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Guarderías en las escuelas para apuntalar el derecho a estudiar

Mujeres que estudian en los Eempa son madres y se les dificulta la asistencia porque no tienen dónde dejar a sus hijos.

La realidad económica y política de nuestro país exige mayor capacitación para acceder a un puesto de trabajo. Una oferta que supera a la demanda laboral impulsa a los empresarios a tener cada vez más exigencias a la hora de contratar personal.

La certificación indispensable para acceder a cualquier empleo, aun los de baja calificación, es el secundario completo. Muchos jóvenes que han abandonado sus estudios por diversos motivos, principalmente económicos, son rehenes de estas decisiones al momento de buscar o mantener el empleo. Estos adolescentes necesitan en algún momento de sus vidas concluir esos estudios para seguir vinculados con el mundo laboral.

En este sentido, las Escuelas de Enseñanza Media Para Adultos (Eempa) se transforman en una salida posible, para lograr la certificación que acredite la finalización de los estudios secundarios. Si bien muchas veces el único motivo para terminar los estudios es la adquisición de competencias para el ingreso laboral, hay que destacar la formación integral, académica y social que brindan las escuelas para adultos.

Uno de los fenómenos producidos en los últimos años en esta modalidad es la baja en la edad de los alumnos que oscilan entre los 20 y 25 años. Históricamente, los Eempa eran escuelas que cursaban trabajadores mayores, que no habían concluidos sus estudios.

Hoy asisten mayormente jóvenes que necesitan acreditación para trabajar.

Un relevamiento da cuenta que más de la mitad de los alumnos de los Eempa son mujeres y un considerable número de ellas tienen hijos al momento de ingresar a la escuela para adultos. Si bien la mayoría son jóvenes que no sobrepasan los 21 años, muchos de ellos se inician a temprana edad en el “arte” de la maternidad y la paternidad.

Esta situación dificulta el cursado de clases, principalmente en las mujeres, debido a su rol doméstico y la necesidad de cuidar de sus hijos.

En este marco, una cantidad considerable de esas estudiantes deben abandonar nuevamente sus estudios por no tener con quién dejar a sus hijos. Muchas de estas jóvenes son sometidas a una doble exclusión, la primera cuando abandonaron sus estudios secundarios y la segunda frente a la imposibilidad de continuar su educación en la escuela para adultos por no tener con quién dejar a sus chicos, o por la imposibilidad económica para asistirse con una persona que los pueda cuidar.

Esto reactiva un debate abierto hace mucho tiempo, tanto en el nivel medio como en la educación para adultos, acerca de la posibilidad de que el Estado genere las condiciones necesarias para que funcionen espacios para el cuidado de los hijos de los estudiantes mientras están en clases.

Si bien hay experiencias en nuestro país de escuelas públicas secundarias y nocturnas que han incorporado guardería para atender a los niños mientras sus padres cursan, no hay una política de Estado que garantice la creación de estos espacios lúdicos, de contención y de aprendizaje. En nuestra provincia, no se ha avanzado con la instalación de guarderías en instituciones públicas que garanticen el derecho a continuar los estudios de las y los jóvenes padres.

El fenómeno de los embarazos adolescentes y el abandono escolar vinculado con ellos, han llevado a que los proyectos de guardería queden encuadrados principalmente al nivel secundario. Sin embargo, la realidad de los Eempa con alumnos cada vez más jóvenes que necesitan terminar con sus estudios, demuestra que el problema se ha corrido.

La mitad de los estudiantes que cursan en el nivel para adultos, tienen entre 17 y 21 años (aunque la ley hable de mayores de 18) Esta tendencia se ha mantenido los últimos años, al igual que la “feminización” de la matrícula (mayor cantidad de mujeres) y seduce a los jóvenes por permitir cursar dos años en un mismo período lectivo, lo que acorta a la mitad la anualidad pedagógica del nivel medio.

Muchas de las jóvenes que cursan los Eempa son las que han tenido que abandonar sus estudios por maternidad e intentan retomar su cursado en estas escuelas. La realidad es que la mayoría tiene hijos bajo su cuidado que en determinadas circunstancias se pueden convertir en una nueva problemática que les impide continuar estudiando.

El Concejo Municipal de Rosario aprobó el jueves pasado un decreto del concejal Jorge Boasso por el cual se le solicita al Departamento Ejecutivo realizar gestiones ante el Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe con el objetivo de incorporar en las escuelas medias para adultos espacios de recreación cuidados y aprendizajes para los hijos de los alumnos que estén cursando esa modalidad. En tal sentido, se establece garantizar no sólo los espacios físicos, sino también la capacitación del personal para tal fin.

Entre las consideraciones, el proyecto señala la necesidad de generar espacios que “garanticen el cuidado de los hijos de los estudiantes que no tienen posibilidades económicas de afrontar el gasto, que asegure el cuidado de sus hijos o una persona de confianza con quien deba dejarlo”.

En el mes de mayo, el consejo directivo de la Facultad de Ciencias Políticas aprobó un proyecto que crea una guardería infantil en la Siberia, para que los hijos de los estudiantes puedan estar contenidos mientras sus padres cursan. La idea es que los alumnos de las distintas facultades que integran el complejo de la llamada Siberia no pierdan la regularidad. La propuesta también alcanza a los hijos de los docentes y de los no docentes.

Sin embargo, hay que destacar que la experiencia de Ciencias Económicas aún no se llevó a la práctica por falta de financiación por parte de la Universidad y el proyecto del Concejo de Rosario es sólo la gestión del Ejecutivo Municipal frente al Ministerio de Educación, que en definitiva es el que puede concretar la instalación de guarderías en escuelas.

La problemática es importante. En la Argentina, 6 de cada 10 adolescentes de 15 a 17 años embarazadas o con al menos un hijo no asisten a la escuela, según datos de la Encuesta sobre Condiciones de Vida de Niñez y Adolescencia (Ecovna), y el principal motivo de abandono es el embarazo. Muchas de ellas intentarán continuar sus estudios en la educación para adultos con el agravante de que la causa del abandono de origen continúa, solo que ahora su hijo está en edad preescolar.

Para estas jóvenes estudiantes, la posibilidad de una guardería es fundamental porque necesitan tener asegurado el cuidado de sus hijos para continuar con estudios que le garantizarán, entre otras cosas, un trabajo de mejor calidad.

El agravante es que estas jóvenes son de sectores vulnerables. Un estudio sobre 500 mujeres de sectores populares realizado por la socióloga Cecilia López Chapato dio como resultado que “el 80 por ciento eran jóvenes con, por lo menos, un hijo que habían dejado la escuela cuando se embarazaron”. Seguramente, esas mujeres buscarán por necesidad laboral, cultural o social una segunda oportunidad que la involucre nuevamente con la educación, sería una oportunidad para que el Estado pueda garantizar la continuidad de sus estudios, no sólo con calidad educativa sino también con inclusión. En este caso, con la seguridad de que los hijos de estos estudiantes estén contenidos mientras sus padres culminan sus estudios.

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