Con modificaciones formales, pero sin tocar sustancialmente el mensaje enviado por el Departamento Ejecutivo, el Concejo Municipal aprobó ayer el decreto que autoriza el llamado a licitación para la construcción y explotación por 25 años de dos cocheras bajo tierra, una en la plaza del Foro, en el entorno de Tribunales (Pellegrini-Balcarse), y la otra en el Distrito Centro, bajo lo que fue la estación de ferrocarriles Rosario Central.
Serán en conjunto las primeras cocheras soterradas que se construyan en espacio público en más de más de cuatro décadas, tras el acuerdo entre la Municipalidad y el Automóvil Club Argentino que permitió las instalaciones con unos 400 boxes bajo la plaza Montenegro en San Juan, San Martín y el pasaje Barón de Mauá. Ahora los emprendimientos que se excavarán contemplan 280 boxes en la plaza del Foro y 275 en el distrito Centro, lo que permitirá incorporar algo más de medio millar de plazas en los bordes del macrocentro y morigerar el ingreso de autos particulares en el área más crítica de la ciudad durante los días de semana. Para ello, el pliego de licitación contiene un aparte que establece que quien se alce con el negocio deberá costear y mantener un servicio de dos combis que cada 15 minutos realizarán el recorrido entre cada cochera y la plaza Sarmiento entre las 6 y las 20 horas de lunes a viernes y de 8 a 14 los días sábado.
Con el solitario voto en contra de la concejala Fernanda Gigliani, de Iniciativa Popular, en ambos casos, y la oposición de sus pares del Partido del Progreso Social, Héctor Cavallero y Lorena Giménez, y del Frente para la Victoria, Norma López y Roberto Sukerman al estacionamiento en el Distrito Centro –sobre este último caso el socialista y titular del Concejo, Miguel Zamarini, solicitó permiso para abstenerse– el llamado a licitación resultó aprobado por amplia mayoría.
Pero las objeciones de los ediles opositores pusieron en foco que las cocheras bajo lo que fue la estación del antiguo Ferrocarril Central Argentino deberán respetar el resguardo de los terrenos de la Nación, que están protegidos por una ordenanza vigente –fueron declarados de “interés público” en 2011– como reserva para lo que sería una futura reactivación del ferrocarril. Y aunque las obras proyectadas por ahora se mantienen lejos de allí, lo cierto es que la reactivación está en plena marcha y esas tierras pasarán, según el proyecto de ley de creación de Ferrocarriles Argentinos en tratamiento en el Congreso Nacional, a manos de la nueva empresa estatal en gestación.
Además, y aunque la iniciativa sólo plantea la realización de un estudio de factibilidad, en 2007 se aprobó el proyecto del edil del ARI-Coalición Cívica Carlos Comi que impulsa la creación de un tren urbano, el Ferrobús Circular, entre Rosario Norte y “Rosario Puerto” –terminal a construirse en avenida Pellegrini y avenida Belgrano– con el objetivo de disuadir el ingreso de autos particulares al microcentro y agilizar el transporte de personas aprovechando la curva que dibuja el río Paraná y los terrenos aptos para el emprendimiento. Y ese tren debería pasar, precisamente, por el edificio construido en 1870 donde hoy funciona el CMD “Antonio Berni”.
El socialista Manuel Sciutto se encargó de aclarar –sin conformar a los que se oponían– que ambas iniciativas no se molestan entre sí. Y más, se complementan.
Otra objeción planteó, sin éxito, el radical Jorge Boasso quien, al no ser acompañado, resolvió votar a favor ambos pliegos, pero negativamente los artículos que establecen el tiempo de concesión y el canon a afrontar por el concesionario: “Esto es demasiado atractivo para el inversor, y demasiado inconveniente para el erario público”, manifestó.
Puntos clave
Entre los puntos clave de los pliegos de llamado a licitación para dos cocheras se destacan puntos que definen, entre muchas cosas, aun cómo deberán ser las luminarias a instalar en ambas zonas para no romper con la armonía del entorno y hasta cómo deberán ser los cestos para residuos cumpliendo un fin utilitario y a la par decorativo.
Pero entre las cuestiones de forma los ediles tuvieron, en la sesión de ayer, puntillosos debates sobre temas de fondo, algunos de los cuales determinaron modificaciones en el tema en tratamiento. Uno de ellos es la determinación del canon. Fijado originalmente en 40.000 pesos mensuales en el proyecto oficial, los reparos planteados por el radical Sebastián Chale lo llevaron a 50.000 pesos en atención a la inflación acumulada desde noviembre de 2014, cuando la iniciativa llegó al Palacio Vasallo. Pero además, el edil logró incorporar una cláusula de cálculo y actualización trimestral de lo que debe abonar el privado por la explotación de las cocheras subterráneas.
Y también modificó la fórmula de cálculo incorporando ingresos, en particular por instalaciones que excedan los boxes para vehículos. Los ediles tuvieron especial cuidado allí para que no ocurra otro caso como el de la concesión del restaurante Don Ferro, en el parque España, donde pared de por medio funciona un gimnasio que no paga un centavo de canon. La situación, que enoja a buena parte de los concejales cada vez que resurge en los debates, se mantiene, sin embargo, sin cambios.
Otro de los puntos, que habría terminado de definir el voto negativo de Gigliani, es si el alquiler de boxes tendrá precio o tarifa. El primero es libre; el segundo, regulado. La concejala había planteado un máximo para la primera forma, cuestión que no fue acompañada, y se basaba para ello en la suerte de exclusividad que tendrían las cocheras subterráneas en la zona. El oficialismo la rebatió con el argumento de que ese punto no figura en los pliegos definitivos. Y tampoco tuvo protagonismo en el debate el Análisis Económico elevado por los posgrados de Especialización y Maestría en Finanzas de la cátedra de Evaluación de Proyectos de Inversión de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNR, que estimó el valor para la estadía de 24 horas en 750 pesos por mes; en 550 pesos mensuales para estadías nocturnas e igual valor para las diurnas, y un costo por hora de 24 pesos. En definitiva el potencial precio para estacionar quedó librado a la “mano invisible” del mercado.
