Eran las 7 y todo era silencio y calma en Progreso, un pueblito santafesino de 3.500 habitantes. Es que este sábado despedían a su ídolo, ese jugador que rompió las redes del club San Martín, que lucía su casaca tradicional roja y negra a rayas y que con su número 9 en su espalda gritaba cada fin de semana los goles que después mudó a Europa.
Casi todo el pueblo llegaba despacito y en silencio al club San Martín, que modificó su escenografía para poder saludar por última vez a su gran «Tanque», como le decían en este pueblo del departamento Las Colonias.
Nadie quiso quedar ausente. Chicos y chicas de la mano de sus papás o abuelos llegaban en silencio sin gritar ni correr y sin murmurar nada. Todo fue absoluto silencio, mientras la prensa, por decisión de la familia, aguardaba detrás de una valla sin poder tener acceso a la entrada, que era celosamente custodiada por personal de seguridad. Hasta dos o tres perros vagabundos fueron corridos del lugar cuando querían ingresar al club.
Las horas pasaban y el momento más dramático llegó cuando se hicieron las 15 y el cuerpo de Emiliano Sala dejó por última vez su lugar donde creció y progresó futbolísticamente. Un cordón de chicos y chicas con los colores del club y un interminable aplauso de más de 500 personas se escuchó a cada paso del féretro, que fue llevado por sus hermanos y padres. Progreso despidió por última vez a su número 9, un adiós que fue de muy pocos y que conquistó al mundo entero.
Las 10 imágenes del último adiós a Emiliano Sala