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Haddad, el candidato de Lula, arranca con chances

Con el fundador del PT preso y su postulación impugnada por la Justicia, el desafío es que le pueda transferir la voluntad de voto al abogado, ex ministro y ex gobernador paulista al que designó como su sucesor

La Justicia de Brasil clausuró las posibilidades de que Luiz Inacio Lula Da Silva sea candidato a la presidencia del país en las elecciones del 7 de octubre próximo y el fundador del Partido de los Trabajadores (PT) decidió, ya sobre el filo, designar a su sucesor, Fernando Haddad.  Este académico y político paulista de de 55 años que fue ministro de Educación con el propio Lula y su sucesora Dilma Rousseff, además de alcalde de São Paulo, tiene fuertes posibilidades de llegar a la segunda vuelta de los comicios si consigue retener la alta intención de voto de su mentor, bastante superior a la del postulante de ultraderecha Jair Bolsonaro.

Desde la cárcel donde purga una pena de 12 años de cárcel por un controvertido caso de presunta corrupción, el ex presidente Lula estiró hasta el límite su pulso con la Justicia, para seguir instalando su nombre y candidatura. Le dejó a Haddad poco tiempo de campaña hasta la primera vuelta.

Las últimas encuestas de Datafolha e Ibope colocan a Haddad en un discreto quinto lugar, con entre un 8 y un 9 por ciento % de intención de voto frente al casi 40 que ostentaba Lula antes de ser excluido de la campaña. Pero el candidato del PT, poco conocido por el electorado, tiene ahora el viento a favor para lograr captar el máximo número de votos posibles que le son fieles al primer presidente obrero del Brasil.

Haddad cuenta con el apoyo de Lula y la poderosa maquinaria electoral que mantiene el PT, aún después de las causas judiciales por redes de corrupción que involucran a todos los partidos. El paulista dispondrá además del segundo mayor tiempo de propaganda gratuita de radio y televisión, un arma todavía muy influyente en Brasil. El PT tiene también una gran presencia en las redes sociales.

«Con todo esto, es muy difícil que no llegue a la segunda vuelta. Es sólo una cuestión de tiempo que el electorado reconozca a Haddad como el candidato de Lula», estimó Lincoln Secco, historiador de la Universidad de Sao Paulo y autor de «Historia del Partido de los Trabajadores en Brasil».

Uno de sus retos de Haddad será volcar para sí votos del centroizquierdista Ciro Gomes, muy fuerte en el nordeste pobre de Brasil, que concentra casi el 30 por ciento de los votos del padrón electoral. Gomes, también un ex ministro de Lula, está en segundo lugar en los sondeos, con entre el 11 y el 13 por ciento, detrás del ultradechista Bolsonaro (24 a 26 por ciento).

Entre el respaldo y la pérdida de identidad propia

El poder de Lula sobre el partido y su electorado, las frecuentes visitas de Haddad a su celda de Curitiba y el empeño de su entorno en recordar que «Lula es candidato con el nombre de Haddad», desatan las dudas sobre si el ex alcalde de Sao Paulo podrá construir un perfil propio sin resignar el préstamo de prestigio por parte de su mentor.

«En la primera vuelta, Haddad va ser la voz de Lula para mantener un electorado cautivo, pero en la segunda, la tendencia es que gane autonomía y muestre su perfil más moderado dentro del PT», aventuró en ese sentido Thomaz Favaro, analista político para Brasil de Control Risk, una consultora de gestión de riesgos. Especialmente si compite con Bolsonaro: tendrá que seducir a votantes de centro y centroderecha, la mayoría fundamentalistas anti-PT.

Una presidencia complicada

Cualquiera sea el que gane las elecciones –la segunda vuelta es el 28 de octubre– heredará un país con una creciente deuda externa, un rebote débil de su economía y un elevado desempleo. «Cualquier candidato que sea electo tendrá una dificultad enorme para gobernar. Haddad tendría que encontrar un equilibrio entre su espíritu más conciliador y su partido, que tiene un programa más radicalizado que en elecciones pasadas», estima Favaro.

 

Traiciones y delealtades

Otra sombra respecto a Haddad remite a los antecedentes en la región con los designados sucesores de líderes fuertes. Un ejemplo es Ecuador con el actual presidente Lenín Moreno y su mentor Rafael Correa. Otro es Colombia, donde la tensión tiene como protagonistas a los ex presidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos. Los aliados corren por parecidos carriles. La destitución por el Congreso de Dilma Rousseff en Brasil, en 2016, es obra, entre otros, del actual presidente Michel Temer, por entonces su vice y más complicado que ella en causas de corrupción. El historiador Secco cree que la historia de traiciones «es muy difícil» que se repitan entre Lula y Haddad. «Lula constituyó algo como el peronismo en la Argentina y tiene un carisma mucho mayor y un partido mucho más fuerte» que los existentes en Colombia o Ecuador», argumentó.

 

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