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Historias de los dos mejores promedios 2017 educados en la pública

Iván Millanes y Maximiliano Torti, galardonados con el reconocimiento de mejor promedio 2017, cuentan sus historias de vida dentro de la UNR

Gonzalo García / UNR

Iván Millanes y Maximiliano Torti tienen más de una cosa en común. Además de haber realizado toda la educación secundaria y universitaria dentro de la Universidad Nacional de Rosario, ambos fueron distinguidos con el título del mejor promedio de la institución.

¿Cuáles fueron sus caminos y que los llevó a convertirse en los mejores promedios de su generación? ¿Por qué ellos y no otros? ¿Qué hay de diferente de los ingresantes que fueron, a los egresados que ahora son? ¿Qué significa la UNR en sus vidas?

La historia de Iván Millanes comenzó en el Instituto Superior de Comercio “Libertador General San Martín” para luego seguir en la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística, de donde egresó de la carrera de Estadística con un promedio de 9.90. “Me parece que fue muy importante mi paso por el Superior para poder luego realizar una carrera universitaria. Creo que se ubica como una etapa previa y uno se acostumbra a estudiar de una manera determinada, que luego es muy útil para cuando estás en la facultad”, comentó.

El caso de Maximiliano Torti es muy parecido: hizo toda la secundaria en el Instituto Politécnico Superior “General San Martín” y luego eligió estudiar Ingeniería Electrónica en la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura, en la cual promedió 9.80. “El Politécnico me dio una base muy importante, tanto en los aspectos teóricos como también en los métodos de estudio. Se notó sobretodo en el primer año, porque a diferencia de mis compañeros que estaban enfrentando un ritmo al que no estaban acostumbrados, a mí no me costó tanto. Luego, como es lógico, en el avance de la carrera esa diferencia se nivela, porque a partir de los años posteriores se empieza a complicar”, consideró.

Llegar a ser mejor promedio no es un logro que se dé todos los días, ni que esté al alcance de la mano de todos los estudiantes. ¿Existe una receta o fórmula general para conseguirlo?

“No hay recetas para aprobar, cada uno lo vive a su modo. En mi caso, las épocas de examen las encaraba con tranquilidad porque ya venía estudiando en el día a día. Sin embargo, siempre hay cierta incertidumbre de qué es lo que te van a tomar y si en eso estás bien preparado. Sentía confianza al momento de rendir, pero uno nunca sabe qué le van a preguntar y hasta que no estás sentado ahí, la duda está. En el momento de examen mi metodología era primero responder todo lo que sabía de manera rápida, para así darle más tiempo a lo que tenía duda o no estaba tan seguro. Me ha tocado en exámenes estar mucho tiempo con un problema, pero si uno estudió de alguna manera u otra va a terminar saliendo”, marcó Iván.

“Me parece que no existe una única forma de lograrlo, sino que es una combinación de factores. Tenía conocidos que estaban más avanzados en la carrera y me aconsejaron que no me deje estar. Tomando esa advertencia no perdí el ritmo y además terminé de estar seguro que esa era la carrera que quería seguir. Nunca tuve el objetivo de ser el mejor promedio, fue algo que se dio. Desde el principio me di cuenta que me iba bien, que ya tenía un ritmo de estudio que me servía para estar al día y seguí por ese camino. Buscaba siempre poder estar organizado, encontrar el tiempo necesario para preparar cada materia y el resultado llegó de la mano”, confesó Maximiliano.

El paso por los colegios secundarios pertenecientes a la UNR fue una pieza importante en la edificación de este reconocimiento. Sus exigencias, métodos de estudio y dinámicas de exámenes, entre otros factores, hacen distintivo el paso de los estudiantes por sus aulas.

“Ir al Superior de Comercio fue muy importante porque me sirvió mucho para acostumbrarme a estudiar. Me parece que es una escuela de gran nivel y por momentos, comparados a los primeros años de facultad, sentí que era más duro el hecho de rendir todas las cuatrimestrales en dos semanas que algunos parciales. Eran dos exámenes por día y se manejaba una intensidad muy fuerte de estudio, que me terminó dando una experiencia que pude aprovechar en la facultad. Me acostumbré desde chico a la presión, y creo que es importante para después entender cómo es la facultad”, recalcó Iván.

“Del Poli me quedó el hábito de poder estar con presión constante y saber cómo manejarla. Por ejemplo, en el tema de tiempo de estudio, me dio herramientas que me simplificaron la carrera a futuro. Creo que lo que más me sirvió es la metodología de rendir, porque es parecido a lo que luego uno hace en la vida universitaria. También permitió que entienda la importancia de preguntar, replantearme cosas y que nunca me quede con la duda”, recordó Maximiliano.

Sin embargo, por más preparado que se esté, el pasaje de escuela a la facultad siempre es un momento complejo que trae aparejados cambios que marcarán el camino del adolescente a la vida adulta. Se dice que cuando terminamos un ciclo educativo no somos los mismos que al empezarlo. Ya sea por tiempo, experiencias o conocimientos, el del pasado no es igual al del hoy. Nuestros protagonistas no quedan al margen de esta teoría.

“En la secundaria convivía con el miedo a equivocarme por cuestiones de edad, pero cuando empecé Estadística lo entendí distinto. Acepté el error porque creo que es ahí de donde más se aprende y me pude tomar con más libertad el equivocarme”, aseguró.

La vida de Maximiliano también sufrió modificaciones, ya que cuando entró al Politécnico tenía apenas doce años y vivía con su familia cerca del complejo de cines Village, por lo que tenía una hora de colectivo para llegar a la escuela y otra para volver. “Me iba sólo y volvía a las nueve de la noche, y en ese momento era de lo más normal. Hoy cuando pienso en eso me doy cuenta que en esa época no me parecía un desafío, pero por cuestión de distancia y tiempo, si lo fue. Cuando entré a la Facultad tuve la suerte de poder irme a vivir sólo, me empecé a manejar de otra manera y acomodarme los horarios diferentes. Ese cambio me posibilitó que mi experiencia por la facultad fuese también muy distinta”, rememoró.

La pregunta recurrente a las personas que fueron galardonadas con el título de mejor promedio de su generación es si alguna vez les fue mal en un examen. Se los compara directamente con eruditos que lo saben todo y que están destinados al éxito sin esfuerzo. Lamentablemente, en la cultura escolar, rendir mal es sinónimo de fracaso. Sin embargo, Iván y Maximiliano no lo entienden así. “Me ha pasado que un tema se me complicaba, pero siempre tuve la virtud de ponerme hasta que lograba que me vaya bien. Lo importante es saber que uno lo intenta y hace lo posible por adquirir los conocimientos. El ser mejor promedio lo tomo como un plus, un reconocimiento extra pero no que yo busqué. En mi caso intenté hacerlo lo mejor posible y el resto vino solo”, afirmó el flamante Licenciado en Estadística. En sintonía, Maximiliano comentó que “el truco para todo es encontrar el sentido o motivo de las cosas que hacemos, es muy importante cuestionarse y creo que es otra de las herramientas que me brindó el Poli.” A su vez, resaltó que juntarse a estudiar con alguien que esté más adelantado o que simplemente comprenda mejor un tema, es una ayuda para superar cada uno de los desafíos. “Una vez que se le encontró la vuelta y se logró entrar en ritmo de estudio, creo que se llega al objetivo”, enfatizó.

Siempre se recuerda con cariño ese lugar donde uno creció y se formó como persona. Los mejores promedios recalcan la importancia que tuvo pasar por la educación pública y cómo los convirtió en los adultos que son hoy en día. “La Universidad Nacional de Rosario es algo muy importante en mi vida, la elegí desde muy chico y me formó como profesional y como persona. Estoy agradecido a la educación pública, incluso trato de seguir aportando en la actualidad en lo que puedo: participo de la comisión asesora dentro de Estadística y formo parte de proyectos de extensión. Por eso sigo ligado a la UNR, lo que me llena de orgullo”, reconoció Iván. En concordancia, Maximiliano agregó que “pasar por la UNR fue una decisión de la que no me arrepiento, desde los doce años que estoy transitando dentro de la institución. Aprendí mucho, hice grandes amigos, me formé y me hicieron lo que soy ahora.”

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