Diciembre, antepenúltimo día del año, el sábado más caluroso de un ansiado verano que tardó en llegar y que se intensifica en medio de la urbe rodeada de edificios cubiertos de cemento. Entre todos ellos, una terraza con una membrana que simula arenas blancas, cuya única veta de color está dada por seis amigas reunidas allí en una especie de ritual en torno al gran dios del Sol, con dos únicos objetivos: quedar mulatas para la competencia de baile de esa noche (las seis se conocieron bailando salsa) y que el año siguiente las encuentre igualmente reunidas, pero bajo las palmeras del transparente mar Caribe, aunque ello implique quedar “insoladas”.
Bajo esa obsesión como premisa, Gustavo Taretto (Medianeras 2011) describe la relación de seis mujeres, con diferentes caracteres y personalidades, que comparten una jornada bajo el sol entre risas, llantos, proyectos y cotidianidades en Las Insoladas, su segundo y más reciente largometraje, que se estrenó el pasado jueves en las principales salas del país, pero que previamente visitó Rosario en el marco de la celebración del 5º aniversario del Cine Público El Cairo.
“La idea es que se saquen los zapatos para ver esta película y que puedan contagiarse del espíritu veraniego que plantea”, expresó Taretto al abrir la avant premier que con gran convocatoria de público, inauguró la puesta en cartel del film en el que el sol, la urbanidad y los fútiles sueños de los 90 son los protagonistas.
Con un elenco compuesto por reconocidas actrices provenientes de diversos rubros, estas seis coloridas mujeres encarnadas por Carla Peterson (una promotora que, casi como en sintonía con su actual personaje en la tira televisiva Guapas, sueña con ser azafata), Luisana Lopilato (la nueva y linda integrante del grupo), Marina Bellati (una mujer recientemente divorciada), Maricel Álvarez (la actriz de Biutiful que aquí trabaja en una casa fotográfica), Elisa Carricajo (una estudiante de psicología) y Violeta Urtizberea (una particular peluquera), se conocieron tomando clases de salsa y, reunidas en la terraza durante el día previo a su presentación de baile, comienzan a planear un viaje conjunto a Cuba.
“La película se desarrolla en una terraza y muestra el encuentro de estas seis chicas amigas de clase de salsa, por eso la diferencia de edad entre ellas (no son amigas del colegio o el barrio), que tienen un sueño en común que es premiarse con unos días de vacaciones en el Caribe que para ellas es lo más cercano al paraíso. Empiezan a la mañana a planear este sueño que, con el paso del día y del calor, se va transformando en una obsesión, ya que pareciera que es la única manera de encontrar la felicidad que se les escapa en la vida de todos los días”, refirió Taretto respecto de la trama principal que recorre film.
Esta intencional selección de personajes con diversas edades y profesiones permitió que en este grupo de amigas se reflejaran diferentes personalidades que parecieran aflorar con el correr del calor, apelando a una heterogeneidad que también se pone de manifiesto en la elección de las actrices a las que le tocaría poner la piel, ya que las seis insoladas provienen de rubros distintos en la actuación. “La selección de las actrices fue larga porque lo complicado era organizar la agenda de ellas, es decir: hacerlas coincidir a las seis en un mismo proyecto cuando tienen que rodar todas las escenas y estar presente todos los días”, explicó el realizador, al tiempo que agregó: “Todas llegaron de distintos medios, a Carla Peterson ya la conocía de Medianeras y pensé que iba a hacer un gran trabajo y por eso le ofrecí el guión, pensé que Violeta era la mejor Vicky posible, con Luisana tuve una intuición de que podía ser una gran actriz para esta película y lo charlé una vez con Erica Rivas (compañera de Lopilato en Casados con hijos) y me habló tan bien de ella que la quise conocer, a ella le encantó el proyecto y se sumó. Marina Bellati y Elisa Carricajo llegaron por un proceso de casting porque quería buscar algunas actrices que no hubieran hecho cine, y Maricel Álvarez fue casi la última en incorporarse en un rol que es muy difícil para el que muy cerca del rodaje hicimos un último casting”, concluyó Taretto.
Haciendo hincapié en el trabajo en equipo, y un poco en concordancia con lo planteado en la ficción, el realizador afirmó que trabajar con las actrices fue una experiencia muy buena, ya que fue un trabajo en conjunto. “Yo quería un grupo heterogéneo, nunca pensé qué actrices podrían hacerlo porque cuando escribí el guión ni siquiera sabía cuándo lo iba a realizar. Una vez que definimos el elenco, volví a reajustar la película de acuerdo con las características naturales de cada una de las actrices. Para mí fue un trabajo lindo porque lo hice con ellas, se trabajó mucho en ensayos, encontrando la dinámica del grupo, que se entienda que es un grupo pero que no están unidas desde chiquitas sino que son amigas con diferencias, con diversas personalidades”.
Siguiendo con el estilo propuesto en su ópera prima, Taretto otorga especial relevancia a la urbanidad, cobrando las paredes, los cimientos y los edificios (en este caso las terrazas) vital protagonismo e influencia en la historia de los personajes. Así, en Las Insoladas el espectador se puede inmiscuir en la cotidianidad de seis amigas pero observándolas siempre en su acontecer en la terraza, aquella especie de “no lugar” intransitable, que sin embargo se resignifica al convertirse en punto de encuentro y reunión donde las problemáticas, los deseos y las obsesiones de estas mujeres saldrán al sol.
“A mí me gustan los riesgos, así como en Medianeras tomé el riesgo de hacer una película romántica en la que el chico y la chica se encuentran en la última toma, en este caso decidí tomar el riesgo de que la película transcurra durante un solo día en un mismo lugar. Me pareció que era lindo y que para las actrices también iba a ser un desafío, y así lo fue para ellas ya que la película descansa sobre sus espaldas, es pura actuación, no hay muchos más elementos, filmarla fue como hacer una película en una isla desierta”, reflexionó Taretto respecto de la elección de la puesta, la cual confesó estar “deliberadamente manipulada”, así como el arte de la película.
“Mi intención era que los sentimientos fueran conocidos, reconocibles y que generaran empatía con la gente pero que, a la vez, la propuesta visual de la película fuera completamente abstracta. Entonces, la ciudad es real entre comillas, porque elegimos los fondos que queríamos; hay mucho truco detrás de la película que no se ve en una primera impresión pero que en alguno de los sentidos entra”, concluyó.
Entre planos generales que sitúan al espectador en una calurosa Buenos Aires se intercalan planos fijos que responden estética y conceptualmente a dar cuenta de la época en la que transcurre la historia, los 90. Más allá de alguna mención en el guión, son los objetos estratégicamente ubicados en las escenas y secuencias del film los que pretenden simbolizar los valores de la década en la que se sitúan las “insoladas”. Al respecto, Taretto señaló: “Los 90 fueron la época del dorado, lo superficial, el bronceado como símbolo de estatus de belleza, la aparición de lo descartable, del éxito inmediato, del uno a uno. Si abrías un diario en los 90 estaba tomado por los avisos de las empresas de turismo que te vendían destinos en el exterior, y ahora abandonamos la pizza con champagne, las trencitas y las camas solares, hoy son lugares casi marginales, el paradigma actual es la saga Crepúsculo, la palidez y los tatuajes”.
Dificultad nacional
En su segunda incursión en el largometraje, Taretto advirtió la dificultad para realizar cine en el país: “El éxito del cine nacional son episodios aislados, Relatos salvajes aparece uno cada cinco años. Es muy difícil hacer cine, conseguir un buen lanzamiento, una buena distribución y es injusta la competencia del cine nacional contra el americano. En calle Corrientes no tenés en la sala de al lado una obra interpretada por Al Pacino y Robert de Niro, pero cuando vas al cine sí tenés ese tipo de competencia, en ese sentido el teatro es más generoso. En el cine es muy difícil competir porque la entrada para una película que cuesta 200 millones de dólares es la misma que para una que cuesta 2 millones de pesos. El cine argentino tiene su personalidad, lo que no tiene es el contacto que necesita la industria para que se desarrolle más con el público. El público tiene una cierta aprehensión a ver cine argentino, ya que antes de ver una película nacional se toman recaudos que no toman a la hora de ver una película americana”.