Nunca fue normal y por eso sorprendió hasta en la despedida. Se fue Gustavo Lafranchi, jugador, entrenador, relator, loco del básquet, y loco, por sobre todas las cosas. La noticia duele, impacta, te deja sin reacción ni palabras, ni explicaciones, como si encontrar una explicación pudiera matizar la pena.
Gustavo Lafranchi fue y será uno de esos personajes pintorescos del básquet de la ciudad y de su amado Sportivo Constitución, en donde jugó, con “vincha y cabellera al viento” como solía bromear. Era un tiempo de identificación profunda con los clubes y a Gustavo le sobraba pertenencia, algo que se notó hasta en las últimas polladas de la Cueva en las que fue el asador. El “Desnutrido” contaba que tiraba de tres puntos cuando no había tres puntos, y que tantas veces esquivaron el descenso con su club.
Como entrenador tuvo varios ciclos en la institución que más quería, con interminables anécdotas, grandes campañas y otras no tanto, y una capacidad enorme para formar grupos de amigos y como técnico potenciar a sus dirigidos y descomprimir situaciones con tan sólo una palabra.
Espontáneo, sincero, buen tipo, dejó su sello en varias instituciones, porque un club es un club y la buena gente es buena gente. Así en Fisherton o en Temperley, o en donde sea (vale oficina de trabajo también) podrán contar lo mismo que en la Cueva.
En el último tiempo se reconvirtió al periodismo, con la conducción radial junto a sus hijos y el relato de básquet. Con su estilo particular siempre dejó una marca. Cada uno podrá contar alguna anécdota con Gustavo, y cada ámbito tendrá el recuerdo de sus locuras.
El tiempo hará que el dolor de su querida China, sus amados hijos, toda su familia y amigos, se transforme en un recuerdo gracioso. Porque así fue él y porque así lo hubiera querido.
Hasta siempre Gustavo