis fallecidos en Santa Fe, sólo uno no pertenecía a los grupos de riesgo pero ninguno de ellos estaba vacunado. En relación con esto último, la especialista especificó que la cobertura de vacunación en años anteriores oscilaba entre el 87 y 95 por ciento, mientras que en el tiempo presente apenas se llega al 60 por ciento.
No obstante ello, año tras año los resultados son alentadores. En 2011 se registró un 14 por ciento menos de contagios que en el anterior año y en 2012 esas estadísticas fueron bajando considerablemente hasta alcanzar los 759 infectados (144 de ellos en Santa Fe) un número visiblemente alto aunque considerablemente bajo si se compara con los más de 12 mil registrados en 2009.
Toda experiencia, buena o mala, deja una enseñanza. A pesar de haberse registrado algunos casos fatales después de dos años sin lamentar muertes en la región, puede decirse que en la actualidad el virus de la Gripe A se encuentra bajo control. Claro está que pueden existir casos aislados, pero la idea es que éstos conserven su condición de inusuales y no que sean atribuibles a negligencia en las medidas de prevención a las que todo ser humano debe contribuir.