Por: Ulises Román Rodríguez
En la localidad de El Corte, provincia de Tucumán, Rocío junta su botella de plástico número 300 del día y lo celebra con cortito de puño cerrado; en el Delta del Tigre, David rescata dos tachos de pintura del fondo del río que se convertirán en un remo; en un arroyo cercano al barrio platense El Retiro, Mateo descubre que en esas aguas -en las que muchos vecinos tiran basura- hay ranas; del otro lado del mundo, en Locarno, Suiza, Daniele y Fausta reescriben el guión de un documental sobre la deforestación del Chaco paraguayo.
Casi nadie los ve, pocos saben de su existencia y nunca serán protagonistas de grandes titulares de noticias. Sin embargo, sus acciones son fundamentales para el cuidado del medio ambiente. El compromiso de estos colectivos integrados por vecinos, estudiantes, científicos, cooperativistas y artistas no tiene un precio aunque, en algún sentido, la sociedad está en deuda con estos guardianes silenciosos del planeta.
La Brigada Ecológica
Hasta hace unos años, el Frigorífico Industrial del Norte era lo que identificaba a la localidad de El Corte, distante 7 kilómetros de San Miguel de Tucumán. Desde el 2018, las chicas y chicos del colegio secundario con su proyecto Reciclando Vida son los que acaparan la atención de la zona.
Lo que empezó como una idea del profesor de educación física, Sebastián Rodríguez, se convirtió en un récord para una escuela de Latinoamérica. “Los recicladores buscan aluminio, papeles y cartones para vender pero las botellas nadie las compra en la provincia de Tucumán. Así que comenzamos juntando en las casas de cada alumna y alumno, después fuimos involucrando a los vecinos hasta que ayer superamos el millón y medio de botellas desde que empezamos”.
La Brigada Ecológica está formada por unos 60 chicos y chicas, mayores de 16 años, que de manera voluntaria juntan las botellas de sus casas, de parientes y de vecinos. “Como sucedió este miércoles, hacemos un encuentro de recolección para que sean compactadas y trasladadas a Buenos Aires y finalmente a China”, explica el profesor a elDiarioAR.
Esas botellas rescatadas de un pequeño pueblo tucumano se transformarán -en su mayor parte- en ropa ya que -como remarca Rodríguez- “la tela polar es 100 por ciento plástico y las camisetas de fútbol con licencia FIFA están hechas con un 98 por ciento de plástico”.
La tarea de los y las alumnas de El Corte no termina en su localidad sino que han visitado escuelas de Salta y Santiago del Estero compartiendo su experiencia y el proyecto de Reciclando Vida fue tomado por colegios de Chile, España, Brasil y Greenpeace de Ecuador.
En el año 2019 la Brigada Ecológica fue premiada con un viaje a Bariloche al ganar el Challenge Verde. Ese mismo año el grupo viajó a Mar Chiquita -donde muchos chicos y chicas conocieron el mar- participaron de intercambios con Escuelas Eco Sustentables del país y fueron protagonistas de un capítulo del ciclo documental Elemento Vital que se emite en varios países de Latinoamérica.
La llamada
Durante el Imperio Romano el sonido de las trompetas llamaba a los gladiadores al combate. Ese ritual sonoro inspiró a un grupo de vecinos del Delta de Tigre a bautizar “La llamada” a la cooperativa sustentable que fundaron para preservar el ecosistema.
Todo comenzó cuando una tarde, a principios de 2020, David Wasinger estaba contemplando el río y entre las aguas veía bolsas, latas, maderas, botellas y hasta ruedas de autos que pasaban flotando. “Tenemos que hacer algo porque así el Delta no va a aguantar”, pensó para sus adentros.
Al día siguiente salió a recorrer parte de la Sección 1 con un bote prestado y lo llenó de basura. “La repetición de la tarea motivó a otros vecinos que se fueron sumando y hoy somos 9 personas que fundamos una cooperativa cultural sustentable que aún no cuenta con marco legal pero que luchamos por generar conciencia del ambiente en el que habitamos”, dice David a elDiarioAR.
Todos los fines de semana “La llamada” realiza limpieza de muelles, canales y espacios públicos con la ayuda de vecines que apoyan la iniciativa. Maderas, chapas y plásticos que aún pueden ser reutilizados se convierten en cestos de basura, remos, carteles, macetas o instrumentos musicales.
Entre los proyectos de “La llamada” figura la agroecología, la bioconstrucción y la permacultura. “Tenemos una huerta orgánica y ni bien salgamos de esta pandemia daremos un taller que estaba pensado para este año pero lo suspendimos”, cuenta Wasinger. “También estamos trabajando para ofrecer visitas turísticas sustentables en kayak. Es una zona con mucho por descubrir pero con una problemática ambiental en la que hay que trabajar”.
El sueño de los integrantes de “La llamada” es “generar una red en el Delta que nos haga tomar real conciencia del cuidado del agua, de los humedales, de no arrojar basura, de reciclar y de trabajar la tierra sintiéndonos parte y no dueños de ella”.
Exploracuáticxs
Con botas de goma y un colador de fideos atado a un palo de escoba Mateo mete los pies en el agua del arroyo que pasa frente a su casa para “buscar vida”. Desde que son exploracuáticxs, Mateo y otros chicos y chicas del barrio ya no ven al arroyo como un juntadero de basura sino como el hábitat natural de las miles de especies que lo habitan.
Mateo vive en el Nuevo Mercadito, entre el Mercado Regional de La Plata y las vías del tren. Un barrio creado para trasladar a las familias que vivían en una zona inundable, cercano al arroyo El Gato.
El arroyo cobró otro sentido para los chicos y chicas del Nuevo Mercadito y El Retiro desde que el proyecto Exploracuáticxs, dependiente del Instituto de Limnología de la Plata (ILPLA), CONICET y la Facultad de Ciencias Naturales de la UNLP, llegó a sus barrio con lupas, microscopios y juegos didácticos en el 2015.
“Nuestro objetivo es acercar un saber diferente acerca del ambiente acuático, intercambiando perspectivas y conocimientos desde un enfoque interactivo, lúdico y artístico”, dice a elDiarioAr el doctor en Ciencias Naturales y biólogo Javier De Souza, director de Exploracuáticxs.
La licenciada en Biología (orientación Ecología) e integrante de Exploracuáticxs, Rocío Pazos, dice que “la idea es que los chicos se familiaricen con estos ambientes que tienen en su barrio, que lo cuiden, que sepan lo que hay. Nos pasó en El Retiro que los chicos pasaron de llamar ‘el zanjón’ a decir arroyo y ahora saben que allí hay vida y lo valoran. Además son promotores del cuidado de ese ambiente”.
Un poco jugando y otro poco trabajando los Exploracuaticxs organizan también jornadas de limpieza de los arroyos. Allí no participan todos los chicos y chicas pero lo hacen sus padres o hermanos mayores incentivados por la tarea concientizadora de sus hijos.
Durante la pandemia, las actividades que realizaban los Exploracuáticxs en los barrios quedaron suspendidas de manera presencial pero los estudiantes y científicos que conforman el grupo utilizaron las redes sociales y la página de la Universidad para no perder el vínculo con los chicos y brindan actividades a través de videos e imágenes.
“Esa página no consume datos móviles ya que muchas veces los padres de los chicos y chicas no tienen crédito y es dificultoso el acceso a internet”, dice De Souza. “Esperamos ansiosos volver a los barrios para explorar, jugar y aprender con los chicos y chicas que nos mandan mensajes para preguntarnos cuándo vamos a ir”.
Militancia documental
Hijo de un diplomático italiano, Daniele Incalcaterra nació en Roma pero se crió entre el frío de Moscú y la humedad de Buenos Aires. Su formación como documentalista fue en el Atelier Varan de París -fundado por el inspirador de la Nouvelle Vague, Jean Rouch- del que años más tarde sería uno de los directores. Entre su filmografía se cuentan: Chapare (Bolivia, 1990); Tierra de Avellaneda (Argentina, 1993); Repubblica Nostra (Italia, 1995); Fábrica sin patrón (2004, Argentina); El Impenetrable” (2012, Paraguay) y Chaco (2018, Paraguay).
Los documentales los realiza junto a su compañera en la vida: Fausta Quattrini. Con El Impenetrable y Chaco, Incalcaterra se propuso devolverle a una comunidad guaraní 5000 hectáreas heredadas de su padre que las había recibido como “cesión” del dictador Alfredo Stroessner durante la década del 70’.
Pero al ponerse a investigar se encontró con un problema aún mayor: la deforestación. El Chaco paraguayo es una de las áreas más deforestadas del planeta con 577 hectáreas por día. El desmonte se produce para criar ganado y sembrar soja.
“Cuando empezamos con El Impenetrable, hace 10 años, tenía pocos conocimientos del tema ambiental”, dice Incalcaterra a elDiarioAR. “Al entrar en contacto con la realidad, con el bosque sentí repulsión porque es un lugar para nada amable, complicado, violento pero con el tiempo me enamoré del Chaco”.
A partir de estos dos documentales, que fueron premiados en distintos festivales del mundo y mostraron una problemática en la que están involucradas multinacionales como Jaguar y BMW, Incalcaterra fue calificado como eco-documentalista: “si bien me enorgullece nunca busqué que me llamaran así”.
Daniele Incalcaterra dice que “el deber de un cineasta no es dar soluciones sino ayudar a reflexionar. El documental no es más que un posible camino de reflexión, plantearle ideas al público y demostrar que hay otras formas de pensar para, entre todos, encontrar posibles soluciones”.
El director ítalo-argentino dicta clases de cine en la República Centroafricana y el año pasado se convirtió en el productor de Makongo: el primer largometraje dirigido por un centroafricano. El filme cuenta la historia de André y Albert, dos jóvenes pigmeos aka que se encuentran entre los pocos en su comunidad que acceden a estudiar.
“El otro deber que siento cumplido es haberle revelado a mi hijo y a las nuevas generaciones la gravísima situación que se vive en el planeta. Ellos están más preocupados que nosotros por los problemas ambientales, ellos son más conscientes que los adultos y son los que le exigen soluciones a los gobiernos”, concluye Incalcaterra.
Fuente: www.eldiarioar.com