En el año 1995 el presidente Eduardo López decidió que había que reconstruir el estadio de Newell’s. Aumentar la capacidad con dos bandejas superiores y reorientar la ubicación de la tribuna local fueron dos cambios notorios del proyecto, aunque hubo uno que en ese momento no fue llamativo, pero hoy se destaca 20 años después: el césped del estadio.
El Coloso fue inaugurado el 20 de marzo de 1997, en un amistoso entre Newell’s y la selección argentina Sub 20. Ese día no estuvo terminada toda la obra, ya que un conflicto de pago del club con la empresa Erca (la obra total estaba cotizada en 4 millones de dólares), dejó sin terminar la bandeja superior de la popular local, que recién tuvo su estreno un año después.
La capacidad de estadio pasó a 42 mil hinchas, la hinchada local pasó a ubicarse con el Hipódromo detrás y dejó el Palomar para los visitantes, y se ampliaron las plateas, con una doble bandeja este, donde había zona de popular visitante.
El otro detalle fue el campo de juego, que pasó a medir 105 por 70. Pero hubo algo más detrás de esa dimensión. El sistema de drenaje montado debajo del césped al estilo inglés fue mérito de aquellos que todavía hoy cuidan con orgullo uno de los terrenos de juego más elogiados de Argentina.
El partido con Defensa y Justicia fue un desafío que parecía difícil de superar. Dos días de lluvia intensa amenazaban con una suspensión. Pero el césped del Coloso se la bancó, no hubo cúmulo de agua, ni barro, pedazos de campo que se levantaran. Se jugó como si hubiera sol. Y enseguida todos comenzaron a preguntar por el responsable y enseguida tuvo nombre y apellido: Guillermo Fernández.
El canchero leproso, con 30 años en el club, y sabe que mantener el césped requiere de sacrificio, trabajo y mucho de experiencia. Fernández, que trabaja junto a su hijo, se encarga de cortar el césped, administrar el riego, tapar los pozos tras cada partido, cada detalle cuenta. “Caminar la cancha es clave”, señala. Conocerla en cada rincón marca la diferencia.
Fernández, junto a su hermano y la supervisión de David Olivieri, fue uno de los responsables de aquella obra que se inició en 1996. Diseñaron el drenaje a los fosos (antes no había) y la construcción de una «espina de pescado» del centro de la cancha con una caída que permite que el agua fluya aunque lluevan más de 100 milímetros como ante Atlético Paranaense o frente a Defensa y Justicia. Y también elige el tipo de césped y cuándo sembrarlo.
«Fue un trabajo grande. Guillermo tuvo que moverse un poquitito», bromea Olivieri. «Se levantó un rectángulo enorme en cada una de las áreas, se hizo todo un drenaje lateral, unos canales recolectores tipo espina de pescado, para mejorar el mismo», cuenta el hombre que además es conocido en el mundo Newell’s por ser el hombre que escribió cada contrato desde la década del 90 a la fecha.
«El piso del Coloso dista mucho de ser un piso artificial. En el fútbol argentino tenemos suelos que son una gran maceta con piedra, arena y 15 o 20 cm de tierra y césped», agrega.
«El campo de juego no sabe de horarios ni de feriados, es un trabajo de todos los días, y con la metodicidad de mantener el césped como si siempre hubiera que jugar mañana. Estar preparados para que en cualquier momento se pueda hacer un partido». Esa es la clave en la que coinciden Olivieri y Fernández, quien asegura que para que la cancha esté como luce cada fin de semana «hay que todos los días estar arriba».
En un fútbol argentino donde suspender un partido implica pérdida de dinero y muchas dificultades deportivas, tener un césped con un drenaje como el del Coloso es un valor agregado enorme.
Fernández asegura que no recuerda que se haya suspendido por lluvia algún partido desde que se modificó el sistema en 1997. Y está en lo cierto. La última vez que un árbitro suspendió un partido por lluvia en el Parque fue en 1992, en un Newell’s-Lanús. Después no hubo lluvia que impida jugar. El Coloso se banca un diluvio.
«Es un gran orgullo que pase esto. Me hace sentir muy bien y motiva para seguir adelante con lo que hago», reconoce el canchero del Coloso.