“La gente se va a encontrar con personajes con los que puede dialogar y seguramente va a elegir uno para llevárselo”, dijo la realizadora audiovisual Alejandra Marino, rosarina radicada en Buenos Aires, sobre su film coral Hacer la vida, una ficción que este jueves, a las 22, se conocerá en Cine.ar Play y en Cine.Ar Tv con repetición el sábado a la misma hora. Se trata del segundo estreno online en el marco de la cuarentena obligatoria que tiene al público y a los hacedores cinematográficos alejados de las salas. “Fue una buena propuesta para que las películas llegaran al público. En el marco de la cuarentena y con la propuesta del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), empezamos a pensar cuándo se van a reabrir las salas y cuándo la gente va a empezar a ir. Además, es una posibilidad para llevar una película argentina a la casa de la gente. Creemos que recuperar al público, más allá de las salas con la dificultad que implica conseguir salas es importante. Y venimos de cuatro años muy difíciles en los que no se nos cuidó”, apuntó la realizadora.
Hacer la vida cuenta cinco historias, cada una con sus matices, pero entrelazadas. “Me gustaría que el público se encuentre con la emoción, que las historias les generen enojo, alegría o bronca. Y que sientan que todos los personajes se merecen la libertad”, adelantó sobre las historias que transcurren en un edificio antiguo de Buenos Aires en el que se esconden algunos secretos. Lucy (Bimbo) desea liberarse de su madre Elisa (Luisa Kuliok) y oculta la paternidad de su hijo. La Rusa (Raquel Ameri) y Mercedes (Florencia Salas) desean un lugar en el mundo pero Lorenzo (el rosarino Pablo Razuk) desea a La Rusa. Gaby (Luciana Barrirero) es bailarina y quiere ser Odette mientras Mariano (Joaquín Ferrucci), su novio, quiere ser Gaby. En secreto, Mónica (Victoria Carreras) desea un bebé, pero tiene a Sergio (Darío Levy) y su dogo Aquiles.
En el film, es el deseo lo que atraviesa todo. “Los personajes no son dóciles, esa es una de las cosas que más me gustan. No son fáciles de domar. Cuando los estaba escribiendo, me gustaba que siempre tenían un recurso, lo encontraban y se aferraban de él. Creo que el público se va a encontrar también con muy buenas actuaciones. Era bastante difícil porque son muchos actores y actrices que tienen distintos recorridos. Lo más complicado era lograr un tono que atraviese toda la película y que no quedaran como distintos cortometrajes. Que entre todos formen una trama”, confesó la también documentalista.
Las historias
Hacer la vida nació de una investigación que Marino estaba haciendo para un documental hace unos años. “Tenía que ver con mujeres inmigrantes. En ese contexto dí con una ucraniana de la que quedé enamorada. Y empecé a trabajar con el tema de los deseos. Con esta cuestión de estar en una ciudad en la que todo el mundo vive para adentro, con su soledad y sus deseos, donde muchas veces, incluso en una pareja en la que parece que está todo bien, nadie se cuenta qué cosas cambiar en sus vidas. Empecé a escribir estas historias: el primer eje tenía que ver con que todos vivieran en el mismo edificio, el otro eran los deseos vitales de esas personas, como el de una mamá con un cuerpo no hegemónico (Lucy) y dependiendo de su madre permanentemente (Elisa)”, adelantó la directora.
“Cada historia surgió por algo. Una vez, caminando, pasé por una academia de baile, miro y veo unas nenitas con los tutús bailando, parecían todos pajaritos pero en un rincón había una nena llorando. Pensé en la danza, que es algo tan apasionante que necesita tanto esfuerzo y tanto dolor del cuerpo, y el objetivo que tienen los bailarines de llegar al Colón o ser un bailarín internacional, pero qué pasa cuando eso no se da. Cuando la conozco a Luciana Barrirero, que es una bailarina del Colón, me cuenta eso, me muestra las piernas, los pies, los moretones. Me cuenta que un día se enfermó, pesaba 40 kilos y para todos era genial”, apuntó Marino.
Después de la presentación de los personajes, aparecen los deseos, propios o impuestos, y el conflicto que es justamente cuando estos se acercan, para bien o para mal. “Como Mónica, que está alrededor de los 50 años y ya sabe que biológicamente no puede tener hijos. Pero qué pasa cuando todo eso que te metieron en la cabeza durante toda la vida, eso que sí o sí tenías que hacer, explota. Y explotás vos”, relató la realizadora.
De hecho, la cuestión de la maternidad está presente en el film de distintas maneras. Los cuerpos, las feminidades y las masculinidades forman parte de la trama y de los debates actuales. “Tengo dos hijos varones y con ellos, que son una generación nueva, que viene sin prejuicios, que están junto a sus compañeras, es algo que trabajo y medito en muchos aspectos. El cine para mí también es una manera de decir, de mostrarse y de tener un punto de vista en la vida. Tiene que ver con que elegí ser mujer, con los debates en los que decido participar, en un mundo que quisiera que fuera diferente para nosotras”.
Rosarinidad y carrera
Marino es rosarina. Fue a la escuela María Auxiliadora, en la primaria, y a la Urquiza en la secundaria. Pero se hacía la rata. Iba al cine Arteón a ver películas. “Algunas que en ese momento estaban prohibidas”, recordó. “Era la peor alumna del mundo. Me hice todas las ratas posibles para ir a La Florida, no me hubiese gustado ser mi madre en ese momento”, dijo entre risas mientras lamenta no haber podido, ahora, visitar su ciudad natal para presentar el film.
A lo largo de su carrera, Marino escribió guiones propios y realizó adaptaciones. Trabajó en ficciones y documentales, teatro y textos literarios. Forma parte de Alandar Producciones SRL y de GuiónService. Es una de las fundadoras de Acción Mujeres del Cine, e integrante de DAC Género, ADN y Argentores. Entre sus trabajos está el largometraje Ojos de arena, la obra teatral Canil y la serie Las otras judías, entra más.
En este largometraje trabajó, lógicamente, con un gran equipo de producción y una de las decisiones fue que la dirección de fotografía quede en mano de mujeres. “Pertenezco a algunas colectivas que forman parte del Frente Audiovisual Feminista. De los primeros logros que tuvimos fue que los comités del Instituto de Cine tengan paridad. Ahora, obviamente, estamos incluyendo LTBIQ+. Conseguimos eso, y a partir de ahí seguimos trabajando y pidiendo políticas públicas. Una de las cosas que pedimos es que haya paridad en los equipos para que las mujeres puedan romper el techo de cristal. Porque si pensamos que en las escuelas de cine hay un 50 y un 50 por ciento de estudiantes, el tema es qué pasa que en la dirección solo llega a un 30 o menos aún. Por eso busqué tener un equipo con paridad de género”.
Actualidad y pandemia
“Veníamos de cuatro años muy complicados”, aclaró Marino antes de empezar a hablar de la situación actual. «El Incaa es nuestro espacio, un ente autárquico en el que concursamos para hacer nuestras películas. Veníamos de un momento complicado, se había detenido la producción. Y bueno, acá estamos. Muchas de las asociaciones están en dialogo con el Instituto para que no sea tan grande el parate, en el sentido de que se paguen las deudas que el instituto tiene para con las productoras y otras políticas. Hay que pensar que cada película tiene mucha gente que vive de ese trabajo», contó la realizadora. Y confesó: «Después sí, tenemos ganas de salir a filmar».
El futuro es incierto en relación con la reapertura de salas. «Es algo que no sabemos. La situación es igual a la de todas las industrias con una responsabilidad muy grande por parte del Incaa, en este caso, de la que se deben hacer cargo. En este momento tenemos gente del cine a cargo del instituto, y tienen recursos. Estamos pasando por una situación que es inédita, en mi historia pasé por la dictadura, las inflaciones, pero nunca había pasado esto. Ojalá no volvamos a la normalidad si la normalidad nos llevó a tanta desolación”, concluyó.