A Hernán Galíndez el destino le jugó una mala pasada. Lo hizo partícipe de un momento que nunca en su vida había imaginado. Algo que lo marcó a fuego para siempre en su corazón canalla, pero de lo que hablará por primera vez con un medio rosarino.
Hoy su presente es bien diferente y lo encuentra en Ecuador, asentado en el arco de la Universidad Católica y proyectando su carrera, buscando un futuro mucho mejor.
La charla con el ex 1 canalla arranca recordando su llegada a Quito. “A fines de 2011 una vez que me confirmaron que no iba a seguir en Central, a pesar que me quedaban seis meses de contrato, uno de mis representares me comentó que estaba la posibilidad de venir a Ecuador a jugar en Universidad Católica, que estaba en la Serie B pero que iba a tratar de ascender e iba a tener la chance de jugar, que era lo que yo quería y necesitaba. No hubo mucho tiempo para definir, pero con mi esposa nos vinimos y gracias a Dios todo se fue dando bien a partir de ese momento”. Y vaya si fue así: “El equipo venía de quedarse en la puerta del ascenso y ese primer año después de 42 fechas larguísimas y muy difíciles, pudimos salir campeones y lograr el ascenso”.
Ese primer año tan bueno en lo deportivo, tuvo también su correlato a nivel personal. “Lo primero que me sorprendió cuando llegué fueron los paisajes. Esta es una ciudad con lugares increíbles, vistas muy lindas, muchas montañas, algunos volcanes, como por ejemplo el Cotopaxi que asciende a 5.950 metros sobre el nivel del mar. Son cosas que por lo menos los rosarinos no estamos acostumbrados a ver”.
Claro que al principio algunas costumbres resultaron diferentes para Hernán y su señora. “La cultura es diferente a la nuestra. Por ejemplo la gente que trabaja diariamente indefectiblemente hace deporte a la mañana bien temprano o a la tarde, y aunque sea de noche (amanece a las 6 y oscurece a las 18 por estar en la mitad del Ecuador) ya a las 5 de la mañana ves gente en bicicleta o corriendo por las calles. El horario hace que a las 19 o 20 ya estén cenando, algo que al principio fue difícil asimilar sobre todo en las concentraciones del equipo. Acá no hay vida nocturna como en Rosario, las discotecas cierran a las 2 de la mañana. La comida también es diferente y no acompañan con pan como nosotros y sí lo hacen con arroz blanco. Y una de las mejores cosas es el clima ya que todo el año las temperaturas rondan entre los 18 y 22 grados de día; y entre los 10 o 12 por la noche”.
Una de las cosas también más importantes que tiene Quito según Galíndez es la seguridad. “No voy a decir que no hay robos, pero es incomparable a lo que se está viviendo en nuestro país donde te matan por un celular. La seguridad es algo muy importante y en estos dos años y medio que llevo no me tocó sufrir ni ver ningún robo. A la noche se puede salir sin miedo a la calle”. Pero esa comodidad para vivir no logra evitar que se extrañen cosas. Y si pudiera de Rosario “me traería el río Paraná y el Monumento a la Bandera. Estando allá no le daba importancia y ahora que estoy lejos son cosas que se extrañan”.
Admirador del italiano Buffon, el alemán Khan y el paraguayo Chilavert, aprovecha los ratos libres para “mirar y analizar videos de entrenamientos de arqueros”, aunque obviamente también “disfrutamos con mi esposa, con amigos de aquí o la familia cuando viene (el año pasado vinieron mi hermano Gonzalo, mi suegra Mónica, mi cuñada Ornella y hasta mi abuela Adela que pese a su edad se animó y subió a un avión con tal de pasar unos días). Si tenemos algún fin de semana libre por ahí vamos a alguna ciudad cercana a Quito, y el año pasado aproveché para estudiar batería e inglés”.
Hernán cuenta que “si bien el fútbol no está al nivel del argentino, ha mejorado muchísimo en este último tiempo con la llegada de jugadores importantes y una muestra de ello es la clasificación de Ecuador al Mundial. El jugador local ha mejorado mucho y ya no llega un extranjero y es titular indiscutido como pasaba tiempo atrás”. Algo diferente también con el torneo vernáculo son las hinchadas. “Si le preguntás a un ecuatoriano si hay violencia en las canchas (sobre todo en los clásicos y algunos partidos importantes), te va a decir que sí. Pero es incomparable con Argentina. Las hinchadas, generalmente, llegan al estadio sin policías; comparten tribunas y se vende cerveza dentro del estadio. Después salvo los hinchas de Barcelona, Emelec y Liga que son los más fanáticos, la gente no es tan fanática como allá”.
Universidad Católica era uno de esos equipos que ascendía y al otro año descendía. Por eso el desafío logrado de estar en 2013 en la máxima categoría era conseguir que esa historia no se repitiese. Pero no sólo lo alcanzaron sino que lo superaron con creces. “Es cierto que ese era el objetivo de muchos, pero nuestro técnico Jorge Celico, a quien le debo muchísimo por haber confiado siempre en mí desde el primer día, aspiraba a pelear el torneo. Y así lo hicimos a tal punto que con un plantel muy joven (promedio de 21 años y pico) logramos ganar en el estadio de la Liga de Quito después de 26 años y en el del Barcelona tras 22. Pero no sólo eso, porque clasificamos a una copa internacional (jugará la Sudamericana 2014) después de 33 años. Dicen que hicimos historia, y es muy lindo”.
El gran presente que atraviesa llevó a que Universidad Católica le ofrezca firmar un contrato por las próximas cuatro temporadas. “La verdad que más allá de la tranquilidad laboral que representa y la alegría que provoca, que te ofrezcan un contrato así me deja la tranquilidad que estoy haciendo bien las cosas y el esfuerzo de estar lejos de Rosario vale la pena”.
Pero algo que la distancia no puede atenuar es el amor que siente por Central. “Soy muy hincha y siempre con mi esposa miramos los partidos, a veces por TV y sino por Internet”. Y como todo hincha vive el momento actual. “Creo que la llegada de Russo le hizo bien en muchos sentidos. Se armó un gran equipo, con identidad que hacía mucho no se veía. Dios quiera puedan cerrar el semestre de la mejor manera”.
Este presente que hoy disfruta como hincha, tuvo un pasado doloroso que lo tuvo como protagonista. Aquella tarde del descenso en la que ocupó el arco canalla es uno de esos momentos que no hubiese querido vivir. Con el tiempo transcurrido, habla de aquello. “Creo es la primera vez que toco el tema con un medio rosarino. No hay un día de mi vida que no piense en ese partido. Aún hoy no logro entender qué pasó esa tarde, que sin dudas fue uno de los golpes más duros que me tocó recibir. Sé que mucha gente estará enojada conmigo, no los culpo. Soy consciente que esa tarde amargamos a muchos. Pero créanme que a mí me dolió doblemente, como hincha de Central que soy y como futbolista. Nunca, nunca, nunca en mi vida hubiese querido eso. Jugué en Central desde los 10 años y nunca pensé que iba a tener que irme tan mal del club. Me tocó atajar los últimos 6 meses de una caída del club que venía de muchos años y que nunca entenderé porqué, pero así fue”, recuerda.
Dejando para el final, quizás, su más profundo deseo. “Sueño con volver, claro que sí. Nada me encantaría más que poder ponerme nuevamente la camiseta de Central y demostrarle a la gente que le puedo dar alegrías defendiendo los colores. Pero sé que es casi imposible, aunque el sueño nunca lo perderé”.