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Hilando la propia historia

Cuarenta tejedoras de Santiago del Estero rescataron la tradición y mejoraron su calidad de vida por medio de la comercialización de sus creaciones. La producción se expone en Rosario hasta el 28 de junio.

sociedad

Se inaugura en la Secretaría de Cultura y Educación (Av. Aristóbulo del Valle 2734 – Estación Rosario Norte) la muestra Un futuro con pasado. La exposición contará con tejidos artesanales de variados diseños realizados por las trabajadoras del grupo Huarmi Sachamanta, una formación de teleras de Santiago del Estero que además de revivir la tradición del norte argentino, también impulsaron con su trabajo un cambio social importante en su estilo de vida.

Este grupo de mujeres, que hoy llega a 40 integrantes, viene trabajando desde hace diez años en la recuperación del tejido artesanal típico del norte y el sur argentino. Su coordinadora artística y textil, Claudia Mazzola, accedió a dialogar con El Ciudadano sobre la realización de estos trabajos y del significado que tiene este emprendimiento para la sociedad del monte santiagueño. La muestra se podrá visitar hasta el 28 de junio, con entrada libre y gratuita.

Según explicó, el grupo se conformó después de un trabajo de recuperación implementada por el mismo pueblo santiagueño. “Se abrió una escuela en la que las viejas conocedoras del tejido artesanal, las técnicas, el diseño tradicional y del hilado capacitaron a las jóvenes del pueblo con el fin de implementar una nueva manera de ganarse la vida por medio de algo «natural y nuestro». Desde entonces se trabajó en la producción de estos telares y se buscó la manera de que los mismos, sin dejar de ser originales y tradicionales, se amolden a los diseños contemporáneos para así abrirse al mercado y ser aceptados por el público que se interese por lo clásico y nativo y al que no”, sostuvo.

A su vez, aclaró que durante esta capacitación “se tuvo en cuenta respetar el diseño y los colores típicos de las obras originarias, de ahí en más se crearon piezas que bien pueden ser utilizadas por una persona que viven en un ambiente moderno, de líneas minimalistas o sobrias, o bien en una casa donde predomine un estilo rupestre y cálido”.

El grupo Huarmi Sachamanta está integrado por hilanderas (aquellas que retiran el vellón de oveja y realizan el hilado a mano, tarea característica del norte del país entre mapuches, al igual que en la Patagonia con los wichi) y las tejedoras, o teleras (quienes tiñen y tejen).

La asociación civil sin fines de lucro Adobe, entidad que impulsa el proyecto, desarrolla acciones orientadas a la educación, promoción social y recuperación del patrimonio cultural de poblaciones rurales del interior de la Argentina. Actualmente concentra su trabajo en la provincia de Santiago del Estero, en el monte quichua-santiagueño. “Esta iniciativa surgió en el medio del monte, en el sur de Santiago del Estero, con el fin de capacitar a estas jóvenes y de trabajar en un proyecto de salud y educación”, comentó Mazzola.

Según explicó, siempre el tejido y el trabajo en telar fueron tratados desde el ámbito joven como algo “de viejos o cosa de indios”. De hecho lamentó tanto desprecio hacia este trabajo durante el siglo pasado.

“La idea, justamente, ha sido realizar un trabajo como es un proyecto social que transformó al grupo santiagueño desde distintos ángulos. Adobe se encarga de las cuestiones civiles de cada emprendimiento, ya que se trabaja también en la zona con proyectos de cultivo, educación y el acceso a una medicina básica. En realidad, aquí se habla de generar oportunidades que muchos de los que viven en el medio del monte no tienen. En el monte, las jóvenes y los jóvenes de unos 14 o 15 años deben salir de su lugar de origen y buscar un proyecto de vida y un futuro fuera, deben migrar porque no hay posibilidades de trabajo, mucho menos para las mujeres. Entonces se les enseñó a tejer y al ver que con eso pueden sostener sus proyectos y su familia, les entusiasma y se continua con la producción. Yo, por ejemplo, llevo 20 años como tejedora y eso ha dado un rumbo a mi vida”, detalló.

El banco de lana

Respecto al banco de lana que se implementó ante esta idea, para el abastecimiento de la materia prima, Claudia Mazzola recordó que se comenzó a trabajar con la visión comercial desde la primera etapa de producción. “Eso implicó una cadena de valores que se inicia desde el señor que esquila la oveja hasta la venta del tejido.  El fin de esta cadena tiene que ver con que cada productor o artesano gane lo que le corresponde, que el dinero recaudado de la venta sea distribuido armónica y justamente entre todos los que intervienen en cada producción”, resaltó. 

La coordinadora agregó que este banco solventa el proyecto de difundir el arte textil local, mejorar la calidad de vida de las participantes y contribuir al fortalecimiento de las redes sociales.

“El banco de lana se generó para tener un stock de hilos, lo cual permite que la hilanderas tengan trabajo constante. Las hilanderas van cada sábado a retirar el vellón de lana y no pagan el material en ese momento, sino cuando traen los hilos. Allí el banco compra esos hilos y con ese dinero se le paga al que esquiló la oveja y produjo el primer vellón. En cuanto al tejido en sí, las teleras  retiran los hilos del banco para ser tejidos y recién pagan cuando se concreta la venta de ese trabajo”, explicó.

Salvar tradición y proyecto de vida

“Este emprendimiento marcó un antes y un después en la sociedad del monte de Santiago”, dijo Mazzola. “Desde el momento en que estas mujeres pueden seguir con su familia y tener un proyecto de vida en el mismo lugar donde nacieron los tejidos tomaron un valor mucho más que económico. Cabe destacar que por medio de la venta muchas tejedoras e hilanderas pudieron avanzar en su capital y modificar y mejorar su calidad de vida. Inclusive muchas, a diferencia de lo que comunmente se conoce en la sociedad de hoy, son las encargadas de sostener a la familia, cuando por siglos el hombre tenía esa responsabilidad”, dijo orgullosa la coordinadora.

A su vez, comentó que cerca del 80 por ciento de las trabajadoras del Huarmi Sachamanta son menores de 28 años.

“Esta modificación de género marcó mucho al grupo de pobladores del monte de Santiago de Estero y hoy se puede decir que emigrar del monte es una opción, pero no ya la única salida a un proyecto de vida”, concluyó.

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