Existe un arduo debate sobre las medidas económicas adoptadas desde fin de octubre, tras las elecciones presidenciales, y sus consecuencias.
La menos favorable es el cerramiento del mercado de cambios, pues dividió al mercado en dos: 1) el oficial, que actualmente abarca a la mayoría de las operaciones, y 2) el marginal, para las transacciones no admitidas, principalmente salidas de capitales y pagos no autorizados por diversas circunstancias. ¿Por qué esto es tan pernicioso si las transacciones marginales son de escasa cuantía?
El desdoblamiento dejó al peso sin ancla cambiaria. Desde la ley de Convertibilidad, sancionada en 1991, el peso fue convertible a dólares, primero a la paridad fija de uno a uno. Luego, a partir de 2002, con libertad de comprar y vender, resultando en una paridad única, orientada por el BCRA. Ese régimen estabilizaba las expectativas respecto del valor futuro del peso, en su conversión a dólares libres, dándole respaldo. Ahora, a partir de las medidas recientes, la cotización del peso queda liberada de toda atadura, y expuesta a los altibajos de normas oficiales y reacciones individuales. Aquellos que volcaron sus ahorros a depósitos bancarios en pesos consiguieron durante un tiempo un rendimiento superior al obtenido con dólares en el exterior. En general, las inversiones de todo tipo en el país fueron alentadas por la garantía de poder salir a un tipo de cambio previsible. Las ventas de los dólares de esos ahorristas impulsaron la acumulación de reservas del BCRA y confirmaron el optimismo en las posibilidades de negocios en el país. La actividad económica tuvo el notable impulso conocido por todos.
A partir del desdoblamiento cambiario, los activos en pesos pierden grados de certidumbre. La consecuencia es menos demanda de pesos y más demanda de dólares. Cuando ese cambio de demandas se materializa sin modificar los stocks respectivos, no puede sorprender la alteración de los precios relativos de tales activos. La cotización marginal equilibra los deseos de los compradores con las oportunidades de los vendedores. El peso se quedó sin respaldo dólar.
Las monedas que no están atadas a una divisa suelen ofrecer un comportamiento acotado de precios (metas de inflación) creíbles y verificables. Además, cuentan con la libertad de cambiarse por otras monedas libremente. En los hechos, también una doble garantía.
En contraste, las monedas que no se condicionan a metas verificables de precios, explícitas o implícitas, sufren una desventaja competitiva. Cuando, además, sufren restricciones cambiarias inesperadas, la moneda es menos demandada y surgen las transacciones marginales o no autorizadas.
Los países que no se esmeran en atraer inversiones competitivas pierden oportunidades. Por eso es importante garantizar la moneda, darle sustento.