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Hace 50 años, Spinetta lanzaba “Artaud”, el disco que no encaja en ninguna discoteca

Mientras el rock argentino se debatía a grandes rasgos entre los sonidos rockeros, que tenían a Pappo´s Blues y La Pesada como principales referentes, los primeros días de octubre de 1973 el músico dio a conocer su obra más personal e inescrutable

Hernani Natale, Télam

Mientras el rock argentino se debatía a grandes rasgos entre los sonidos rockeros, que tenían a Pappo´s Blues y La Pesada como principales referentes, y el movimiento conocido como «Acusticazo», con Sui Generis, Raúl Porchetto y León Gieco a la cabeza; Luis Alberto Spinetta entregaba en los primeros días de octubre de 1973 Artaud, su obra más personal e inescrutable, que no permitía referencias claras con ningún otro trabajo a nivel local e, incluso internacional, y ni siquiera un diálogo directo con ninguna de las propuestas anteriores o posteriores que conformaron su extensa discografía.

Al igual que su particular portada de forma irregular, imposible de ordenar en las bateas de las disquerías, el álbum contenía una música minimalista en su instrumentación pero extremadamente compleja y atípica en cuanto a su contenido melódico, armónico y lírico; que tomaba debida distancia de Pescado Rabioso, el anterior proyecto de marcado corte rockero del autor, aunque tampoco abría un camino o daba pistas respecto al futuro que comenzaría a tomar forma bajo el trío Invisible.

Aunque el disco fue lanzado como si se tratara de la tercera producción de Pescado Rabioso, en realidad fue el primer trabajo solista de Spinetta, pergeñado en medio de un proceso creativo marcado por el regreso a su mítica casa familiar de la calle Arribeños, en el porteño Bajo Belgrano; el inicio de la relación amorosa y la convivencia con Patricia Zalazar, quien iba a convertirse en la madre de sus cuatro hijos; el final de una etapa signada por la lectura y el intento de experimentar el estilo de vida de los «poetas malditos»; y cierto desencanto con el mundillo rockero.

Precisamente, para su grabación, el músico apeló a sus viejos amigos de Almendra, Emilio del Guercio y Rodolfo García, compinches además de sus sueños adolescentes; y de su hermano menor, Gustavo Spinetta, con quien en esos días compartía la habitación en la que dormía junto a Patricia, lo cual lo convertía en un testigo partícipe de la composición de aquellas canciones.

Gustavo Spinetta

«Yo creo que fue un disco que viene de la necesidad de volcar un material que tal vez no se llevaba bien con Pescado Rabioso. Yo relaciono a Pescado con el hard rock, a pesar de que Luis siempre conservó una libertad muy grande en sus obras, en donde aparecen elementos muy diferentes todo el tiempo. Pero él tenía muchas ganas de volcar cosas que le estaban sucediendo musicalmente y en la vida privada. Seguramente, todo eso lo motivó a componer canciones que por ahí no cuadraban en lo que era Pescado Rabioso», consideró Gustavo Spinetta en diálogo con la agencia de noticias Télam.

«Luis eligió llamarnos a Rodolfo y a mí, y al hermano porque necesitaba un entorno amigable, familiar, de gente que lo quería y lo respetaba. Se ve que se sentía un poco dañado por el final de Pescado; no porque algunos de Pescado lo hayan dañado a él, pero por una cuestión de sensibilidad necesitaba estar un poco apañado y protegido», recordó, por su parte, Del Guercio, a pedido de la citada agencia.

El llamado de Luis a la vecina casa familiar de Emilio de la calle Montañeses llegó luego de una gira por Córdoba de Aquelarre, el proyecto en el que el bajista estaba embarcado en esos días junto a García, el guitarrista Héctor Starc y el tecladista Hugo González Neira; y la invitación para participar del disco incluyó un pedido especial para que llevara el bajo Repiso utilizado en la grabación de la gran mayoría de los temas de Almendra.

Para Gustavo Spinetta, ese período fue «un volver al hogar y volver a una esencia que no pudo soslayar. Fue el regreso a esa fuente que nunca dejó de estar, un universo que nunca dejó de existir, que estaba ahí y era imperioso hacerlo visible».

El baterista, que aportó su toque en los temas «Cementerio Club» y «Bajan», en lo que fue su debut absoluto a nivel discográfico, recordó que «había un clima muy pasional, con los sentimientos a flor de piel» en el hogar de Arribeños, a partir del regreso de Luis, en ese caso, junto a su flamante pareja.

«Me acuerdo de verlo tirado en la cama con Patricia, tocando la guitarra, componiendo, dibujando. Era una antena buscando elementos, siempre a la pesca de alguna idea que tenía en el bocho, buscando resolver alguna frase que tenía», describió Gustavo.

En coincidencia con lo dicho por su hermano sobre el estado creativo que atravesaba Luis, Del Guercio señaló: «Si bien se rockerizó un poco saliendo de Almendra, que era mas lirico, y se puso mas duro en Pescado, en realidad toda esa cosa compositiva más amplia que tenia se empezó a frustrar porque la banda quería tocar mas rock y blues».

«A nivel artístico, siempre fue un muchacho súper creativo, siempre tratando de inventar cosas nuevas, sonidos nuevos, buscaba mucho armonías. De alguna manera, en Artaud aparece nuevamente esa cancionística tan linda que tenía y, de alguna manera, fue como el inicio para explorar cosas nuevamente en ese campo», apuntó el bajista.

En el marco de las celebraciones por los 50 años de esta obra, Adrián Iaies se hizo cargo de una lectura sinfónica que subió a escena en mayo pasado, nada menos que en el Teatro Colón, en una velada en la que el pianista manifestó que se trata de un disco que «no tiene secuelas ni precuelas, incluso en el rock internacional».

Adrián Iaies

«Es un disco único, como una especie de meteorito que vino del espacio y cayó en algún lugar de la Tierra. No es un disco que haya dejado un camino. Pudo haber sido una influencia en el sentido de lo motivador que pudo haber sido para algún músico el escucharlo, pero no en el sentido más textual. Fue algo que pasó y se fue», reafirmó.

Y se explayó al respecto: «La forma de las canciones de Artaud es asimética. No está la idea de canción pop, con estrofa y estribillo. Las formas de las canciones son muy abiertas, aparecen elementos que no se repiten, no sabés cuál es el estribillo. Desde ese punto de vista es muy original».

Aunque toda la obra de Spinetta se caracteriza por el uso de acordes que no son tradicionales, en Artaud hay una forma de armonizar, según Iaies, que lo emparentan con la música impresionista de Claude Debussy y Maurice Ravel.

«Hay mucha armonía no funcional, un uso de acordes que están ahí no porque cumplen una función, sino porque generan un cierto color. Y esos elementos impresionistas incluso están en la poética. Hay frases y palabras que están por el color que generan y no por su significado», indicó.

El clima hogareño en el que Artaud tomó forma se trasladó al estudio a la hora de registrar el álbum, según el relato de su hermano Gustavo y de su excompañero de Almendra.

«Yo me sentía un poco cortando clavos porque era una responsabilidad muy grande. Era mi primera vez y sentía como que todo el mundo esperaba de mí la misma genialidad que Luis. Era como un apriete», confesó el menor de los Spinetta, pero afirmó que más allá de su sentimiento personal, «todo fluyó muy bien».

«Hubo unos ensayos previos en donde pasamos los temas pero no fue un proceso largo, fue sacar los beats, la armadura de los temas, y luego fue ir para adelante. Es más, en «Bajan» había una parte que me costaba un poco e hicimos algunas tomas, pero no muchas. No se hicieron sobregrabaciones, solo para sumar alguna guitarra más», contó Gustavo.

«Fue lindo porque teníamos ahí un sustrato de afecto imborrable. No ensayamos antes, lo hicimos ahí en el estudio. Creo que él tenía una necesidad de reencontrarse con Rodo y conmigo, pero también sabía que nosotros estábamos muy afianzados y le íbamos a dar una garantía como base para ejecutar esas canciones. No nos resultó difícil porque, si bien él estaba en otra etapa, el lenguaje de las cosas que hacía Luis nos era familiar y sabíamos como abordarlas. Siempre que nos juntamos, existió esa recreación del espíritu inicial que nos conectó de tan chicos y, de alguna manera, es el certificado de nacimiento de nosotros como artistas», expresó Del Guercio.

La realidad es que este disco que cumple 50 años ocupa un lugar fundamental en la historia de Spinetta y se ubica como una de las mejores obras del rock argentino.

«Luis ha generado música tan increíble que podría dejar en un segundo plano lo que pasó en Artaud pero no ocurre, y si no ocurre es por algo. Hay ahí una pasta muy especial, como que el chef hizo magia», opinó su hermano Gustavo.

«Artaud»: Radiografía de una obra maestra irrepetible

Tras la deserción de los músicos que formaban parte de Pescado Rabioso, quienes pretendían orientar el grupo definitivamente hacia el rock y el blues, en contraposición de su líder que naturalmente se volcaba hacia una música más estilizada; y antes de que terminara de tomar forma Invisible, el trío que conformaría junto a Machi y Pomo, Luis Alberto Spinetta registró Artaud, un disco solista al que prefirió lanzar bajo el nombre de su antigua banda.

«No me gusta un artista que se llama Luis Alberto Spinetta. Me parece muy pomposo. Como es mi nombre no lo puedo evitar, pero me gustaría más llamarme Jimmy Choto…no sé. Esa fue una de las razones, lo cual no deja de ser una perfecta idiotez. Otra razón fue que les quise demostrar a los exmiembros del grupo que Pescado Rabioso era yo», explicó el propio autor a Eduardo Berti, en el libro Crónica e iluminaciones, editado en 1988.

El título del disco hacía directa alusión a Antonín Artaud, uno de los llamados «poetas malditos» franceses, creador del Teatro de la crueldad; e intentaron reflejar el impacto que había significado para Spinetta la lectura de sus libros Heliogábalo, el anarquista coronado y Van Gogh, el suicidado por la sociedad.

Incluso, el músico emprendió luego de la ruptura de Almendra, en 1971, un viaje por Europa, en medio del furor por el ácido lisérgico, en busca de experimentar en carne propia las vivencias de esos «poetas malditos» que formaban parte de su biblioteca personal.

«Yo le dediqué ese disco a Artaud pero en ningún momento tomé sus obras como punto de partida. El disco fue una respuesta al sufrimiento que te acarrea leer sus obras», aclaró Spinetta en el mismo Crónica e iluminaciones.

Ya instalado en su hogar familiar de la calle Arribeños, el músico dio forma a las composiciones que iban a ser parte de este trabajo, para cuya grabación iba a optar por un formato acústico, con la participación de Emilio del Guercio, Rodolfo García y Gustavo Spinetta.

Emilio del Guercio

Los temas que conforman esta placa, gran parte de ellos considerados hoy en día clásicos, son: «Todas las hojas son del viento», «Cementerio Club», «Por», «Superchería», «La sed verdadera», «Cantata de puentes amarillos», «Bajan», «A Starosta el idiota» y «Las habladurías del mundo».

Gustavo Spinetta tocó la batería en «Cementerio Club» y «Bajan»; Rodolfo García hizo lo propio en «Superchería» y «Las habladurías del mundo»; y Emilio del Guercio se ocupó del bajo en estas cuatro canciones.

Entre las particularidades líricas del disco, «Todas las hojas son del viento» fue escrita a raíz de la noticia del primer embarazo de Cristina Bustamante, la primera novia de Spinetta, musa de «Muchacha ojos de papel» y del «Blues de Cris» cuando se produjo la ruptura.

Por su parte, «La sed verdadera» parecía hablarle a los fans que buscaban respuestas en sus canciones, a los que recomendaba que tomaran consciencia que eran los únicos dueños de sus destinos.

«Por» era una breve composición que presentaba palabras sueltas que respondían a una musicalidad y en las que cada oyente podía encontrar distintos significados. «Me acuerdo que un día entro a la habitación que compartíamos con Luis y Patricia y me pide de golpe que le diga la primera palabra que se me ocurriera. No sé cuál dije, debo haber elegido alguna media extraña porque yo era así. Resultó que era para la letra de `Por´», evocó Gustavo Spinetta.

En tanto, «Las habladurías del mundo» era una respuesta a los mitos urbanos que circulaban en torno a la vida privada de Spinetta; y, finalmente, «Cantata de puentes amarillos», pieza fundamental de la placa, estaba inspirada en las cartas que el pintor Vincent Van Gogh había escrito a su hermano Theo, de donde extrajo varias imágenes.

A la hora de analizar las composiciones del disco a pedido de Télam, el músico Adrián Iaies, quien trabajó sobre estas partituras para el homenaje de este año en el Teatro Colón, eligió a «Todas las hojas son del viento» y «La habladurías del mundo» como ejemplos de temas en los que podrían encontrarse formas «más simétricas», pero con componentes que las distinguen.

««Todas las hojas son del viento» es el tema más simétrico pero cuando lo escuchás la forma en que se acompaña en la guitarra, te das cuenta que es muy difícil. No podés marcar el pulso de ese acompañamiento con la mano. Y «Las habladurías del mundo» tiene estrofa y estribillo que se repiten, pero la intro y las melodías que tocan las guitarras en el interludio instrumental es música muy compleja», explicó.

Iaies también marcó elementos que le dan un carácter único al disco en cuando a lo rítmico, para cual tomó como ejemplo «Cementerio Club» el cual «es un blues en el sentido de la sonoridad y del tipo de acordes que usa, pero no desde el punto de vista formal, porque un blues tiene 12 compases». «No es un blues estrictamente, pero es redondo, no es una chinada, lo seguís tranquilo. Eso es un arte», exclamó.

El pianista también arriesgó que en algunos casos el autor escribió la música y la letra «en un mismo impulso, porque hay un nivel de comunión entre ambas» y apuntó a «Cantata de puentes amarillos» como un buen ejemplo de ello.

«En la Cantata, que es una suite, hay muchos cambios de compases pero la letra te va llevando y hace que suene redonda», se explayó.

El responsable de la irregular portada del disco fue Juan Orestes Gatti, quien utilizó los colores verdes y amarillos para su ilustración, a partir de una cita del propio Artaud, cuya imagen podía verse en el extremo superior derecho.

«¿Acaso no son el verde y el amarillo cada uno de los colores opuestos de la muerte. El verde para la resurrección y el amarillo para la descomposición, la decadencia?», es la frase del escrito francés en cuestión que, además, estaba impresa en el sobre interno del álbum.

El disco fue presentado en un concierto, organizado por el fallecido periodista Miguel Grinberg, el domingo 28 de octubre, en el Teatro Astral; en un concierto en el que se proyectaron las películas Un perro andaluz y El gabinete del doctor Caligari, de Luis Buñuel y Robert Wiene, respectivamente, musicalizadas con Dark Side of the Moon, de Pink Floyd.

Luego de circular de manera pirata, en 2020 se editó de manera oficial la grabación en vivo de ese concierto acústico, realizada por un fan con un grabador de mano.

En la presentación, el público también recibió un manifiesto escrito por Spinetta titulado «Rock: música dura, la suicidada por la sociedad», en donde sentaba su postura crítica en torno a la industrialización del movimiento.

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