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“Hasta que no limpien la mugre no vamos a pagar más impuestos”

Por Santiago Baraldi.- Vecinos de Empalme salieron a reclamar por obras en veremos. Cuentan que pasaron la madrugada afuera, para ayudar.


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“A los que escriben en el feisbu, que pongan que hasta que no limpien la mugre no pagamos más impuestos”, dice un vecino de Empalme Graneros. La gente se agolpaba ayer  a metros del entubamiento del arroyo Ludueña en la intersección de las calles Olivé y De Angelis, donde las aguas bajan turbias, pero sobre todo rápidas. La mayoría coincidía que el anegamiento de las calles del mítico barrio –que conoce como pocos qué es una inundación–esta vez fue “por falta de zanjeo y acumulación de basura en las bocacalles”. Una mujer mayor, con la heladera sobre ladrillos, mostraba las boletas de sus impuestos al día: “Aquí vino una empresa, Obring, hizo zanjas en dos cuadras y se fue. No vino más nadie, todo quedó a medio hacer”, explicó, molesta. Osvaldo “Lalín” Ortolani, referente histórico y presidente de la Vecinal, estuvo toda la noche junto a 400 vecinos recorriendo y asistiendo a los más golpeados por la intensa lluvia. “Este gobierno abusa de la suerte. Si teníamos un muerto, los vecinos tiraban a un funcionario al Ludueña, seguro”, resumió quien conoce de mil batallas con el agua a la rodilla.

El Ciudadano recorrió junto a Ortolani Empalme, Nuevo Alberdi y Fisherton; asombrado por el comportamiento de la cuenca del Ludueña. A las seis de la mañana de ayer, en el momento más complicado luego de la tormenta, el dirigente vecinal se reunió con el responsable de Hidráulica, Alfredo Manavella, y el reaparecido Marcos Escajadillo, quien fuera jefe de la Defensa Civil. Lalín pidio calma a los vecinos que en la intersección de las calles Juan José Paso entre Carrasco y Larrea cruzaron contenedores para que los colectivos no hagan olas. “Cómo querés que esté la gente, si anoche el agua estaba adentro de los negocios y las casas”, dijo.

Alivio retardado

Ortolani apunta como obra fundamental la imperiosa necesidad de comenzar con el aliviador 3: “Exigimos que se declare la emergencia de esta obra. Cuando en 2007 vimos lo que pasamos, dijimos que la necesidad era comenzar con el aliviador 3; en el 2008 se anunció en los diarios, en 2009 hubo maqueta, en 2010 llamaron a licitación, a principios del 2011 abrieron los sobres; Binner, la última acción como gobernador, el 7 de diciembre del año pasado, adjudica. Y hasta nos dijo: «La primerá obra que va a hacer el gobierno de Bonfatti en enero, febrero, es comenzar con la primera etapa del aliviador 3». Pasó todo el 2012 y nada. Se comieron cuatro años, la obra estuvo presupuestada este año y se comieron la plata. Están haciendo abuso de suerte, porque no hubo muertos. Si hoy hubiéramos tenido una desgracia, hoy lo vecinos estarían tirando funcionarios al arroyo”, explicó molesto ante promesas incumplidas.

Barrios sin control

El referente de Empalme agregó que luego de la gran inundación de 1986 se realizaron obras fundamentales, como la represa retardadora del Ludueña, el aliviador 2, el revestimiento de los tubos. “Una pelea que nos llevó 12 años”, dice Ortolani. La primera prueba de fuego llegó en marzo de 2007: llovieron 319 milímetros en cuatro días: “Nos salvamos de la inundación y pensamos que nunca más”.

Pero no: “Después vino un jugador nuevo, toda la zona de la cuenca del Ludueña, terrenos bajos, lagunas, y aparece la soja, aparecieron los loteos, que el emprendedor compraba en una laguna. ¿Qué hizo para sacar el agua? Un canal. ¿Y adónde va el agua del canal? Al campo de más adelante, y el Estado fue cómplice de eso y en algunos casos socio. Con la excusa que en el 2007 hubo inundados en la zona de Nuevo Alberdi, había que ensanchar el Ibarlucea para sacar el agua de los loteos. No se daban cuenta que estaban engañando a la gente vendiéndoles lagunas, porque por más canales que se hagan está todo saturado. Hay que hacer el aliviador 3, cuya primera etapa es un entubamiento por calle Sorrento para llevar el agua al Ludueña y de allí al Paraná, para aliviar la cantidad de agua que trae el Ibarlucea; al no estar esa obra, esa agua trae retroceso y por eso se inundan Funes, Roldán… Porque dieron libre albedrío, no hay obras y se habilita cualquier cosa”, describió Ortolani con enojo.

Nadar en el Ibarlucea

“A ver si hacen algo”, disparó un vecino de Nuevo Alberdi a un operario de Defensa Civil que se paseaba con un handy y se comunicaba con una retroexcavadora. Desde el puente sobre el canal Ibarlucea, dos jóvenes se divertían tirándose de cabeza, desafiando la correntada y desoyendo las recomendaciones. Les ofrecieron ir con los evacuados que están en la Rural y se negaron: “Al rancho me lo cuido yo, ustedes ocúpense de sacar la basura”, respondió un hombre, dispuesto a quedarse.

Ortolani, conocedor, mira la distancia entre la corriente de agua y la altura del puente. “Está bajando. A las seis de la mañana casi rozaba y ahora bajó 60 centímetros, buena señal”, dijo y miró el cielo: “Ojalá no llueva más…”, imploró.

Lanchas y botes en Fisherton

En Fisherton una lancha recorría la colectora 25 de Mayo, desde Juan José Paso hasta las vías del ferrocarril Mitre. Asistía a familias que no podían salir de sus viviendas. Una canoa hacía lo propio en Córdoba y Donado. Un vecino sacaba con un secador el agua de su negocio silbando el clásico de Charles Aznavour, Venecia sin Ti, el único que mantenía el buen humor. “Nunca se inundó esta zona, esto es inédito, creemos que el agua entro por el Ludueña, a la altura de calle Mendoza”, agregó una mujer que asegura que hace 70 años vive en el barrio residencial. Sánchez de Loria, desde Córdoba hacia Mendoza era un verdadero río, y de los autos estacionados sólo asomaba la mitad. “Nos pasamos toda la noche recorriendo las bocas de tormenta para destaparlas y sacar la mugre. Lo hicimos nosotros, no apareció nadie a dar una mano. Los vecinos nos arremangamos y nos ayudamos”, señaló el dueño de una ferretería mientras una muñeca de trapo, pasaba flotando, sucia, rumbo a una alcantarilla.

Casa cayó al arroyo Saladillo

En avenida Circunvalación, donde termina calle Lamadrid, una vivienda cayó sobre el arroyo Saladillo. Afortunadamente no se registraron víctimas, pero la familia que allí vivía perdió todas sus pertenencias.

Tras el hecho, vecinos cortaron el tránsito en Circunvalación a la altura de calle Lamadrid, para hacer oír sus reclamos. Según manifestaron, protestaban por las obras incumplidas desde hace tiempo (mantenimiento y reestructuración del brazo del arroyo Saladillo), madre de todos los males en la zona y “lo que provoca las inundaciones del barrio cuando llueve”, relató Graciela, vecina del lugar.

“Ya nos inundamos la anterior lluvia fuerte que cayó sobre Rosario –hace bastante poco– y vinieron desde la Municipalidad a prometernos las obras. Nada de eso sucedió y hoy lamentamos que una familia perdió toda su casa”, disparó Mirta, otra vecina del lugar

El edil Alberto Cortés sostuvo al respecto: “Hace tiempo que venimos reclamando que se hagan las obras en el barrio y siguen incumpliendo”, dijo el edil que nuevamente se arrimó al barrio para colaborar “en el flagelo que nuevamente sufren los vecinos ante una nueva tormenta que azotó sobre la ciudad”.

En La Florida, cedió parte de la barranca con 3 casas

Cerca de la una de la madrugada, en el barrio de pescadores de La Florida, donde habitan 60 familias, un sector de la barranca cedió, y en un abrir y cerrar de ojos un lodazal arrasó con tres casas.

“Se me vino encima toda la pared”, decía Valeria en la tarde de ayer. Desconsolada, entre lágrimas contó que a ella y a sus tres hijos, de entre dos y cuatro años, los rescataron los vecinos. “Se salvaron de milagro”, dijeron –sin exagerar– los propios socorristas.

Ramón hace 40 años que vive en el barrio y nunca vio algo semejante. Su casa quedó completamente destruida, y él rescató de entre los escombros a su mujer y a su hijo. “Mi señora estaba llena de sangre y barro. La saqué como pude: cuando sentimos el estruendo, mi hijo se tiró arriba de la madre. Él la salvó”, relataba ayer en una corta pausa. Es que junto con sus vecinos, no paraba de remover pedazos de lo que fue su vivienda: debajo había quedado sepultado uno de sus perros. “Es la perrita”, decía. Y al remover lo que fue una puerta, la sacaron: había estado 10 horas sepultada. Y salió moviendo la cola.

Al parecer, alguien hizo una contribución para que la barranca terminara cediendo. Arriba, un vecino más rico hizo hacer una pileta, y desagota, precisamente, en la barranca: “Yo le fui a decir a la señora que no tirara más agua. ¿Sabe qué me contestó? Que no puede hacer nada contra la gravedad”.

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