Alejandro Solara / Especial para El Ciudadano
No tiene mucho sentido ya debatir en cuánto influyeron las políticas, decisiones y defecciones de Cristina, Alberto, el sindicalismo, el peronismo en general (si se puede generalizar) y etcéteras en el proceso que entronizó al poder al monstruo. El monstruo está al frente de los argentinos y argentinas, y el dilema es qué hacer ante su gobierno, y en eso ya no puede perdonarse la displicencia, ni de los nombrados -en primer lugar- ni de la nueva camada de dirigentes que encarnan “el cambio” en ciudad y provincia, en no tan segundo lugar, ya que de ellos depende ahora buena parte de nuestro destino.
Podrá decirse en favor de los distraídos que el nuevo inquilino en la Casa Rosada lleva “apenas un mes” de mandato. Estúpido y falaz atenuante: jamás, desde la recuperación (no “retorno”, porque no se recuperó gratuitamente) de la democracia, un nuevo gobierno destrozó en apenas un mes los bolsillos y las expectativas de la inmensa mayoría, de los que lo votaron y de los que no, y en apenas un mes extorsiona a legisladores, intendentes y gobernadores con que, si no se hace lo que ellos dicen (ley ómnibus y DNU destructores de derechos ciudadanos), el ajuste “será peor”.
Tremendo sinceramiento. Ya no es “la casta” a la que se dirigen sus amenazas. Amenazan (tanto el bovocero Adorno, como el endeudador macrista Caputo, como el menemista reconvertido Francos) con que si los representantes del Pueblo (de todos los colores políticos) no votan el empobrecimiento de la gran mayoría, el empobrecimiento será aún mayor para trabajadores (que antes del recambio -valga decirlo- ya venían viendo cómo se licuaban sus salarios) y clase media, que en el mejor de los casos y en las postrimerías de Alberto-Massa calculaba intereses de plazos fijos, y ahora calcula cómo perder menos -meta imposible ya- de sus declinantes ahorros.
Salvo honrosas excepciones, en el Congreso y entre gobernadores priman por estos días la especulación sobre los costos políticos de apuntalar o no al virtualmente autoproclamado emperador nacional aspirante de facultades extraordinarias, a la par de la espuria negociación de migajas en favor de sus gestiones locales, jaqueadas por el “no hay plata” y el clima de época que obnubila lo que manda el sentido común a la hora de recomponer cuentas públicas: cobrarle más impuestos o tasas a los que más ganan, y a otra cosa mariposa, pero eso parece vedado hasta para el más disfrazado de “progre”, porque suponen que la gente votó “cárcel y bala a los negros y choriplaneros” y más riqueza para los ricos, y hay miedo a quedar asociado a la difusa vereda en la que conviven el Estado de Bienestar y sus corrupciones asociadas, no tan difíciles de corregir, si se desea estar del lado de las mayorías populares (los buenos en serio) y no de la “gente de bien”, artilugio para nominar a los garcas dueños de la riqueza, las inversiones y el dinero.
Pero hay otros datos (muchos) que ponen en más que relativo valor el sorprendente apego a la institucionalidad democrática de los condescendientes o escondidos ante Milei: hablamos de una gestión nacional que entre sus últimos hitos se vanaglorió oficialmente este domingo del apoyo de una ignota entidad de empresarios y emprendedores (PEP, ¿alguien la conoce?) conformada en redes sociales y sin personería jurídica el mismo día en que se difundió su improvisado comunicado de apoyo (truchada total); de un presidente que sacó a pasear a su novia en el balcón de la Rosada, que se jacta de que no sólo su pareja es “buena persona” sino que -por sobre todo, según remarcó- “está muy buena”, y que mostró cómo avanzan los caniles para sus “hijos de cuatro patas” en Olivos, con imágenes de sencillas y elementales jaulas de alambre tejido, cuando semanas atrás argumentó que su demora en mudarse a la residencia estuvo motivada por los costosos materiales importados e infraestructura que demandaba el acondicionamiento de la mansión de la calle Villate para sus obesos mastines, valga decir, mascotas antipáticas como pocas.
De más está decir que tamañas obscenidades y mentiras explícitas, si se hubieran producido en “la era K”, hubieran merecido el más enérgico repudio de quienes ahora guardan silencio.
Entendible en el caso del “circulo rojo” de un poder económico que en campaña dudó sobre la sustentabilidad del proyecto del desquiciado con el que -ahora en el poder, ya que estamos- aprovechan y hacen su agosto, dure hasta cuando dure.
Entendible mucho más por parte de periodistas y medios afines que aportaron a la construcción del monstruo y ahora son sus exclusivos y obsecuentes interlocutores (¿aceptará Milei ser entrevistado por otros que no sean sus amigos y asentidores? hasta ahora, ni atisbos de ello).
Es más difícil de entender el silencio (o encubrirlo) por parte de quienes asumieron nuevos (o segundos) mandatos en ciudad y provincia con tributos y elogios a Alfonsín y el legado de la socialdemocracia europea de líderes como Willy Brandt y Olof Palme, y a quienes -a casi 40 años de la valiente decisión de promover el histórico y mundialmente inédito enjuiciamiento a las juntas militares de la dictadura cívico-militar- don Raúl (de estar vivo) les metería una tremenda patada en el culo.