“Soy el resultado de mucha obstinación”. Lo dijo alguna vez la dramaturga, directora y docente Romina Mazzadi Arro. Prueba de esa obstinación muy prolífica son los 25 años de recorrido del singularísimo grupo de producción escénica local Hijos de Roche, creado por ella en 1999 a partir del estreno de Como si no pasara nada, espectáculo fundacional del grupo que surgió, entre otros textos propios, de una adaptación de Los poseídos entre lilas, la única obra de teatro escrita por Alejandra Pizarnik.
De allí en más, por fuera de los altibajos propios de todo grupo de trabajo, todo fue ganancia, experiencia y encuentros maravillosos con personajes cercanos que en escena transitan una poética propia que desde el realismo absurdo pasan el grotesco con una fluidez que los vuelve únicos. Por eso, Hijos de Roche es una marca, un lugar en el teatro argentino y uno propio como Espacio Bravo, una coherencia entre ética y estética, un modo de pensar las escénicas y de activar el sentido como acción política que, ante todo lo demás, se vale de algunas coordenadas que emergen de un lenguaje distinto, acaso la clave referencial del grupo que a la fecha acredita una decena de trabajos, algunos de ellos muy recordados.
Hijos de Roche estrena este sábado en Espacio Bravo, de Catamarca al 3600, No descansa nunca, con dramaturga y dirección de Romina Mazzadi Arro y las actuaciones de Elisabet Cunsolo y Paula García Jurado, actrices fetiche de este equipo que saben acerca de esos personajes femeninos tallados por gestos extremos, que al mismo tiempo son parte del proyecto que las agrupa que, entre más, tiene en su haber joyas del teatro rosarino (y argentino) como Baby Jane o el aún vigente Esta máquina no era dios.
Mirando el cielo
“En un barrio demorado, que podría ser nuestro país, hay una escuela flotando entre el pasado y el presente. En el patio ya vacío, que podrían ser nuestras calles, las quejas se han detenido. Las voces y la tarde se fueron juntas, y la noche avanza firme. El silencio dejará dormir a algunos y desvelará a otros. Pero mañana a primera hora sonará el timbre y estaremos todos arriba, mirando el cielo”, escribe la creadora a modo de presentación de un material que en términos temáticos pareciera correrse, aunque quizás no del todo, de eso que no funcionaba en Esta máquina no era dios para pensar y cuestionar la educación como matriz de muchas otras cosas en tiempos de la modernidad líquida.
“Todo esto arrancó a partir de los relatos de mi vieja, que tiene 80 años, hablándome de sus profesoras del colegio con un amor… me hablaba de esas profesoras del racionalismo, del cientificismo, de esas profesoras de los libros. Y a partir de allí me enganché con dos personajes de los cuales ella me hablaba mucho, Coca y Mangacha, dos docentes que ella quiso mucho y que siempre me dijo que «escucharlas era como escuchar música». Una tarde se puso hablar más en profundidad de ellas y sentí que esos eran los personajes de mi próxima obra, más allá de que después, en términos de años, de épocas, terminó estando todo cambiado. Lo que se sostiene es que son dos docentes del racionalismo frente a esta posmodernidad desatada que fueron pasadas a tareas especiales porque no están bien, están locas como chivos (risas). Es importante decir que vengo de familia de docentes: mi madre, mi tía, mi abuela, y yo también lo soy”, contó Mazzadi Arro acerca de este nuevo trabajo que cuenta con escenografía de Margarita Wells, edición de sonido y diseño gráfico de Martín Fumiato, fotografía de Juana Del Montón y producción general de Hijos de Roche y Espacio Bravo Teatro.
Humor y dolor
En un mundo donde la posmodernidad pareciera haber licuado todo, barrido con aquello que intenta ir por los atajos, el trabajo de Hijos de Roche encontró una poética propia. “Eso es así y ojalá que persista en el tiempo. De todos modos, me siento un poco desorientada con el público, con el auditorio, con el otro. Me siento un poco desorientada como lo están Coca y Mangacha (risas) con el cambio de época, me siento desorientada ante tanta liquidez y fragmentación, que en un momento me gustó pero ahora ya no, porque a veces va muy rápido y no produce mucho sentido y no tiene mucho matiz. Yo estoy un poco en crisis con todo eso, entonces medio que maceró la idea entre los personajes que traía mi madre, las voces de las madres de las chicas (las actrices), que también están presentes y esta crisis de edades, de época, del tiempo que nos toca vivir”, planteó la creadora acerca de un material que no reniega del humor absurdo y por momentos agridulce que es transversal a toda la producción del grupo.
En una idea de cuerpos permeables a lo que late en términos sociales y políticos, otra marca indeleble de Hijos de Roche, la crisis de la educación en la Argentina y el colapso generado a partir del presente gobierno libertario que puso en cuestión a la educación pública, también son singularidades dentro de No descansa nunca.
“Como muchos trabajos nuestros, éste tiene su humor pero también tiene su dolor. Y todo lo que acontece en el presente, de alguna manera, está. El teatro para mí es una cuestión social, y hablo desde el teatro porque es lo que conozco. Y no hay manera de que no sea así, de otro modo sería una actividad sin sentido, porque si el teatro no es un acto de comunicación, es como hacer una monería frente a alguien y eso no tendría sentido. Por lo tanto, lo que pasa en la realidad siempre te va a permeando y es algo que se arma por capas, por eso uno demora tanto en estrenar. Por ahí estás un año y medio trabajando hasta que aparece eso que a veces ni sabés que estás buscando. En este caso, quizás teníamos a estas dos maestras, pero no tenés nada hasta que en un momento tenés algo. Hay que ir juntando esas capas que terminan generando el sentido, hay cosas, hay una problemática, pero se tiene que armar algo para que aparezca ese lenguaje que es el que dialoga con la producción del grupo, que ojalá esté esta vez y siempre”, planteó Mazzadi Arro que alguna vez definió a sus entrañables personajes femeninos como “mujeres en resistencia, llenas de defectos, de belleza y de fealdad, que en un momento se van a mirar aterrorizadas, incluso se van a abrazar y van a llorar deponiendo sus armas, porque eso que las encierra y las enloquece es tan poderoso que ni siquiera tiene nombre”.
Un puente a los 90
Hijos de Roche comenzó a gestarse a finales de los años 90, una época que, con sus particularidades, pareciera en estos 25 años intentar armar un puente con el presente. “Era un momento desastroso de la Argentina, yo había llegado a la ciudad unos cuantos años antes (algo que refleja en Siamo fuori, estrenada en pandemia, en 2021), y terminamos creando este grupo que nos trajo hasta acá. Por eso, tiendo a ser una optimista frente todo lo tremendo que pasa. Pensar que queríamos tener un espacio, en algún momento soñábamos con eso y lo logramos; enseñábamos y ensayábamos teatro en unos sótanos irrespirables siempre con la idea del espacio propio y ya son unos quince años de Espacio Bravo entre la casa, la casa-estudio y la sala con la que contamos ahora. Son muchas cosas conseguidas pero algo pasa con el deseo cumplido: es una mezcla que por eso mismo que uno se alegra, se entristece. Igual, en general, estoy optimista y siempre soy muy obstinada, al punto que terminamos comprándonos una casa y la convertimos en un teatro, siendo siempre nosotras, la misma gente, habiendo pasado tanto tiempo y pensando que el teatro siempre va a estar, siempre va a seguir estando”, rememoró.
Finalmente, Mazzadi Arro habló del momento actual de la producción teatral local y nacional de cara a los recortes que sufre por estos días el Instituto Nacional del Teatro (INT), algo inédito si se tiene en cuenta que se creó por la Ley 24.800 en 1997, luego de ser largamente militado. “El INT, que hacía un aporte anual a las salas independientes para que tengamos una plata por contingencias como reparaciones, mantenimiento y funcionamiento en general de la sala, eso no está más. El Instituto está de facto, estuvo sin firma hasta hace veinte días, y lo que tenía de fondo lo han sacado, no está funcionando al igual que el Incaa (Instituto de Cine) entre otras áreas vinculadas a la cultura. Pero es importante decir que no tiene tanta prensa lo que pasa con el INT porque el paquete de dinero que mueve es ínfimo frente a otros presupuestos. Sí hay que decir una y otra vez que el dinero que recibía la comunidad teatral argentina no se le quitaba a la salud o la educación, era un dinero que venía de otras áreas, pero no está funcionando, es un año complicado, recesivo, muy parecido a los 90. De todos modos, en Rosario tenemos un público acólito, un público que está firme, que va al teatro y que para mí son los héroes en esta historia más allá de que en términos económicos no escapamos a la crisis”, plateó.
Y cerró: “Es importante decir que nos está faltando algo, porque en los 90, más allá de todo lo que nos pasaba, la producción se había puesto muy interesante, porque muchas veces la bonanza achancha un poco, por eso espero que en términos de producción y creatividad empiecen a salir cosas más interesantes. Yo vengo sosteniendo que falta la pibada en escena, que faltan los de veintipico, no sé dónde están o qué están haciendo. Yo confío en que eso emerja, espero que eso pase ahora, pronto, porque si no me voy a asustar muchísimo”.
Para agendar
No descansa nunca se conocerá este sábado, a las 21, en Espacio Bravo Teatro (Catamarca 3624), donde seguirá en cartel cada sábado, incluso en los próximos meses. Las reservas se realizan a través del WhatsApp +549-341- 5876600. http://www.instagram.com/espacio.bravo.teatro/