Algo huele a podrido en Dinamarca, pero también en Rosario y en cada rincón de un planeta en problemas que se volvió una rara distopía. Shakespeare parece haber escrito todos los conflictos humanos posibles, y los que no, seguramente aún se encuentran ocultos en los recodos de sus profusas tragedias. La paradoja en Shakespeare es, como escribió el crítico y teórico polaco Jan Kott, que “cada época encuentra en él lo que busca o lo que quiere ver”. Y la frase, brillante, aplica para Romeo y Ofelia, el nuevo desafío artístico que por estos días transita el director de cine y teatro rosarino Gustavo Postiglione.
Un set lleno de rincones inquietantes, un espacio que dialoga entre las lógicas del teatro y del cine iluminado por tiras y palabras de neón de colores, ocupa el segundo subsuelo de la sala Lavardén, donde, luego de varios días de armado, la semana pasada se realizó el rodaje de esta película.
Postiglione, fiel a su estilo, jugado por la experimentación y corrido de cualquier lugar de posible comodidad, emprendió una nueva proeza estética, esta vez tomando las tragedias Romeo y Julieta, Hamlet y Macbeth, en realidad algunos de sus personajes y conflictos que en ellas habitan, para escribir lo que, en principio, fue una obra teatral que luego se transformó en una película rodada en un único plano secuencia en ese espacio húmedo, de una oscuridad sabiamente iluminada, en el corazón de la ciudad de la furia donde no queda más que hacer silencio y ocultarse detrás de alguna falsa pared mientras actores y equipo hacen lo suyo al grito de “acción”.
Con protagónicos de los debutantes en las lides de Postiglione de Manuel Melgar y Camila Viale, junto a los consagrados Guillermo Pfening, Antonella Costa, Claudia Cantero, Juan Nemirovsky y Tito Gómez, con la participación de otros actores y actrices locales, la película, fiel a la tragedia, habla de enfrentamientos entre familias o sectores de cierto poder, en una Rosario que en su versión real aparece sitiada por los poderes de bandas y clanes vinculados al narcotráfico. Y aunque lo que se vea podría pasar en Rosario como en cualquier otro lugar, hay algo de la rosarinidad que en el resultado final será seguramente insoslayable.
Todo empezó en 2016, cuando se cumplieron 400 años de la muerte de Shakespeare y el director empezó con un proceso de escritura de una obra teatral que derivó, pandemia mediante, en un guión. En ciernes, las tres tragedias aparecen mixturadas, revisadas, diseccionadas, primero por la pluma y ahora por la cámara de Gustavo Postiglione que decide mucho sobre la marcha, rodeado de un gran equipo donde también trabaja con sus hijos Camilo y Miranda, el primero uno de los asistentes de dirección junto a María Eugenia Solana, y Miranda, actriz, docente y directora que da vida a una periodista, con un staff que completan desde la producción el propio Postiglione junto con Agustín Poussif, Rodolfo Maggi y Andrés Nicolas, a lo que se suma la producción ejecutiva de Fernanda Taleb y María Elia Rodríguez, fotografía de Marcos Garfagnoli, dirección de arte de Carolina Cairo y vestuario de Laura Perales.
Con algo de su investigación acerca del Cine Instantáneo aunque aquí primen otras cuestiones que lo alejan de esa idea tan teatral de un cine en vivo y aparezca un registro que tendrá una etapa de posproducción que habilitará algunas correcciones de sonido e iluminación, la película late en un presente o futuro muy cercano en la Rosario que nunca dejó de ser la Chicago argentina, pero ahora en tiempos de atroz delincuencia, trifulcas y hechos violentos vinculados con dos barras bravas y sectores que desean acceder a la política, vaya paradoja por estos días, con una muerte inexplicable por un piedrazo en la cabeza de una mujer de 30 años por cuestiones de fanatismos absurdos, de cara a un balotaje nacional y en medio de las intrigas palaciegas de los perdedores que sustentan a la derecha de las derechas.
Lo que se ve en una primera capa es la historia de dos familias, como pasa en Romeo y Julieta pero también en las otras tragedias, que ponen en jaque a una comunidad donde los negocios turbios son moneda corriente, y donde los intereses sobre el territorio y la economía plantan bandera. “La voracidad por el poder es Macbeth, la traición y la venganza están en Hamlet, y lo que se hace por amor y que termina en muerte está en Romeo y Julieta, aunque, al mismo tiempo, todo está en todas las tragedias”, expresó el director.
“Rosario es una ciudad que parece inventada por Shakespeare”, profundizó Postiglione en un descanso de los ensayos previos al rodaje del lunes de la semana pasada, al tiempo que recordó un prólogo de Borges de una versión de Macbeth donde plantea que el Bardo siempre trabajó en dos tiempos, uno el de la escritura, el tiempo concreto y propio, y otro en el que transcurren las historias, que puede ser antes de su propia existencia, en el presente o en el tiempo que sea, un hecho que le da a cada una de esas obras su carácter de clásico.
“Lo que propone la historia es esta nueva contemporaneidad para estas obras y estos personajes; es Rosario pero podría ser otro lugar, incluso quizás se trate de una Rosario análoga, una Rosario inventada en un gran set donde, de todos modos, pasan cosas que podemos ver en la Rosario real de todos los días”, planteó el artista.
Horas más tarde, luego del primer día de rodaje, escribió en su bitácora: “El primer día concluyó con un largo plano de 45 minutos filmado en una especie de «Cinecittà rosarina» que construimos en el segundo subsuelo de la sala Lavardén. Es al estilo de las películas de estudio de los años 40, o de una falsa realidad montada para que deambulen personajes que se escaparon de un relato de Shakespeare para vivir una temporada en una Rosario alternativa”.
Y cerró: “Son las dos de la mañana y en un rato me tengo que levantar para el segundo de los tres días en que se filmará la película. Sí, tres días y en un plano secuencia, una aventura de locos pero que se disfruta justamente con la locura de un grupo que no tiene miedo a trabajar sin red”.
Ver esta publicación en Instagram
Una publicación compartida de Diario El Ciudadano (@diarioelciudadano)