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Hay cuenteros de los buenos



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El Movimiento Rosarino de Narración Oral integra a ocho grupos de artistas que recorren escuelas, bibliotecas, teatros y parques de la ciudad con la palabra como bandera. “Contamos por la pasión”, dice uno de sus animadores.

cuentosdentro

“¿Cómo empezamos todo esto? Por las ganas de contar. Si no tengo ganas de contarte una historia que me conmueva y quiera compartirla no hay posibilidad de la narración oral”, cuenta Cristian, y contar deja de ser sólo un verbo y teje historias para quien quiera escuchar: niños, adolescentes, grandes y más grandes. “Y contamos por la pasión”, agrega Adriana.

Christian Álvarez y Adriana Felicia son dos de los fundadores del Movimiento Rosarino de Narración Oral o, como le dicen ellos, el Moronao, un colectivo de narradores que surgió hace diez años para nuclear a los distintos grupos que contaban historias a lo largo y ancho de la ciudad.

“Moronao comienza como una forma de empezar a organizarse para dar a conocer en Rosario lo que es la narración oral como un arte. Veníamos trabajando individualmente como islas, entonces nos juntamos para potenciar nuestro trabajo. De hecho tampoco existía como arte reconocido en los ámbitos municipales y estatales y en estos diez años también hemos trabajado en este sentido”, explica Adriana.

La narración oral, cuenta Cristian, es la posibilidad de llegar al otro desde las palabras. A diferencia del teatro, los títeres u otras puestas en escena, que pueden utilizar recursos como el cuerpo o los objetos, en la narración oral “contar es dibujar con palabras, como proyectar una película a través de la voz”, argumenta Adriana. La narradora se acercó a la disciplina artística cuando vivía en Italia “a través de los «cantahistorias» que andaban deambulando por la ciudad contando cuentos”. Cristian, en cambio, llegó desde el teatro a partir de una obra para adolescentes.

El Moronao hoy está integrado por ocho grupos: Sarna con Gusto, Los Nadies, Cuentos Rodantes, Las Cuenta Cuentos, En Cuento, La Génesis, Mariposa Andariega y Tarambana. Entre sus principales actividades están los ciclos que organizan todo el año en coproducción con la Municipalidad de Rosario en escuelas de la ciudad, bibliotecas populares, el parque Urquiza y, desde hace unas semanas, en el Museo de la Ciudad.

Las funciones son “a la gorra” y los narradores hacen hincapié en la importancia de la valoración del proceso de trabajo en esta instancia.

“Hay un concepto de la gorra que está desvirtuado. Para nosotros es importante que se entienda que estamos presentando un producto hecho con trabajo, respeto y muchos años de experiencia. Hay un proceso que se pone en escena. El pago de la gorra viene a reconocer todo ese trabajo que se está viendo. Somos trabajadores como cualquier otra persona”, subraya Adriana.

Con relación al público los narradores sostienen que si bien la narración oral se asocia a los niños, el Moronao apunta a todas las audiencias.

“El público adulto es más complicado; viene con esa idea de «a mí no me van a contar un cuentito». Por eso abrimos este espacio pensando en un abordaje que incluya a los adultos y adolescentes. Y cuando trabajamos para los niños, en realidad es para toda la familia: los grandes están ahí y escuchan. Las historias son para todos”, concluye Cristian.

Durante enero y febrero los espectáculos de Moronao se realizan con buen y mal tiempo los sábados a las 19 en el Museo de la Ciudad y los domingos a la misma hora en el parque Urquiza.

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