Hablar de fútbol y homosexualidad no es algo que suceda todos los días. En su gran mayoría, los protagonistas del deporte más popular del mundo son de pocas palabras a la hora de referirse a temas vinculados a las problemáticas actuales de la sociedad. Pocos hablan de política o economía, de discriminación o de violencia de género. Tal vez sucede por la ausencia de ese tipo de preguntas o por la incomodidad a la hora de responderlas. Lo cierto es que cuando alguno decide hablar sobre temas ajenos a la pelota, o no tanto, se sale de la norma. Esta semana fue Matías Vargas, jugador de Vélez, quien en diálogo con un programa de TyC Sports, se refirió a un tema que históricamente fue instalado en el ambiente del fútbol (y en la sociedad en general) como “tabú”.
“¿Cuántos jugadores somos en el fútbol argentino? 30 por plantel, a 26 equipos en Primera División nada más, te da una suma alta de jugadores. ¿Vos decís que no va haber uno que sea homosexual? Esa persona está sufriendo”, dijo el Monito, el mismo que meses atrás, en otra entrevista, confesó que “estamos viviendo una revolución, una deconstrucción. Estamos abriendo la mente”. Y en ese abrir la mente, entran a jugar los de adentro y los de afuera de la cancha.
El año pasado, Héctor Bellerín tuvo que desinstalar la aplicación de Twitter de su teléfono. Defensor del Arsenal inglés, 24 años, nacido en Barcelona, Bellerín se cansó de recibir notificaciones con comentarios homofóbicos.
“Me dicen ‘lesbiana’ porque uso el pelo largo y después siguen con otros muchos insultos homofóbicos. Cuando juego mal, la situación se vuelve insostenible”, contó en una entrevista con el diario The Times. Los comentarios también se escuchaban desde las tribunas del Emirates Stadium cuando el equipo juega de local en Londres y Bellerín está en la cancha. Pasa en la Premier League. Pero también en la Argentina.
“Queeeee esta noche nos cogemos, a los putos de Brasil”, cantan unos. “No somo como lo puto de Riverplei”, gritan los de Boca. “Se van para Boedo con el culo roto”, se escucha si pierden los hinchas de San Lorenzo. Las adaptaciones de los cantitos son muchas y se escuchan en todas las tribunas del país.
Desde hace unos años, la AFA dispuso en el Reglamento de Transgresiones y Penas que, cuando en un partido se escuchen cantos en los que se insulte por su origen a un jugador rival o a los visitantes, el árbitro deberá suspender el juego hasta que paren. Incluso, hay sanciones para los clubes. Pero, ¿qué pasa cuando se canta que a un rival hay que “romperle el culo” o que son “todos putos”? Nada. Si el contenido de la letra es homofóbico y misógino, no pasa nada.
En las letras, el mensaje indica que el sexo anal es humillación y que nunca puede ser algo deseado y consentido. Además, que es siempre a través de la posesión violenta y de la apropiación del cuerpo del otro que se considera una “victoria” dentro del fútbol. Hay uno que “se coge a otro” y se tiene que entender que es una relación en la que el “hombre” somete y humilla.
“Con ese nivel de naturalización de esas metáforas difícilmente eso después no se ponga en juego en algunos otros escenarios de la vida cotidiana. Todos los actores que entran en juego en el mundo del fútbol, que no son solo las barras o los hinchas, también los jugadores, entrenadores y profesionales”, reflexiona Luciano Fabbri con El Hincha.
Luciano es politólogo, docente, investigador y militante social, y su trabajo se basa en perspectiva de género. Es miembro del Instituto de Masculinidades y Cambio Social, integrado por referentes de Rosario, Buenos Aires y La Plata, que busca pensar el lugar de los varones en la lucha feminista y romper con prácticas machistas.
Desde hace unos años trabaja en el interior de distintas organizaciones y dicta talleres para facilitar procesos de reflexión en relación a masculinidades, violencias, discriminación y homofobia. Lo hace en distintos sindicatos, ONG, y también en clubes de fútbol como Central. El Canalla fue la primera experiencia que tuvo como tallerista en un club de gran magnitud. En conjunto con otras personas, dieron charlas a las categorías inferiores de Central (reserva y de la cuarta a la novena de AFA) y también a profesores y distintos trabajadores del club de Arroyito que están abocados a las categorías menores.
Fabbri aseguró que la propuesta le resultó muy interesante porque entiende que el fútbol es un componente muy importante de la vida cotidiana de muchas personas y que es con los más chicos con los que hay que trabajar para “transformar la realidad”.
En reuniones de amigos, de amigas, en las mesas familiares de los domingos, nunca falta la charla de fútbol, del resultado de la última fecha, y de cómo tienen que formar los equipos el próximo domingo, y así como en un abrazo de un gol se expresa el afecto, la pasión y los vínculos (muchas veces a través de lo físico), el fútbol expresa también las construcciones de género, masculinas y femeninas.
Y de esas construcciones también habla Bellerini, el jugador del equipo inglés que denunció los comentarios homofóbicos, y que aseguró que muchas veces afectan su forma de jugar a la pelota. “El problema es que ellos tienen una idea de cómo un futbolista debe vestirse, cómo debe comportarse y cómo debe hablar”, argumentó el catalán.
En el fútbol existe un notable predominio masculino, a pesar de que en los últimos tiempos son cada vez más las mujeres que van a la cancha y que juegan a la pelota. Esto hace que sea una de las instituciones sociales en la cual el patriarcado está más arraigado, donde hay más resistencia a los cambios sociales y culturales que se viven desde hace unos años. “Nicho de resistencia del machismo”, dice Fabbri. Junto a otras instituciones jerarquizadas que se relacionan con otras como la familia, la escuela, el trabajo entre pares, donde la jerarquía y el machismo es menor, pero está presente.
“Es una trinchera hostil porque es un espacio muy masivo, muy ligado a las culturas populares, con muchos intereses en juego donde se entrecruzan muchas violencias. Creo que es una de las instituciones que más difícil va a ser romper con el patriarcado. Afortunadamente podemos decir que ya se está haciendo algo, que debería ser mucho más alentado y multiplicado, pero que se va modificando”, describió.
Fabbri está convencido de que para romper esa resistencia la sanción no es la vía, como se intenta hacer con las canciones y los comentarios xenófobos en el contexto de un partido de fútbol. El camino para gambetear al machismo, sostiene, es la búsqueda de salidas no punitivas, que estén vinculadas a la sensibilización y a la concientización en relación a cuáles son los efectos de la naturalización de estos discursos.
Y así lo trabaja en distintas instituciones deportivas que comenzaron a hacerse eco de estas cuestiones y trabajan para fomentar un espacio distinto dentro del fútbol, como es el caso de Central, uno de los clubes pioneros en trabajar estos temas.
Comenzar a identificar las masculinidades, esas características físicas o morales que se consideran propias del varón, y sus expresiones dentro del ámbito futbolístico. Ya no tanto desde la hinchada, sino desde los protagonistas: los jugadores de fútbol. Pero no como si fueran habitantes de una isla que no se relaciona con las cuestiones políticas y culturales de la actual coyuntura, sino como partícipes de esta transformación tan necesaria.
La portada que rompió con el tabú en el deporte
La homosexualidad de los deportistas, sobre todo los masculinos, es un asunto del que pocos se animan a opinar. Apenas un puñado de los profesionales han reconocido abiertamente su homosexualidad y, dentro de esos escasos casos, la recepción de los aficionados siempre fue negativa. Sobre semejante tema tabú se animó a tratar la prestigiosa revista L’Équipe de Francia, en su portada del pasado 4 de mayo.
“Besa a quien quieras”, rezaba la tapa de la publicación gala, ilustrada con la imagen de dos jugadores de waterpolo que se besan dentro de la pileta. Los protagonistas de la foto forman parte de los “Crevettes Pailletées” (gambas brillantes), un equipo ficticio homosexual de la última película de Maxime Govare y Cédric Le Gallo, en la que un entrenador recibe el “castigo” de entrenar a un equipo amateur gay después de hacer unos comentarios homofóbicos.
Además, el informe incluye varias historias en las que se relatan recientes episodios de homofobia dentro el deporte y casos más antiguas, así como entrevistas y artículos de opinión en los que se analiza la situación actual en distintos países y a nivel internacional.
Entre las historias se destaca el caso de Gareth Thomas, jugador de rugby y ex capitán de la selección de Gales, que se declaró homosexual de forma pública en 2009 y el año pasado sufrió una agresión en Cardiff a raíz de su elección.
La portada tuvo una gran repercusión en las redes sociales, aunque como de costumbre, cosechó diversas opiniones, tanto a favor como en contra del tema, lo que demuestra que la normalización de la homosexualidad en el deporte es, todavía, una asignatura pendiente.
De hecho, en algunos kioscos de Francia se negaron a vender la revista, generando más polémica a un asunto ya de por sí muy delicado.