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Historias de hilos y sueños en el Sudoeste

La escuela de diseño, iniciativa de la Secretaría de Cultura y Educación, reúne a mujeres y las capacita en la producción de vestimenta y también asesora sobre cómo formar unidades de negocio pequeñas

“Empecé de cero y hoy tengo mi propio taller, donde monté un microemprendimiento de diseño”, explicó Cecilia Gervasi, quien desde hace cinco años participa del taller de moldería y producción de indumentaria de barrio Alvear. Como muchas de sus compañeras, pudo concretar un emprendimiento laboral que hoy en día se transformó en su medio de vida. El taller de barrio Alvear es uno de los que funcionan de forma gratuita gracias al área de cultura del Centro Municipal de Distrito Sudoeste Emilia Bertolé.

Hace un año, la Secretaría de Cultura y Educación local formó la escuela de diseño, que nuclea talleres que se venían desarrollando en el distrito y en la ciudad desde 2008. Entre ellos, el de moldería y producción de indumentaria y el de telar y tintes naturales. Ambos talleres apuntan a ser espacios de formación y capacitación, pero también a generar intercambios y producciones propias. La historia de Cecilia Gervasi es una de tantas que circulan en la escuela. Se suman las historias de María Esther y Luciana, que concretaron emprendimientos propios como consecuencia de su paso por la institución.

Aprender para crecer

María Cecilia Gervasi tiene 35 años y es participante del taller de moldería y producción de indumentaria desde hace cinco. Es de barrio Acindar y se acercó al taller sin tener ningún conocimiento. El único antecedente era haber cosido ropa para sus muñecas de niña. “Empecé de cero, no tenía una máquina de coser. En ese momento, trabajaba vendiendo ropa de mujer y como no conseguía musculosas pensé en confeccionarlas. Empecé a averiguar y me enteré del taller de moldería y diseño de indumentaria de la municipalidad”, contó la joven.

En el taller aprendió a realizar toda la ropa que vende y de a poco compró las máquinas para trabajar. “Hoy en día tengo mi taller, con mi remalladora, una collareta y una recta. Gracias a esto puedo darle de comer a mis hijos”, sintetizó Cecilia, que también recibe pedidos de arreglos. Los cambios de cierres y ruedos son los más solicitados. Cecilia también diseña y arma artículos para bebés, como enteritos llamados ranitas, portachupetes y baberos. Vende a través de una página de Facebook que maneja. La marca es Muguet, la misma con la que antes vendía ropa de mujer.

Entusiasmada, Cecilia dijo sobre el taller: “Aunque son dos horas por semana, estos espacios te pueden despertar interés en nuevos conocimientos y podés aprender un montón”. A futuro, le interesa seguir aprendiendo y avanzar por la alta costura. “Por ahora hago bordados, pero me encantaría hacer vestidos”, señaló. Mientras tanto, no acota los espacios donde mostrar sus productos. Ya participó de la feria de microemprendedores del distrito Sudoeste, del desfile que se organizó desde el taller el año pasado y de las ferias de  zona norte.

Diseño y trabajo

Luciana López, otra de las integrantes de la escuela de diseño que se dicta en el barrio Hume, también tiene 35 años. Vive en barrio Bella Vista y participa del taller de moldería desde hace cuatro años. Llegó al taller con algunos conocimientos de confección de remeras y buzos pero admitió que hacía todo a ojo.

“Cuando empecé el taller aprendí todo lo que tenía que ver con moldería y conocí los diferentes tipos de mangas, bolsillos y faldas”, narró Luciana. La habilidad de la costura ya la traía de antes. Cuando era chica, su mamá le enseñaba a coser y confeccionaba disfraces para sus sobrinos. El salto lo dio hace dos años, cuando junto con Verónica, una de sus compañeras del taller, empezó un microemprendimiento de remeras para chicos al que llamaron Tiernos detalles. “Empezamos a vender por Facebook y después nos empezó a comprar una cooperativa del centro”, explicó. Al ser madre de tres hijos, Luciana aprovecha para coser de noche y asegura que ya no compra más ropa. “Lo único que me voy a comprar son los jeans. Después, me hago todo: calzas, camperas y remeras”, confió.

Tres al hilo

Esther Mendoza nació en Santiago del Estero. Hace 40 años, llegó a Rosario. Tenía 16 años. Había querido estudiar pero como su familia era numerosa, a los 12 tuvo que empezar a trabajar. En Rosario conoció a su esposo y se casó. Desde entonces cambió de trabajo varias veces: tuvo una quinta de verduras, un carrito de pororó y hasta hace poco ayudaba a su esposo en tareas de albañilería. Conoció la escuela de diseño hace tres años, cuando paseaba por el Monumento a la Bandera. Un grupo de mujeres confeccionaba una escarapela y ella se acercó a preguntar. Ahí conoció a Nelly, la docente del taller, y empezó a participar del espacio cultural de barrio Hume.

“El primer día que llegué al taller estaban haciendo boinas. Como soy de Santiago, me encantó la idea”, contó orgullosa. En los primeros cuatro meses ,hizo dos boinas, una bufanda con telar azteca, dos polainas con un telar redondo y un atrapasueños. “Me pareció facilísimo y me surgían todo el tiempo ideas de combinaciones”, explicó Esther y agregó que la actividad la ayudó a superar un problema de salud.

“Todo lo que vivís con los compañeros es impagable. Además, la profesora es muy dada y te hace sentir muy cómoda”, señaló la mujer, quien dejó atrás el trabajo de albañilería y dedica su tiempo a la costura y el telar. Además, como le gusta reciclar materiales, sus vecinas le regalan cosas que ya no usan –vidrios, lanas y telares– para que las reutilice en sus producciones. El taller le permitió conectarse con ella misma y su creatividad dormida. “Aunque no genere dinero, esto me llena. Hoy en día, no puedo ver un trapo que no tenga nada. Le tengo que hacer un bordado o un detalle sí o sí”, confió la mujer.

Las historias de estas tres mujeres reflejan el esfuerzo, el compañerismo y el trabajo creativo y cooperativo. Son tres ejes que impulsan a los docentes e instructores a continuar los talleres.

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