Considerar a la esterilidad una enfermedad ha permitido encuadrarla en el derecho a la recuperación de la salud, lo que obliga al Estado y a los particulares a dar cobertura de tratamiento a las personas afectadas. El Ciudadano consultó a Carlos Morente, médico ginecólogo, especialista en medicina reproductiva, para quien “la infertilidad debe considerarse una enfermedad”.
“Siempre la hemos definido como la imposibilidad que tiene una pareja para concebir un hijo después de intentarlo en forma natural por espacio de un año. También sabemos que la capacidad de reproducirse es un principio natural de la especie; por lo tanto, cuando está bloqueada esa capacidad por algún factor, estamos frente a un padecimiento”, amplió el médico.
—Ante la infertilidad de la pareja, ¿existen diferentes métodos?
—Hay muchos métodos a los que podemos apelar. Desde los más simples, como entrevistas en consultorio e indicaciones comunes de hábitos personales, hasta los más desarrollados como la fertilización asistida de alta complejidad con la cual le extraemos el óvulo a la mujer, lo fertilizamos en laboratorio, lo dejamos crecer unos días y lo volvemos a colocar en el útero de la mujer.
—¿El ser humano tiene una fertilidad limitada?
—La tasa de eficiencia natural en una pareja sin problemas es de un 20 por ciento a un 24 por ciento por mes. Es probable que esa fertilidad limitada se deba a lo limitado de nuestros conocimientos a la fecha. Sabemos que en la reproducción hay elementos que podemos estudiar y comprender, mientras que hay un enorme vacío dentro de la reproducción al que nosotros no hemos podido llegar todavía.
—¿Y los resultados que ustedes obtienen con las técnicas de fertilización asistida?
—Con los métodos de tratamiento de parejas infértiles la probabilidad de embarazo varía entre un 15 por ciento y un 50 por ciento, según el método utilizado y según el tipo de problemas que la pareja presente.
—¿Desde cuándo usted se dedica a este tema?
—Me acerqué a la medicina reproductiva por los años 80. Estaba haciendo un ‘fellow’ en Estados Unidos justo cuando comenzaban con los tratamientos de alta complejidad. Coincidió mi presencia, en ese lugar, en los albores de esta nueva etapa de la medicina reproductiva, y aprendí esta práctica que traje a la Argentina. Por el año 83 empezamos a trabajarla en Rosario.
—Usted ha asistido desde el nacimiento de las técnicas aplicadas a la medicina reproductiva hasta hoy. ¿Cómo evalúa los nuevos conocimientos aplicados, las nuevas técnicas, los nuevos tratamientos?
—Es apasionante porque ante los nuevos logros surgen nuevos desafíos. Con la fertilización asistida, es decir, la fertilización in vitro, era la primera vez que nos enfrentábamos al óvulo, la primera vez en la que aprendíamos a estimular en forma distinta a una mujer, a la que teníamos que controlar todos los días. Era la primera vez que veíamos cómo un espermatozoide entraba en el óvulo. La primera vez que veíamos desarrollar un embrión. Cada logro implica nuevos desafíos: debemos mejorar la calidad de ese embrión logrado; debemos mejorar su crecimiento y control, y allí aparece el segundo hito: el famoso ICSI (inyección intracitoplasmática de espermatozoides, del inglés intracytoplasmic sperm injection), que es la inyección del espermatozoide en el óvulo. Porque nos enfrentábamos a casos en los que el espermatozoide no podía entrar, porque el óvulo no lo permitía o porque el espermatozoide no era capaz. Seguimos adelante y aparece el tercer hecho trascendente en la reproducción humana, al día de hoy: el aprendizaje de cómo conservar a estas células fuera del cuerpo mediante la congelación, la criopreservación. Congelar una célula y guardarla para mantener intactas todas sus capacidades biológicas. Éste es un logro reciente que disponemos en la clínica desde hace alrededor de tres años. Este avance permite que a pacientes con determinados problemas, como ser que estén transitando por un cáncer y tengan que someterse a tratamientos con drogas agresivas, o por problemas sociales no puedan embarazarse, se les conserva su capacidad reproductiva para esperar el momento oportuno.