Los Reyes Magos fueron tres, pero pudieron ser cuatro o doce. Uno era negro, aunque antes había sido blanco. La Biblia no los nombra pero todos saben que se trata de Melchor, Gaspar y Baltasar, que llegan en la madrugada de cada 6 de enero con regalos para los chicos.
Curiosamente, la venida de los Reyes Magos ha opacado a la Epifanía (o la manifestación del Hijo de Dios al mundo y su reconocimiento como Mesías), que es el mensaje cristiano que estos personajes realmente entrañan.
La noche del 5 hay que poner los zapatos debajo del árbol de Navidad, con un poco de pasto y agua para los camellos, y una cartita con el pedido: una compu, un tren eléctrico, una barbie, un iPad, una pelota, un auto a control remoto.
Ya se sabe: los Reyes Magos cumplirán, más o menos, con algo, tal como hicieron cuando, guiados por la estrella de Belén, fueron a adorar al Mesías llevándole tres obsequios: oro, incienso y mirra.
La historia según Mateo
Curiosamente, el único que los menciona en las Escrituras es Mateo.
“Nacido Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?”, dice. (Mateo 2,1-2).
Y más abajo: “Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron sus presentes: oro, incienso y mirra” (Mateo 2,11).
Mateo no especifica sus nombres, no dice cuántos son y tampoco les da el título de “reyes”, pero en el llamado Evangelio del Pseudo Tomás, del siglo II, no incluido en la Biblia, se dice que son tres y les asignan nombre: Melchor, Gaspar y Baltasar.
Cuántos y quiénes
En el siglo IV el escritor eclesiástico Orígenes sostuvo que eran tres y luego, en el siglo V, el Papa León I, el Magno, estableció oficialmente ese número para toda la cristiandad.
Sin embargo, otras leyendas indican que había un cuarto Rey Mago, Artabán, en tanto que los armenios nombran a doce.
Aunque hay quienes especulan que los Reyes Magos pudieron ser sacerdotes zoroastristas provenientes de Persia, posteriores interpretaciones los consideraron originarios de Europa, Asia y África, es decir, representantes de los tres continentes conocidos en la antigüedad, y a la vez de las tres edades del hombre.
Así, Melchor, un anciano con barbas blancas, le regaló oro a Jesús, presente que simbolizó reconocerlo como rey de los judíos.
Gaspar, joven y rubio, le llevó el incienso, que se encendía en las celebraciones religiosas para adorar a Dios, precisamente para significar la naturaleza divina de Jesús y alabar su poder.
Baltasar, un adulto de tez negra (recién a finales del siglo XIV comenzó a representárselo así), le obsequió la mirra, sustancia usada antiguamente para embalsamar y hoy para la unción de los enfermos, símbolo de la naturaleza humana de Jesús y presagio de su sufrimiento y muerte.
En el arte
La escena de la Adoración de los Magos fue pintada por Durero, Botticelli, Leonardo da Vinci, El Bosco, Velázquez y Rubens, entre otros grandes.
El cine también incluyó a los Reyes Magos en alguna escena, desde Vida y pasión de Jesucristo (1907), de Ferdinand Zecca, hasta La Natividad (2006), de Catherine Hardwicke.
Por lo demás, en varias ciudades hay esculturas que los retratan, como en Ibi (Alicante, España) y en Juana Díaz, una isla caribeña de Puerto Rico, donde a falta de un monumento a los Reyes Magos hay dos.
Pero la primera obra que llevó sus nombres es un friso decorado con mosaicos del siglo VI que se encuentra en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso, que representa la procesión de las Vírgenes, contiene a tres hombres vestidos a la moda persa, con gorro frigio, que avanzan en actitud de ofrecerle obsequios a María, que está sentada en un trono y tiene al Niño en su falda. Encima de sus cabezas se puede leer: Gaspar, Melchior, Balthassar.
Los magos después de los magos
Una leyenda cuenta que, después de la resurrección de Jesús, el apóstol Tomás los halló en Saba, donde fueron bautizados y consagrados obispos. Martirizados en el año 70, los restos de los tres fueron depositados en un mismo sarcófago y llevados a Constantinopla por Santa Elena.
En el siglo XII, Federico I (Barbarroja) trasladó el féretro a Colonia, Alemania, donde hoy reposan con las coronas que supuestamente llevaron durante su existencia.
La cantidad de peregrinos que llegaban allí a adorar a los Reyes Magos hizo que en 1248 comenzara a levantarse la catedral de Colonia, uno de los monumentos góticos más célebres de Europa, cuya construcción demandó más de 600 años.