El operativo se llamó Rosa Blanca. El color en alusión a la cocaína y la flor porque así se llama una de las hermanas de Roberto «Pimpi» Caminos, mítico líder de la barra brava de Newell’s asesinado en marzo de 2010. Seis años después del crimen, los federales hicieron más de 20 allanamientos en zona sur para desbaratar una banda de narcomenudeo que, según la acusación, era liderada por Rosa Anahí Caminos. Junto a la mujer, quien entonces tenía 46 años, cayó una joven de 24 señalada como su proveedora y otras 12 personas, entre las que se encontraban el esposo, dos hijos, un yerno y una nuera de Rosa. El juez federal Marcelo Bailaque procesó a 11 de ellos, y esta semana dio por terminada la investigación y elevó la causa a juicio oral y público. El operativo de marzo de 2016 marcó un punto de inflexión en el precario equilibrio del territorio en ese sector de la zona sur. Tras los allanamientos, el crimen de Mariela Miranda, días después, fue el inicio de una disputa sangrienta entre los clanes Caminos-Segovia contra los Ungaro-Funes (Miranda era madre de dos de estos últimos) que dejó al menos medio centenar de muertos.
De acuerdo con el requerimiento de la Fiscalía Federal N° 2 de Rosario a cargo de Claudio Kishimoto, la organización que lideraba Rosa, dedicada al tráfico ilícito de estupefacientes, funcionó desde junio de 2013 hasta marzo de 2016, fecha en que la División Antidrogas de la Policía Federal de Rosario hizo 22 allanamientos en los barrios Tablada, Municipal, Saladillo y Villa del Tanque, todos de zona sur. La banda comercializaba unos 30 kilos de droga por semana, con un valor de venta de tres millones de pesos, en los seis puntos de venta detectados, con una singular modalidad de aviso a su clientela: cuando había mercadería disponible colgaban una percha en la puerta del punto de venta.
Los pesquisas establecieron que los 11 imputados ocupaban diferentes estamentos y funciones: unos contactaban a los proveedores, otros organizaban la logística de los puestos de venta y de otros lugares en donde se acopiaba el estupefaciente y se manejaba el dinero de la organización. También había personas dedicadas a la seguridad de la banda.
Según informó la Fiscalía, en base a pruebas colectadas le endilgó a Rosa Caminos y Antonella Agüero la calidad de organizadoras de la banda, como así también la tenencia de estupefacientes y el comercio de los mismos. Según el procesamiento, Antonella era quien proveía de droga a Caminos, quien luego las volcaba a sus bocas de expendio.
También irán a juicio Rubén «Curu» César, de 54 años y esposo de Rosa; los hijos de la mujer Yair «Gordo» César y Joana César, de 21 y 31, y sus respectivas parejas: Rodrigo «Pescado» Benítez, de 27 y Naila Orellano, de 25 años. Completan la banda José «Chueco» Jofré, de 43; Claudio «Perro» Flores, de 45; Gustavo «Gusty» Guerrero, de 34, y Hernán Agüero, de 30. Todos como «coautores de comercio de estupefacientes agravado por la intervención organizada de tres o más personas».
Otras tres personas fueron acusadas como partícipes necesarios de tenencia, “al haberse probado que ejecutaban las órdenes” de Rosa y “distribuían la droga en los distintos puntos de venta”.
Cuatro imputados más fueron encausados como coautores del delito de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, en virtud de haber vendido la droga en las distintas bocas de expendio que poseía la organización, al tiempo que se le atribuyó a otra mujer la participación necesaria en tal delito, al haberse probado que colaboraba en la distribución de estupefacientes en los distintos puntos de comercialización. Finalmente, otro de los imputados deberá responder como autor del mismo delito que sus consortes de causa, por haber realizado tareas de seguridad y resguardo de los estupefacientes en los puntos de venta.
El pedido de la Fiscalía fue receptado por el titular del Juzgado Federal N°4 de Rosario, Marcelo Bailaque, quien dispuso la clausura y la elevación a juicio de la investigación.
La hermana
Rosa Caminos es una vieja conocida de las crónicas policiales, primero a partir del protagonismo de sus hermanos varones en la pesada de Newell’s y luego por ataques que dijo haber sufrido en su vivienda lindera con el barrio Municipal. Roberto, alias Pimpi, fue casi una década líder de la barra leprosa hasta su desplazamiento en diciembre de 2008 luego de que el entonces presidente del club Eduardo J. López perdiera las elecciones. Pimpi sería asesinado en marzo de 2010 en el bar Ezeiza de la zona oeste.
Por el caso fueron condenados tres jóvenes, además del sucesor de Pimpi en el paravalanchas, Diego «Panadero» Ochoa. Dos hermanos de Pimpi, Tato (Alberto) y Rengo (Juan Ramón), también tuvieron problemas con la Justicia, al igual que sus hijos Alexis y Jonathan, todos ellos, salvo el primero, involucrados en pesquisas por homicidio.
En agosto de 2013 Rosa fue detenida con su hermano Tato, al igual que otras siete personas, sospechados de amenazar a los habitantes del barrio Municipal y el lindero Fonavi del Parque del Mercado para usurparles sus viviendas. En casa de Tato la Policía se incautó de 223 gramos de cocaína, mientras que en la vivienda de Rosa fueron secuestrados otros 275 gramos, junto con 59 mil pesos. En ese procedimiento cayó el esposo de Rosa, Rubén César, implicado en la causa por amenazas. Un hijo de la pareja, también llamado Rubén César, fue condenado a 4 años y medio de cárcel en 2015 tras haber sido detenido por Gendarmería portando un arma de fuego y con casi tres kilos de marihuana en su poder. Joana, hija de Rosa, denunció en septiembre de 2010 que desconocidos habían baleado el auto de su esposo, también en el barrio Municipal.
Fue parte de media docena de ataques que denunció la familia de Rosa en los últimos años. Por una de esas agresiones, en abril de 2010, terminó condenado en 2015 René Ungaro, quien ya purgaba pena por el crimen de Pimpi, barrabrava al que vincularon en numerosas ocasiones con el narcotráfico pero nunca fue investigado. Incluso, en tres de las incursiones armadas, ocurridas también en 2015, Rosa y Tato apuntaron a sus sobrinos Alexis y Jonathan.
Por estos días Alexis está preso por el crimen de Mariela Miranda, madre de algunos de los hijos de Jorge «Gordo» Funes, quien supo ser socio de Pimpi hasta que en 2013 debió dejar el barrio por amenazas. La disputa entre los clanes dejó más de medio centenar de muertes, incluidos Ulises y Jonatan Funes.
La sobrina del Negro
Para la pesquisa, Antonella, quien tenía 24 años al ser detenida, era la proveedora de Rosa, mientras que su hermano Hernán brindaba seguridad en las bocas de expendio. El tío de los hermanos Agüero, por entonces ya un ex prefecto, cayó siete años atrás y fue procesado como proveedor de esta cocaína de máxima calidad que le llegaba vía Salta desde Perú o Bolivia a la zona sur de Rosario.
El Negro Mario, como se conoce al ex prefecto Mario Oscar Agüero, de 52 años, fue apresado el 4 de agosto de 2011 cuando personal de la ex Digedrop allanó su vivienda de Regimiento 11 al 1100, en barrio Tiro Suizo. En ese lugar, hallaron 39 panes de cocaína de máxima pureza, de la que en el mercado narco se denomina alita de mosca. El operativo dejó como saldo ocho detenidos, en su gran mayoría integrantes del clan Agüero, y un total de 50 kilos de cocaína. Por ese tiempo, la hipótesis de los pesquisas indicaba que al Negro Mario le llegaba la droga por salteños que la traían de Perú o Bolivia, donde se la vendían por 35 mil pesos el kilo y que además de revenderla para el menudeo local la exportaban a España con un valor de 50 mil euros por kilo.
Por ese tiempo, su sobrino Hernán fue vinculado en una causa por tentativa de homicidio en barrio Tablada con los hermanos Benavente, cabecillas de la banda del Tanque. Los hermanos vivían por pasaje Bécquer al 500 bis y tenían enfrentamientos constantes por el territorio con la banda del Puente, del clan Alcaraz. Por entonces, se aventuraba que el Negro Mario, a través de su sobrino, brindaba protección a los del Tanque, tal como quedó en evidencia en el fallo por el cual el juez Bailaque procesó a la banda: Hernán brindaba protección a los búnkers de Rosa. Los clanes Benavente y Alcaraz se aniquilaron tras protagonizar balaceras constantes desde 2009 hasta 2014, con al menos una docena de muertes. Desde entonces, otros jugadores coparon el territorio con una violencia similar.