Guillermo Rizzotto vuelve al estreno discográfico ahondando aún más en sus ya frescas y fértiles preguntas existenciales para plantear, en La eterna memoria, una música instrumental que, de forma más abstracta y precisa que sus anteriores expresiones, regala un canto a la vida lleno de metáforas poéticas.
En La eterna memoria, continuación de Sólo guitarra, El Sentido del Paisaje y Vindu, que se presentará esta noche a partir de las 21.30 en el Petit Salón de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza), el guitarrista muestra su madurez compositiva en un viaje repleto de emoción y sutilezas.
Se trata de una música que avanza abriéndose horizontes y riñendo, en ese áspero trayecto de la realidad, con las fronteras simbólicas dominantes y el poder de lo que Rizzotto reconoce, en última instancia, como ficticio y antinatural y que, “nos hace caminar hacia un sitio impersonal que no somos, a un sitio que es sólo la representación energético-material del dinero y el tener, y del payaso satírico de la vacuidad en su más efímera expresión”, escribe en una carta que acompaña el disco.
No se abre un disco esperando que caiga nada de su interior pero en este caso sucede, sorprende y termina (o comienza) a ser algo esclarecedor en el posterior abordaje musical de la obra. Una carta escrita en dos idiomas nos interpela como oyentes (lectores). Como medium más que como receta, las líneas sirven para emprender el camino a la conciencia emancipada (o al menos lo intenta). Es que toda obra profundamente simple como la de Rizzotto requiere repensar los modos de ser abordada. Porque simple y sofisticado van de la mano a pesar de lo que nos hicieron creer por tanto tiempo.
El convite se cristaliza en esas líneas; antes de sonar la primera nota se invita a poner un freno a esa realidad apremiante, “veloz”, “atolondrada” y “repentina” que afecta plenamente la atención.
“Hay en el fondo de uno mismo una memoria eterna que es la que mediante la intuición nos hace tomar las decisiones y observar el mundo de la manera que lo observamos. Nos hace reaccionar ante esta vida presente con memorias ancestrales pero en una madurez presente”, reflexiona Rizzotto.
La emoción y el sentimiento desnudan al músico en cada nota y lo sitúan frente a un abismo de lo real que, por el extremo riesgo asumido, lo disponen frente a inmensas categorías de tiempo y finitud: Lo hacen cargo de su vida y, por tanto, también de su muerte.
“Energía”, “existencia”, “tiempo”, “miedo”, “inmensidad” y “realidad”. “Aprender”, “evolucionar” y “comprender”. “Memoria”, “observación”, “reflexión” e “intuición”, son palabras que reflejan las búsquedas de Rizzotto
La eterna memoria es un disco que conecta y apela a la humanidad (a sus sentidos dormidos, a su intuición), pero no desde un lugar de verdad revelada y mucho menos de autoridad o sabiduría. Lo hace desde la emanación sincera de la experiencia personal del artista que se irradia de forma natural al mundo, a sus contemporáneos y a la “eternidad presente” que el músico condensa “en el mínimo gesto, en el magno pulsar de una nota, en cada acción que dice más de nosotros y de nuestra historia que cualquier descripción verbal”, escribe en su carta para concluir: “La eterna memoria en cada uno de nosotros”.
De regreso en el país a donde llegó invitado por Juan Falú para presentarse en el marco del ciclo “Guitarras del mundo”, Rizzotto (nacido en Rosario pero residente en Barcelona desde hace años) dialogó con El Ciudadano sobre el proceso productivo y el lugar que expresa el flamante trabajo grabado en marzo de este año en España: “Es el disco que más me define”, contó.
—En “La eterna memoria” se llega a una profundidad espiritual que viene siendo sugerida ya en otros discos anteriores pero que acá se expresa con máxima intención en la búsqueda de sentidos…
—Es la búsqueda existencial; totalmente. Hay muchas cosas en juego. A medida que pasa el tiempo considero mi música como algo imposible de desprender de las vivencias y de las reflexiones que voy teniendo, incluso de los lugares que voy visitando. Me considero una persona súper reflexiva en todo lo que me rodea e inquieto para aprender y absorber cosas. Y en este trabajo hay mucho de contenido filosófico.
—Al no separar las vivencias personales de lo artístico, ¿dónde ubicarías el disco?
—Para mí es un disco arriesgado en el sentido que es como muy drástico y extremo en los silencios; la mayoría de mi música es lo que alguien clasificaría como lenta o tranquila y tiene mucha intensidad emocional e introspectiva. Pero sinceramente, si tengo que decirte cómo lo ubico te diría que es el disco que más quiero de todos; no sé si está bien que lo diga yo pero, para mí, es el disco que más me define.
—Una deuda que tienen muchos compositores actuales es la de no poder hablarle a sus contemporáneos con músicas nacidas de su experiencia personal con las crisis que vive el hombre. Tu disco es una excepción y lo hace sin palabras. Sorprende la capacidad de decir tanto sin el recurso verbal…
—Esa reflexión me hace tomar conciencia de la cantidad de cosas que uno como instrumentista, como compositor, como guitarrista, o en el caso de otros músicos como cantantes, hacemos, porque es reflejo de lo que nos enseñaron. En este disco quise limpiar la mayor cantidad de cosas que hago porque me las enseñaron de esa manera. Mi meta es encontrar un lenguaje personal, algo que cuando yo no esté acá, se hable del «sonido rizzotto», por ejemplo. La reflexión me hace ir a lo que toco y encontrar ciertas cosas que, a lo mejor, estoy tocando como un yeite que me enseñó alguien y, en realidad, no lo necesito. No soy un guitarrista en el momento en que estoy haciendo esta música: es simplemente la guitarra y yo en pos de lo que tiene que sonar. Y creo que ahí se nota esa profundidad que vos decís porque me desnudo delante de la gente.
—En la carta que acompaña el disco sugerís que las palabras tiene un límite en su poder de expresión. Musicalmente, ¿cómo pensaste el disco?
—Este disco es un paso decisivo porque es entrar cada vez más en un mundo personal. Mis otros discos de guitarra tuvieron más influencias y éste es un poco más abstracto, hay pocos temas folclóricos. La guitarra sigue sonando argentina pero ya hay una cosa que yo, al menos en lo personal como intérprete, lo siento incorporado. Es un paso definitivo, un posicionamiento como compositor con un lenguaje en la guitarra.