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Hepatitis: las sombras sobre su curación quedaron atrás

Por Antonio Capriotti

cienciadentro

La hepatitis es la inflamación del hígado. Es una de las consultas más frecuentes que reciben los especialistas. Para el doctor Fernando Bessone, hepatólogo y ex presidente de la Asociación Argentina para el Estudio de les Enfermedades del Hígado (AAEEH), la hepatitis “es la enfermedad por la que nos sentimos atraídos”. Durante mucho tiempo la hepatitis era el terreno a investigar rodeado de dudas. No se podía tratar. “Sabíamos que existían hepatitis crónicas que no tenían ni nombre ni apellido”, afirma Bessone.

A fines de la década del 80 comenzaron a vislumbrarse los avances en esta enfermedad. Quienes se dedicaban a investigarla fueron testigos del nacimiento de la hepatitis C, en 1989. A partir de esa fecha comienza otra historia.

En enero de todos los años, el profesor Patrick Marcellin organiza en París la Reunión Anual de Hepatitis. Es el acontecimiento científico sobre la enfermedad donde se reportan todas las novedades producidas en el mundo. “Este año tenía un especial incentivo –afirma, Fernando Bessone, asistente–, ya que estamos en el inicio prometedor del nuevo tratamiento de la hepatitis C”.

Hasta hace poco tiempo las hepatitis C se trataban con interferón + ribavirina + telaprevir o boceprevir, el llamado triple esquema. El interferón produce efectos adversos. La remisión era de un 50 por ciento de respuestas positivas. Hoy se ha dado un paso importante: “Podemos pasar a una resolución de un 95 por ciento de los casos con dos pastillas. Estas dos pastillas ya fueron aprobadas por la Food and Drug Administration, la conocida FDA de Estados Unidos, por lo cual ya podemos tratar los genotipo 2 y 3 de la hepatitis C con esas dos pastillas; y curarla en 12 semanas en casi el ciento por ciento de los casos”, afirma Bessone, y anticipa: “Además, durante 2014 se van a ir aprobando otras moléculas que vienen en asociación con el sofosbuvir para tratar al genotipo 1, la forma de la enfermedad más difícil de tratar, con una tasa de curación mayor al 90 por ciento en 12 semanas de tratamiento para algunos casos, y de 24 semanas en otros”.

—¿Por qué la hepatitis C es la causa más frecuente de trasplante hepático del mundo?

—Porque entre un 20 y un 30 por ciento de los pacientes infectados con el virus C van a la cirrosis. Si asumimos que existen unos 200 millones de infectados en el mundo, tendríamos 50 millones de personas que van a la cirrosis, de las cuales un alto porcentaje termina o en un hepatocarcinoma o, descompensándose, requiriendo un trasplante hepático. Ésta es la causa de la gravitación que tiene la hepatitis C, lo que demanda de la ciencia médica y de la investigación básica y clínica un esfuerzo mayúsculo para encontrar respuestas terapéuticas para enfrentarla con éxito; y evitar que los pacientes que la padecen lleguen a la cirrosis y en un porcentaje al hepatocarcinoma, o que al descompensarse la cirrosis lleve al paciente al trasplante hepático.

—¿Qué pasa con los pacientes que se curaron de la enfermedad en fase cirrótica?

—Todavía no tenemos una palabra definitiva. No sabemos cuál va a ser la evolución de estos pacientes en el tiempo.

—¿Al no haber pasado el tiempo suficiente?

—Tal vez. Seguramente es factible que disminuya la tasa de evolución hacia el hepatocarcinoma. Pero a la fecha carecemos de datos confiables.

—¿Cómo se contagia la hepatitis C?

—Si entra sangre del portador de la misma al organismo de otra persona. Algo contaminado con sangre. Transfusión o un pinchazo que tenga una buena presencia de sangre. Tiene que entrar sangre al organismo.

—¿Es una enfermedad profesional?

—Sí. Médicos, enfermeras, profesionales de la salud, son personal de alto riesgo; y no tenemos vacuna.

“Es oportuno aclarar que hoy las medidas de cuidado son altas y eficientes, tanto en los bancos de sangre como en las prácticas de médicos, enfermeras, odontólogos y otros profesionales de la salud”, revela Bessone. Al tiempo que destaca que ya no ven a los heterosexuales con hepatitis aguda C. Y que la hepatitis aguda C tiene una tasa de curación espontánea del 20 por ciento. Son los pacientes que tienen anticuerpos positivos pero el virus no se encuentra en su análisis. En esos casos se espera hasta las 16 semanas. Si el paciente tiene el virus, se le administra interferón. Sólo con este tratamiento la tasa de curación llega al 90 por ciento. Pero si la hepatitis C se hace crónica, la tasa de curación baja al 50 por ciento.

—¿Las otras hepatitis?

—La hepatitis A está prácticamente erradicada, con lo cual se bajó el índice de trasplante hepático en los chicos a causa de hepatitis fulminantes. Este es un logro importante de la salud pública, ya que a partir de 2005 se incluyó en el Calendario Nacional la vacunación obligatoria después del año de vida.

—¿La forma de transmisión?

—Materia fecal que contamina las aguas. Se debe, sobre todo, a la falta de infraestructuras, de cloacas. Y al uso de agua contaminada para regar vegetales que luego se ingieren crudos.

—¿Cómo se trasmite la hepatitis B?

—Tiene un alto grado de contagio sexual. El virus de la hepatitis B contagia más que el VIH. Tanto el fluido vaginal como el semen tienen un alto contenido del virus.

—¿Otra hepatitis?

—La hepatitis E. Parecida a la A, da picazón, una forma de retención de sales biliares. Casi no la vemos en Argentina. En general se curan y no derivan hacia formas fulminantes. Hay estudios contundentes en Argentina que describen que han sido hallados anticuerpos. La hepatitis E aparece en la India, a fines de la década del 50 después de una gran epidemia. Es, sobre todo, epidémica.

—¿Las hepatitis que hace años eran caratuladas como no-A, no-B?

—Esas denominaciones se mantuvieron hasta que fueron identificados los virus C y E. La no-A y no-B, de origen postransfusional, pasaron a llamarse hepatitis C y la no-A no-B epidémica pasaron a ser la E. Esta identificación aportó muchos beneficios. Hoy contamos con determinaciones de laboratorios para detección de los virus y se las puede pesquisar con más facilidad.

Registro a nivel global

Fernando Bessone coordina la sección latinoamericana del Registro Hispanolatinoamericano de Hepatoxicidad. Un convenio con la Universidad de Málaga permite llevar adelante el registro desde nuestro país. “Presentamos en el congreso de Amsterdam los primeros 100 casos el año pasado. En la región hay países que colaboran más y otros que tienen algunas dificultades para el registro y la comunicación”, señaló el especialista.

El registro está abierto para recibir los reportes de hepatotoxicidad que se hayan producido en los diferentes países. Por otro lado, el registro asienta los datos de la fármaco genética: con ella se identifica a la persona que pueda contar con antecedentes de una vía metabólica típica y que puede llegar a producir una toxicidad hepática sin sospecharlo. Argentina está a la cabeza de la cantidad de muestras enviadas ya que muchos hospitales del país han contribuido a tal fin. “Junto a las muestras españolas se las envían a Newcastle, Gran Bretaña, donde funciona la central de estudio de fármaco genética de estos fármacos. Es un proyecto de un altísimo potencial. Estamos a punto de dar la primera comunicación de cerca de 200 casos”, expresó Bessone.

Por otro lado, se van juntando los casos de hepatotoxicidad reportados por tipo de drogas que la hayan causado. “En Rosario hemos hecho un trabajo documentando casos de hepatotoxicidad por ciproterona. Lo enviamos al congreso de Londres a realizarse en abril de 2014, donde lo están evaluando. Es la serie más alta que va a tener la literatura mundial sobre toxicidad por ciproterona, que es un derivado de la progesterona, una droga antiandrógena que se utiliza para tratar el cáncer de próstata avanzado, con buen resultado pero que produce, en un pequeño porcentaje, la hepatotoxicidad”, indicó.

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