El hallazgo de un yacimiento de microfósiles de unos 200 millones de años en la localidad sanjuanina de Marayes, en el departamento Caucete, que son estudiados en el Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de San Juan (UNSJ), aportó 113 nuevos especímenes y una docena de especies desconocidas, las cuales no estaban registradas a nivel mundial.
En el lugar, ubicado a unos 150 kilómetros de la capital de San Juan, se encontraron microfósiles de animales de tamaño pequeño, que vivieron hace unos 200 millones de años.
Los científicos que participan de la investigación señalaron además que el sitio cuenta con una enorme potencialidad, ya que sólo se exploró el 3 por ciento, por lo que “conforma uno de los mejores registros de la paleofauna triásica del mundo” y lo compararon con los fósiles encontrados en Ischigualasto (conocido como el Valle de la Luna, en la misma provincia).
La investigadora Carina Colombi explicó que se trata de un descubrimiento de “un nivel exquisito con individuos de tamaño menor a cinco centímetros, incluidas pequeñas mandíbulas con sus dientes”.
“Este nivel se formó hace 230 millones de años, durante el Triásico Superior y, junto con los yacimientos preservados en la cuenca de Ischigualasto, conforma uno de los mejores registros de la paleofauna triásica del mundo”, aseguró Colombi.
Por su parte, el director del Museo e Instituto de Ciencias Naturales de la UNSJ, Oscar Alcober, declaró que el sitio “es un segundo Valle de la Luna, pero con una fauna distinta”.
Además, Alcober señaló que lo encontrado significa “la posibilidad de conocer qué pasó en el mundo en la prehistoria”, porque estos ejemplares “son los antepasados de los dinosaurios, que vivieron cuando todavía América no se había separado de África y toda la tierra era un solo continente”.
Dado que todos los restos fósiles fueron encontrados en un radio de 80 metros cuadrados, los científicos estimaron que se trata de un cementerio de animales prehistóricos.
Según Colombi, los especialistas se inclinan a pensar que los “restos fueron acumulados por predadores, probablemente del tamaño de una hiena, lo que provocó una selección de presas pequeñas que presentan marcas de mordidas”.
Los investigadores consideraron que el hallazgo de esta cuenca de microfósiles tan variados es útil “para reconstruir cómo se interrelacionaban los diferentes animales, las plantas y el ambiente en el que se desarrollaron”.
Los científicos explicaron que el lugar “se investiga desde hace 13 años”, pero tuvo su explosión en 2012 cuando se encontraron restos de pequeños animales mordidos y desmembrados “que pudieron ser alimento de otros” y se potenció “hace unos cuatro meses cuando en una zona de unos 80 metros cuadrados, apareció un cementerio con unas 12 especies nuevas, a las que ahora hay que ponerles nombre”.