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Historias de una familia diezmada por la dictadura

Por Guillermo Lipis (Télam).-Daniel Tarnopolsky, último sobreviviente de tres generaciones, relata lo que vivió y lo que dijeron dos videntes.

Daniel Tarnopolsky logró conciliar “lo que aparece como una ruptura de pensamiento” en su libro Betina sin aparecer, porque afirma que “no parece correcto conjugar lo político con la espiritualidad” cuando se trata de indagar y dar respuesta a los motivos de la desaparición de toda su familia durante la época de la dictadura.

Daniel es el único sobreviviente de una tragedia que comenzó con el secuestro de su hermano Sergio, entonces soldado conscripto en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, y que continuó con la desaparición de sus padres, su cuñada y su hermana Betina, de tan sólo 15 años.

“La estructura inicial del libro estaba constituida por tres historias, la mía, la de mi abuela y la de Betina; pero el requerimiento editorial hizo que lo reescribiera en dos tramas paralelas”, afirmó Tarnopolsky.

Es así que el libro transcurre en dos relatos que pueden leerse juntos o en lectura separada.

Uno está escrito en primera persona y es la historia de la familia Tarnopolsky, narrada por Daniel, el único sobreviviente. Y la otra, la que Daniel considera fantástica, increíble, es lo que le llegó sobre la supervivencia de Betina al secuestro, y que le fuera transmitido “por dos videntes”.

“Yo no invento nada –dice Daniel– escribí la historia de mi hermana tal cual la percibieron dos videntes, uno en París y otro en El Bolsón. Por eso el libro es una cruza entre la vida y la muerte”.

“Las desapariciones y la muerte no estaban previstas en el materialismo dialéctico que manejaba mi familia con sus ideas socialistas”, explicó Daniel, quien deambuló de exilio en exilio en Chile, Israel y Francia, adonde llegó años después y rearmó su vida entre exiliados y nuevas esperanzas.

“En París traté de reconstruir un mundo a partir de la catástrofe. Mi mundo: yo soy el resultado de eso”, afirmó Daniel en un lenguaje llano y tan cristalino, igual al utilizado en su libro para explicar en primera persona su historia como un patrimonio global de los exiliados argentinos.

Sin embargo, Daniel es de los pocos que busca a sus padres y a sus hermanos. Hacia arriba y hacia abajo en su genealogía está solo porque su abuela, quien lo ayudó a escapar al exilio y lo  sostuvo a la distancia, ya no está en el mundo de los vivos.

“Extraño a todos, pero estaba obsesionado por Betina. Siempre creí que le pasó algo más, y los mediums me lo ratificaron”, afirmó porque esa segunda lectura del libro es exactamente eso: la historia de su hermana imaginada a partir del relato de esos videntes y mediums que en el libro, editado por Norma, puede seguirse leyendo el texto en tipografía itálica.

Uno de estos videntes recibió una foto de la familia de Daniel y, sin saber nada sobre su historia y su pasado, en varias  oportunidades tocaba las imágenes de las personas que allí aparecían y la de Betina siempre daba caliente o tibia. “Eso significaba que estaba con vida”, sostiene Daniel quien a partir de ciertos datos que fueron apareciendo reconstruyó lo que él cree fue su sobrevida después del secuestro.

“Esto fue el principal disparador del libro”, afirmó Tarnopolsky. Y agregó que la vidente le insistía que había que transmitir su historia y la de su familia “para que no haya silencio, para que no se olvide”.

Es así que Betina sin aparecer es, como suele afirmar Daniel, “una botella al mar”.

“Luego de haber escrito el libro ella está desencarnada y más tranquila, porque creo que pude rearmar la historia”, agregó tratando de aclarar que la espiritualidad y la política, en él, van de la mano.

“Escribir me ayudó, y la confluencia entre política y espiritualidad no es contradictoria aunque no parezca políticamente correcto”, reiteró.

¿Quién se animaría a contradecir a Tarnopolsky, luego de haber perdido a su hermano, su hermana, sus padres y a su cuñada de un mazazo y quedar librado a los vientos de la dictadura colgado del esperanzador amor de su abuela, de tres exilios y de un rearmado de su vida que comenzó a cicatrizar a partir de un extraño mandato de escribir su historia?

“Eso es Betina sin aparecer, una esperanza de nueva vida, iniciática de una nueva etapa, un nuevo mojón que muestra como luego de la noche vuelve otro amanecer.

“Mi historia se compuso de ciclos”, reflexionó Daniel en un bar, ahora en Buenos Aires. “Veremos qué sucede ahora, qué otro ciclo me toca vivir, qué otro libro podré escribir”, remató.

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