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Gustavo Lorio: “El esfuerzo que hacemos tiene que servirle a nuestros compañeros”

Gustavo Lorio es camionero y delegado de una empresa que transporta cargas peligrosas. Fue colectivero y se radicó en distintas localidades hasta recalar en Puerto San Martín. A su trabajo gremial lo siente como una vocación y señala la responsabilidad de ser el nexo entre los compañeros y el gremio

Nació en la provincia de Córdoba pero vivió en distintas ciudades de nuestro país. Fue colectivero y desde hace 18 años es camionero profesional. Su actividad se limita a la rama de cargas peligrosas y, dada su experiencia, puede brindar un panorama de la realidad de otros sectores. Se trata del compañero Gustavo Lorio, que además es delegado en la empresa “Transporte Rodolfo Alberto Donnet S.A.”, y en esta nota cuenta su recorrido como trabajador del sector.

“Me crié en Villa Rumipal, en las sierras de Calamuchita, pero desde chico nos mudamos a la ciudad de Bolívar primero y a Tucumán y Misiones después. Mi viejo era camionero y su objetivo siempre fue encontrar un trabajo que le permitiera desarrollarse, independientemente del lugar. Por eso, cuando aparecía una oportunidad, levantábamos todo y nos íbamos”, cuenta Gustavo.

Lo cierto es que a partir de esa relación él también buscó generar su propia profesión dentro del rubro de vehículos de gran porte. En ese sentido trabajó como chofer de colectivos pero rápidamente se desencantó: “Yo lo acompañé a mi viejo siempre que pude. Salíamos juntos y eso me incentivó a querer hacer algo similar. Cuando terminé el secundario y después de haber pasado por la facultad, encontré un trabajo como colectivero, pero la verdad es que no me gustó. Primero porque a los pasajeros nunca los conformás, siempre hay algún tipo de reclamo y se necesita mucha paciencia. Y además porque a mí siempre me gustó trabajar solo”.

Tras esta primera experiencia hizo el salto al camión. En la localidad cordobesa de Despeñaderos se subió a un viejo Volvo para hacer cargas generales. La experiencia en esta empresa no duró mucho y un año después, en 2005, logró ingresar finalmente a “Transporte Rodolfo Alberto Donnet”. “En este sentido tomé el legado de mi padre, no sólo en cuanto a la profesión, sino también de mudarme adonde las condiciones fueran las más convenientes. Así, me vine para la zona de Puerto General San Martín, donde todavía me encuentro y donde espero jubilarme de no mediar nada raro”.

Consultado sobre lo que implica su trabajo en la empresa, comenta que “estoy cómodo, las condiciones en general son buenas. Nos dedicamos al transporte internacional de cargas peligrosas. Los camiones son nuevos, se trabaja bien y hay estabilidad, por suerte”.

Un panorama de los puertos

Ante todo, Gustavo reconoce que la realidad de su trabajo dista de la que viven muchos compañeros que tienen que descargar en las terminales del área cerealera del Gran Rosario. “Nuestra actividad es bastante ágil, las esperas no son tan largas como en los puertos de cereales, pero a veces las cosas se complican”. Con su experiencia de años realizando esta actividad puede retratar mejor los cambios que se fueron produciendo. “En relación a cuando yo empecé las diferencias son notorias, las terminales han mejorado bastante. De todas maneras falta mucho, tanto en las playas como en la infraestructura en general”.

Refiriéndose a las condiciones de la ruta describe: “Para empezar, la autopista Rosario-Santa Fe, desde Rosario hasta el acceso San Lorenzo Norte, es mala. La traza no está en buenas condiciones ya que está muy marcada y el bacheo que se hizo no solucionó el problema. La queja es generalizada. Y en cuanto a los accesos, el llamado «camino de la cremería» lo están arreglando porque estaba imposible”. Luego, continúa señalando que “las dos cabeceras del puente del arroyo San Lorenzo, por la ruta 11, están terribles. Esto provoca que se trabe el tránsito. Se circula a paso de hombre.

El bacheo dura una semana como mucho y eso complica todo. El tramo de ingreso a Timbúes también es malo. Entre el cruce de la ruta 10 y el ingreso a la ciudad también se producen demoras. Podemos estar entre dos y tres horas desde el ingreso de la autopista por la ruta 10 hasta pasar el arroyo San Lorenzo. Es demasiado”.

Consultado por las actitudes que tienen los compañeros camioneros ante estas situaciones fastidiosas, dice que “a veces hay algunos episodios un poco tensos pero por suerte no pasa a mayores. Es lógico que haya un cansancio cuando las esperas se dilatan y uno llega mal dormido, mal comido, con sus problemas particulares. Pero en general, más allá de alguna escaramuza, tratamos de llevar esa «convivencia» de la mejor manera posible”.

En relación a lo que son las playas de las diferentes empresas, Gustavo detalla que, por los comentarios de los diferentes compañeros, se necesita un salto de calidad. “Algunas mejoraron pero hay cosas básicas que son indispensables. Los baños tienen que estar en condiciones y en varios no tienen ni el mínimo mantenimiento.

Es una condición básica que estén limpios y equipados”. “Los comedores son otro tema importante. Hay playas donde no hay posibilidades de sentarse a comer algo y en otras la comida es cara y mala”, agrega.

Por último, otra de las aristas del compañero tiene que ver con su rol como delegado gremial. “Lo siento como una vocación de servicio. Es mucha responsabilidad ser el nexo con el sindicato y con los compañeros que uno trata de que siempre estén bien. Es sacrificado porque lleva tiempo y porque uno a veces no tiene las herramientas para resolverlo, pero lo que la ley y el CCT exige lo hacemos valer”.

“En lo particular me gusta que los compañeros estén al tanto de la cobertura de la obra social. Desde que Juan Chulich se hizo cargo mejoró mucho y tratamos de que los compañeros estén informados de los cambios y de lo que los beneficia. Este esfuerzo que uno hace, en definitiva, tiene que servirle a la gente”, cierra Gustavo.

 

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