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Hebe Uhart: una intacta capacidad de asombro

En ocasión de la presentación de sus relatos completos en Rosario, la recientemente fallecida escritora argentina hablo de la construcción, el tono y el final de sus cuentos y de un "modo de mirar que produce una forma de decir"

A través de paisajes y personajes sencillos y sobrios pero ilustrativos de las condiciones en las que pueden interactuar, los relatos y novelas de Hebe Uhart signan tensiones en una adecuada mezclar de ternura y fascinación y comprometen al lector como testigo de cierta extrañeza al contar sucesos cotidianos que sin embargo se vuelven misteriosos o intrigantes. “Hebe Uhart se ubica entre aquellos escritores donde un «modo de mirar» produce un modo de decir”, asegura Elvio Gandolfo en la contratapa de los Relatos reunidos, la edición con que Alfaguara compila gran parte de la obra de la autora. Y no hay dudas de que así funciona la lectura de los textos de Uhart: el lector no tendrá escapatoria y el impulso de no abandonar la lectura seguirá hasta el final. En estos Relatos reunidos hay materiales de los libros de cuentos Dios, San Pedro y las almas, El budín esponjoso, La luz de un nuevo día, Guiando la hiedra y Del cielo a casa, entre otros. También están las novelas Camilo asciende y Señorita. Hebe Uhart estuvo en Rosario para la presentación del libro. Fue la ocasión para conversar sobre aquello que comprenden sus relatos, lo que develan y lo que los anima, los tonos de los que se vale y la señal que los da por terminados. Por supuesto, la charla se contamina de sus experiencias personales y de su “modo de mirar” el mundo, fundada en una intacta capacidad de seguir asombrándose. Contando el cuento acerca de aquello que aparece primero en sus relatos y que enciende el motor para su desarrollo, Uhart menciona algunos disparadores principales. “En general son imágenes, de una persona o de una situación o de un estado de ánimo que me puede llegar a impresionar, en general es una imagen pero también un cuento puede venir de otro cuento, de algo que te contaron, puede nacer de una experiencia particular o de algo que te cuenta otro, en general la gente cuenta muy largo y uno escucha lo que piensa que le puede servir, no escucha todo el relato, escuchás lo que te interesa. Tengo una amiga que vive en Moreno con la que en los años 70 pertenecimos al Movimiento Cristiano de Liberación; esta amiga tiene otros amigos que querían vivir como los cristianos primitivos y se fueron a vivir al sur; eran profesores los dos y se fueron a vivir de la caza y la pesca, de la naturaleza, la educación primaria a los hijos se la daban los padres, los chicos hasta aprendieron a volear avestruces (risas); pero he aquí que los más grandes eran buenos para el fútbol, entonces vienen a jugar al fútbol a un club porteño y finalmente terminan jugando en Dubai junto a un hermano, un presente que ya no tenía nada que ver con lo que ellos eran o hacían de jóvenes; es una historia hermosa para trabajar, vista desde un chico que lo ponen a vivir como un cristiano primitivo y termina en otro mundo; esa historia mi amiga me la va a contar con una serie de referencias, pero yo las obturo y tomo lo que me interesa, los datos concretos, y tal vez le pregunte si tiene alguna idea de cómo ellos se engancharon en el fútbol y cómo fue que se abrieron de la familia, eso sería un lindo relato, un relato de cambio, de padres que tienen el sueño de vivir como cristianos primitivos y los hijos viviendo en la fastuosidad de un lugar como Dubai, hay vidas increíbles en este país”.

Tela para cortar

Uhart dicta talleres de escritura desde hace ya un tiempo; allí suele invitar a algunos escritores noveles que llamaron su atención. “Invité a mi taller a una chica que se llama Inés Acevedo, que tiene mucho para escribir porque se crió en una familia rarísima, si quisieras saber a qué clase social pertenece sería difícil determinarlo, no lo sabe ni ella; durante la infancia los padres se quisieron ir a vivir al campo, el padre tuvo campo pero luego fue decayendo y terminó como peón de campo, por su inoperancia cayó a pique, pero fijate que en esa casa no se mataba ni una gallina, la hija, ahora escritora, cuenta que comían pollos y gallinas viejas, nunca mataban animales jóvenes; tenían una ruta cerca donde los autos a veces atropellaban alguna vaca o toro, a los que tampoco tenían en corrales, y tenían que afrontar una gran cantidad de juicios que los llevaron a la ruina; esta chica tiene una vida increíble, vivían en un rancho de adobe y su experiencia es muy rica; su padre, que es una persona rarísima estaba muy interesado en la meteorología, en realidad por saber si llovía o no y se pasaba el tiempo arriba del molino mirando; además la plata en esa casa nunca importó, pero ella cuenta que de chica le interesaba tenerla para comprarse algo, lo que quería tener era una familia sensata (risas); ahora ella escribió un libro de memorias de la infancia porque tiene mucha tela para cortar, porque el cuento se hace con el quiebre entre lo que la gente piensa y lo que le sale, entonces ese quiebre entre lo que se quiere y después sale es muy bueno para el cuento, la gente se propone algo pero después le sale otra cosa, y en esa casa había miles de quiebres”.

Buscando el tono

El tono de los relatos de Uhart es también el relato mismo, sobre cómo lo obtiene, si está a su alcance de inmediato o le cuesta encontrarlo, Uhart señala: “Tener el tono es tener el cuento, tener la voz de los personajes, de la forma que hablan, cómo dicen sus cosas. Te cuento como hice en Turistas y viajeros, el libro que me publicó Adriana Hidalgo, el cuento de una inmigrante paraguaya, porque la editorial, de los 12 cuentos me aceptó cinco o seis, otros me los hizo rehacer, un poco me humilló, pero luego me los puse a hacer otra vez y me pidieron que haga uno de un turista extranjero en Buenos Aires e hice uno de un turista alemán; pero te cuento como hice el de la paraguaya, yo conozco Asunción y los paraguayos me interesan y me gustan, me gusta esa mezcla de guaraní y castellano que tienen, entonces llamé a dos señoras paraguayas del barrio para tomarles el tono de su lenguaje, una no me sirvió porque era más urbana y yo quería que fuera más campestre, otra cosa que hice fue comprar diarios paraguayos y de Asunción para captar el lenguaje, porque el lenguaje de los paraguayos tienen una composición distinta a la del castellano, no dicen por ejemplo «Una ladrona de coches», dicen «la robacoches», o por ejemplo al barrio que está cerca del lago Ipacaraí le dicen «el barrio miralago», y a los gays de Paraguay, les dicen «paragay», a una mujer rara, misteriosa le dicen «la mujer tinieblas», entonces vos vas tomando el lenguaje, el modo de arrimar las palabras; también leí (Augusto) Roa Bastos que es muy potente, no hay esa potencia en ninguna escritura de América latina, y también leí textos de paraguayos no tan buenos, medianos, para ver las expresiones, para ver cómo se manejan, con todo eso me fui armando una migrante, después le inventé una hermana medio contrabandista, pero básicamente con esos elementos y la historia de una señora que me interesó me armé un relato; al cuento del alemán lo compuse porque conozco Alemania y sé algunas cosas, pero también me fui a Florida (la calle porteña) a observar como miraría un alemán, y en realidad ve que todos los porteños van vestidos color gorrión, todos oscuritos, y además la hija de una amiga me contó cómo era su novio alemán; son muy extraños los alemanes, tienen algo de locos, les chocan las imprevisiones nuestras, nosotros decimos: «vamos a ver…» y ellos eso no se lo bancan «¿vamos a ver qué?», preguntan, ellos quieren concretar, así que con todo eso me hice un alemancito”. Desde adentro Algunos escritores necesitan inmiscuirse en el contexto donde situarán sus criaturas. Uhart pertenece a ese segmento. “Yo tengo que ver las cosas funcionando, tengo que ver al alemán en Buenos Aires, lo hago ir al abasto a comprarse zapatos para bailar tango, los trajes para el tango, veo una orquesta de tango con músicos de origen armenio, polacos, una babel, entonces voy poniendo en el relato esos detalles que me llamaron la atención, los alemanes usan el lunfardo inconvenientemente, como los chicos, donde no tienen que usarlo, lo usan”, acota Uhart. La autora suele valerse de una terminología un tanto extraña para darles voz a sus personajes, muchas veces es la de personajes que vienen del campo a la ciudad, se trata de una terminología que aparece como desusada pero que es eficazmente descriptiva y colorida: “Son cosas que yo he escuchado. Tuve una señora muchos años en mi casa que era chaqueña y tenía expresiones como: «yo avanzo por la vida sin pordelantear a nadie», a mí me llamó la atención porque la expresión era clarísima en lo que significa; tenía cosas muy interesantes, decía «delo por perimido» cuando se refería a un novio que yo tenía que se psicoanalizaba y daba vueltas para todo; a través de ella indagué mucho en el habla de su provincia, no solamente en el lenguaje sino en cómo procesan las cosas, diferente a cómo piensan los sectores medios sobre la inmediatez de las cosas”.

Llegando al fin

El momento de concluir un relato suele presentarse como un aspecto a domesticar, ¿se sabe o no cuándo hay que terminar, qué cuestiones lo señalan? “El final es la parte más difícil –dice Uhart–, dar el remate es lo más difícil, los mejores finales tienen que salir del propio texto, tienen que salir como si nada, tienen que devenir del texto, no deben ser golpes de efecto, nunca me han gustado, da mucho trabajo el final pero tiene que salir solito, salir del contenido, es lo que da más trabajo. Siempre trato de que se adecue a lo que viene antes, yo no fabulo tanto, para escribir hay que dejar que vengan las cosas solas, la obsesión no sirve mucho, eso de «no tengo el final» no sirve, hay que hacerlo con tranquilidad y esperar, todo se reduce a una cuestión de espera, la construcción te trae problemas y dificultades, como saber qué vas a usar y cómo, la escritura es una artesanía para mí, hay que terminar la tarea a cómo dé lugar y mucha gente cree que todo es placer y en realidad es mucho trabajo. Y en eso entra la literatura”.

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