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Hijos y entenados del terremoto santafesino

Mauricio Macri fue la principal víctima del terremoto político que sucedió en las urnas hace una semana.

Mauricio Macri fue la principal víctima del terremoto político que sucedió en las urnas hace una semana. Había imaginado a Santa Fe como la provincia que le daría identidad nacional a su partido y la que le tendería la alfombra roja hacia la pelea presidencial. Sin embargo, el domingo a la noche aterrizó en la capital provincial y se tuvo que volver sin poder desplegar sobre el escenario su discutible buen gusto para bailar en público.

El Frente Progresista, además, estuvo muy rápido de reflejos y ni siquiera permitió que el jefe de Gobierno porteño salga de la provincia con la sensación de haber salvado la ropa.

En los medios y los posicionamientos públicos también se disputa la política. Y vaya si fue terreno de batalla en esta campaña. Por eso la cúpula de dirigentes socialistas y radicales que estaba en el Patio de la Madera resolvió primerear a Macri apenas el resultado real de las mesas testigo le confirmaron, con números reales, que Fein sería reelecta y Lifschitz se imponía por un margen ajustadísimo. Al tomar esa decisión, supieron que serían criticados y pagarían costos por esa “imprudencia”, pero en la política real muchas veces las decisiones pasan por elegir lo que menos daño hace.

Optaron por evitar que Macri instalara en los medios nacionales su show triunfal de música, papelitos y cotillón, y que santafesinos y argentinos se fueran a dormir con la idea equivocada de que había ganado el PRO, cuando la realidad no era esa. A las 21.30 del domingo, los tres candidatos en pugna ya sabían que de tan ajustado el resultado final recién se conocería una vez terminado el escrutinio definitivo. Y los tres ya sabían, documentación en mano, que la ventaja no era para el PRO sino del Frente Progresista.

“Quien pelea no está muerto”

El dicho popular parece explicar ajustadamente por qué el PRO está embarcado en frenar el escrutinio definitivo a como dé lugar, a pesar de que sus propios telegramas le están diciendo que tiene menos votos que el candidato del oficialismo. Abrir todas las urnas, cosa que jamás se hizo, ni siquiera tras la controvertida noche de 1995, hubiera demorado como mínimo 45 días el nombre del gobernador, suficiente para mantener viva la llama hasta que pasen las elecciones en Córdoba (donde se augura la derrota de la fórmula Aguad-Baldassi en manos del peronista Juan Schiaretti) y en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde el PRO ganó cómodo las primarias pero necesita despejar en las generales del 19 de julio la posibilidad de un balotaje que ponga en riesgo su continuidad.

Nada de eso ocurrirá. El escrutinio marcha sobre ruedas, sin irregularidades. La estrategia jurídica del Pro fue como mínimo errónea, según el constitucionalista Domingo Rondina. Y el PJ ayer le dio el golpe de gracia al avalar el recuento definitivo, ratificar la tendencia del provisorio y admitir la derrota. No parece casualidad que esta decisión de Omar Perotti coincida temporalmente con el cierre de las listas nacionales (fue anoche) y la visita presidencial a la provincia.

El estallido que no fue

Formalmente el PRO aún no perdió en Santa Fe. Pero el hecho de no haber ganado arruinó otro plan que desde Buenos Aires parecía pan comido: se suponía que con la victoria de la dupla Del Sel y el radical Boasso, el Frente Progresista estallaría por los aires y gran parte de la UCR santafesina se rendiría, por convicción o necesidad, para pasar a ordenarse en las filas de la alianza nacional surgida de la convención de Gualeguaychú. Eso casi ocurre, pero el domingo pasó lo que pasó con el pueblo de Santa Fe. El Frente Progresista sigue siendo una fuerza provincial y la UCR local marca la diferencia con el partido a nivel nacional, aunque evitando confrontaciones estériles que aporten la excusa para una intervención desde el Comité nacional.

Renovadas las expectativas de poder, se abortó la migración de radicales desde las filas del Frente Progresista al PRO, salvo casos mínimos, personales.

Rengo, pero con proyección

Un párrafo especial merece el Frente para la Victoria. Consiguió un gran resultado en la categoría a gobernador aunque no logró transmitir ese efecto positivo al resto de las categorías, lo que lo deja rengo.

Por lo pronto, dio un paso gigante: acaba de encontrar un candidato propio que puede perforar el techo del kirchnerismo puro y a la vez no es indigerible para los peronistas no kirchneristas. Si Omar Perotti corona el año con la banca de senador que disputará en octubre, estará definitivamente posicionado para volver a disputar el poder en 2019.

Además, el hecho de que el PRO, como todo indica, sufrió su tercera derrota consecutiva y que su candidato Miguel del Sel esté muerto de ganas de retirarse de la política, podrían devolverle volumen al peronismo santafesino.

El caso Reutemann

El terremoto político ocurrido en Santa Fe repercutió fuerte en el armado de las listas nacionales de diputados y senadores. La situación se volvió compleja para Carlos Reutemann. “¿Con quién va a hacer campaña? Su candidatura a senador es un proyecto personal, se fue del peronismo, primero se fue con Massa, después con el PRO, que perdió y en el territorio no existe. No va a tener ni con quien ir a tomar un mate para sacarse una foto”, se despacha con una dosis de ironía y otra de malicia una voz peronista.

Hay más. Del Sel se apuró a decir que si perdía se volvía a su casa y veía qué hacía con su vida. Quizás por inexperiencia, o porque Macri se olvidó de comentárselo aquel día de 2011 que lo convocó, en política no te vas cuando vos querés si no cuando no te necesitan más.

Ahora ya lo sabe, porque horas después del reportaje que la semana pasada hizo con Dady Brieva, alguien lo llamó y le hizo saber que no se iba a ningún lado, que adonde llegó no fue por mérito personal sino gracias a un proyecto político al que todavía tiene que prestarle servicios: ahí están Reutemann, Macri y Ana Laura Martínez esperándolo para volver a caminar la provincia.

El escenario para Reutemann es apretado. En 2009, si perdía la reelección le rompían el invicto en las urnas, pero igual entraba al Senado por la minoría. Esta vez deberá competir con Hermes Binner y Omar Perotti. Uno de los tres se queda afuera.

Con el primero disputará el clásico postergado de la política santafesina. El segundo llega a esa instancia agrandado por la remontada excepcional que consiguió hace una semana y los elogios que el propio Reutemann le hizo en plena campaña a gobernador.

El Binner de estos días representa un proyecto provincial que se mantiene en pie a pesar del rumbo que la UCR tomó en el orden nacional.

Perotti será candidato a senador por la alianza que sellaron esta semana la presidenta de la Nación y el gobernador bonaerense, diseñada para contener a todo el peronismo. Irá en la boleta sábana atado a la candidatura presidencial de Daniel Scioli.

Reutemann lo hará en la boleta de Mauricio Macri. Pero al contrario de Perotti y Binner, es candidato por sí mismo, circunstancialmente aliado a un proyecto que acaba de trastabillar en Santa Fe y sin posibilidades de justificar para qué quiere ser senador, ya que los tres mandatos como representante de Santa Fe fueron para el olvido.

Volver a cargos ejecutivos no le interesa. Ser legislador ya demostró que tampoco.

Liderar un proyecto político menos. ¿Todo se reduce a tener fueros por temor a las causas de Diciembre de 2001 y la inundación de Santa Fe de 2003? Es inimaginable por qué Carlos Reutemann quiere seguir en política.

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