En el ambiente del hockey nadie duda en decir que la mejor jugadora del mundo proyectó su carrera en el Jockey Club de Rosario. Luciana Aymar también lo dice. El predio de Fisherton fue la escuela y la casa desde donde voló a Las Leonas y a ser elegida ocho veces la mejor del planeta. Como ella, decenas de mujeres le dieron y dan año a año logros al club. Pero si Luciana Aymar o cualquiera de ellas quisiera presentar una lista en las elecciones para dirigir la institución no podría hacerlo. Tampoco podría votar a una comisión directiva ni tomar ninguna decisión. Las mujeres en el Jockey Club de Rosario son parte de los triunfos, las derrotas y la vida diaria pero no pueden ser socias. Llegaron por ser hijas, nietas o esposas de socios varones, la única categoría con voz y voto. Aun teniendo el medio millón de pesos que cuesta la matrícula de inscripción no pueden ser parte por un estatuto que tiene más de cien años sin modificaciones. En diálogo con El Ciudadano, el presidente del club, Charles Roberts, dijo que desde hace un año y medio trabajan en la modificación de las reglas.
El reglamento del Jockey Club tiene 118 años. Para los asociados muchas disposiciones quedaron viejas y no se cumplen a rajatabla. El documento, por ejemplo, no deja tomar mate, hacer picnics o andar en bicicleta en el predio de Fisherton. Ninguna de estas reglas se controla. La participación de las mujeres sí. No pueden ser socias y si ingresan es a través de un padre, abuelo o marido socio. No pueden votar ni presentarse a elecciones. No pueden entrar a determinados sectores del club y hasta hace pocos años tenían vedado el ingreso por la puerta central de la sede de Maipú y Córdoba. Las que llegan por el matrimonio pierden el derecho si se divorcian. No pasa lo mismo con los varones que se casan con hijas o nietas de socios, que pasan de la institución a ser parte.
El hockey, la entrada a la participación
El hockey femenino fue uno de los espacios que más puso en evidencia las desigualdades entre hombres y mujeres. Hasta hace pocos años las jugadoras no participaban en la subcomisión de hockey y no podían ser entrenadoras. De a poco se fueron haciendo lugar y hoy están en las discusiones de la subcomisión y hay entrenadoras en infantiles e inferiores. La primera división es conducida por varones.
Agustina tiene 29 y jugó al hockey 20 años. Empezó a los cuatro porque su papá es socio y se fue hace tres años cansada de las desigualdades. “Había varones que nunca se dedicaron al hockey ni tuvieron intereses en el deporte a cargo de tomar las decisiones y dirigir. Y lo hacían en base a intereses particulares. No permitían la participación de las mujeres que éramos las que jugábamos. No podíamos armar los equipos, seleccionar a los entrenadores ni tomar u opinar en nada”, contó a este diario.
Recuerda que cuando jugaba había muchas jugadoras interesadas en ser entrenadoras y siempre fueron dejadas de lado. «Éramos muy bastardeadas. Nosotras entrenábamos a las más chicas y a nuestras compañeras y no nos dejaban participar en nada. Todas las mujeres del Jockey juegan al hockey, en los varones está más dividido entre rugby, fútbol y otros deportes. Se formó uno de los mejores equipos de la ciudad y llevamos muchísimos triunfos al club».
Para ella durante años el veto a la participación femenina estuvo naturalizado. “Lo charlábamos con un grupito pero incluso se pensaba que era porque estaba una determinada persona a cargo y no porque las mujeres éramos consideradas inferiores”.
«Es una vergüenza que en un momento en que está tan en discusión el lugar de las mujeres y el feminismo en el Jockey de esto no se habla ni se pone en debate. Es un club totalmente machista y conservador. Uno puede tener empatía y pensar que fue algo de hace cien años pero ya a esta altura que siga así es vergonzoso», dice.
Contra todos los derechos
Camila tiene 29 años y juega desde que tiene cuatro. Cuenta que la prohibición de las mujeres es un tema de conversación que resuena en el club en los últimos años. Se escucha en las conversaciones de vestuario de hockey y también lo debaten los varones más jóvenes. Creen que es impensado que en el siglo XXI las mujeres y los varones no tengan los mismos derechos. Para ella las normas de club atentan contra los derechos constitucionales al trato digno y contra las disposiciones del nuevo código civil y comercial. Más allá de lo legal, opina que es más grave en un momento de cambio social y cultural que tiene a las mujeres como protagonistas. “No puede aceptarse que no estemos en igualdad de condiciones en ningún aspecto de la vida y mucho menos en un club ¿Cómo pueden negar el derecho a voto a una mujer en el siglo XXI?”, dice.
En sus años de carrera vio a jugadoras de trayectoria llorar por no tener permiso para asociarse y jugar en una categoría de becada o especial. “Que termine mezclándose lo deportivo con lo político y que una compañera dude de seguir su carrera por eso me parece terrible”, opina.
Camila reconoce que en los últimos años ha habido cambios y que han sido fruto de las ganas de las mujeres de participar. El gimnasio de la sede del centro era sólo para hombres y hoy lo pueden usar las mujeres, aunque durante mucho tiempo tuvieron que entrar por una puerta de servicio. Igualmente, cuando terminan de practicar no tienen vestuario para bañarse y no pueden acceder al sauna ni a la peluquería.
En el predio de Fisherton están en construcción nuevos vestuarios para mujeres. Los jugadores de rugby gozan de instalaciones que no tienen nada que envidiarle al equipo del Barcelona con dos vestuarios para locales y dos para visitantes. Durante años las de hockey tuvieron un vestuario con cuatro duchas para todas las divisiones. “Cuando venían equipos visitantes nos daba vergüenza porque cuando termina el partido es un evento festivo y no teníamos ni una ducha para ofrecerles”, cuenta Camila.
Para ella la igualdad en el club traerá también la discusión sobre el pago de las cuotas. Hoy los hombres pagan 3 mil pesos y las mujeres 700. “Hay muchas mujeres que no están de acuerdo con pagar más. Yo creo que tenemos que pagar todos lo mismo y tener las mismas condiciones”, señala.
Por el derecho a ser parte
Dolores tiene 30 y empezó a jugar a los 18. Entró a club en un momento en el que hubo una apertura que permitió agregar al grupo familiar a sobrinos y primos. Remarca que el club le dio mucho y, como Aymar, es una de sus casas y escuelas en el deporte.
Para ella hoy la gente joven piensa que el estatuto debe cambiarse y le parece ilógico que en el siglo XXI haya tantas diferencias entre varones y mujeres. “En el hockey de a poco nos fuimos colando en las decisiones de la subcomisión o como entrenadoras de las divisiones inferiores, donde las diferencias no se sienten tanto como años atrás. La escuelita la manejan dos mujeres, inferiores otra mujer y en primera hay hombres, pero es algo que pasa en casi todos los clubes de primera de la cuidad: los entrenadores son varones”, cuenta.
Recuerda que hace seis años la dejaron entrenar en el gimnasio de la sede del centro y que la hacían entrar por una puerta del costado por ser mujer e ir en short. “El estatuto es viejo y no se reformula hace cien años. Dice que no se puede tomar mate pero se toma mate, que no se puede hacer picnic pero hoy la gente lleva cosas de su casa y las come en el club. Y es lógico que eso se haga porque los tiempos cambian. El tema es que hay reglas que se pueden romper sin cambiar el reglamento pero que las mujeres voten no. Ahí dicen que el reglamento no lo permite”, sostiene.
Asesoramiento municipal
En abril del año pasado la Dirección de Clubes y el Instituto de la Mujer presentaron el programa Clubes por la Igualdad. Invitan a reescribir los estatutos con un lenguaje para que incluya a varones y mujeres por igual. También proponen agregar artículos para crear deportes mixtos, generar más participación, romper estereotipos y abrir subcomisiones que traten la temática de género. Las sugerencias del municipio fueron incluidas en un estatuto modelo disponible para cualquier club de la ciudad. Entre las más importantes está el cupo femenino. Como en la Constitución Nacional para las elecciones, sugieren que las comisiones directivas tengan como mínimo un tercio de mujeres.
El programa partió de pensar a los clubes como lugares donde se transmite la cultura y como espacios de socialización. Entre las líneas de trabajo está la organización de talleres, charlas y debates. También buscan que las socias y socios aprendan a reconocer situaciones de violencia y sepan cómo denunciarlas.
“El estatuto aprueba la vida institucional de cada club. Hay categorías que excluyen a las mujeres o les dan derechos limitados en participación y voto”, dijo el año pasado en diálogo con este diario Carolina Mozzi, directora del Instituto de la Mujer. Según la funcionaria son muy pocos los clubes que tienen a las mujeres en cargos directivos, aunque son muchas las que trabajan diariamente.
Proyecto en el Concejo
A fines de abril la concejala de Ciudad Futura Caren Tepp presentó un proyecto para que los clubes que no incluyen a las mujeres empiecen un proceso de cambio de sus estatutos. Desde el bloque dijeron que el proyecto busca que el Estado asuma la responsabilidad del cambio. Dispone que se haga un proceso de inspección de los estatutos, reglamentos y documentos internos de las instituciones deportivas de Rosario, en particular del Jockey Club Rosario, Yacht Club Rosario y Club Rosarino de Pelota. También piden que se los intime a ajustar a derecho los reglamentos. Se busca que en el plazo de 60 días de sancionado el proyecto, el Ejecutivo envíe al Concejo un informe detallado con los avances y que durante el plazo que lleve este proceso de transición institucional, se abstenga de promover cualquier tipo de convenio, contrato o distinción que beneficie de manera directa a estos clubes.
La iniciativa llegó con la firma de los otros tres concejales del bloque Ciudad Futura y las de Norma López (FPV), Marina Magnani y Andrés Gimenez (Unidad Ciudadana), Fernanda Gigliani (Iniciativa Popular), Eduardo Toniolli (PJ) y Celeste Lepratti (Frente Social y Popular).
Prometen cambios
El Ciudadano se comunicó con el presidente del Jockey Club de Rosario, Charles Roberts, quien dijo que la comisión directiva estudia desde hace un año y medio modificar el estatuto. Aclaró que el documento tiene 118 años y que la inclusión de las mujeres está siendo analizada.
En el caso del Club Rosarino de Pelotas no hubo respuestas a los pedidos de notas de este diario. Desde la comisión directiva del Yatch Club de Rosario, desmintieron que en la institución las mujeres no puedan ser socias. Explicaron que los socios y las socias tienen la misma categoría en el estatuto. El club de deportes náuticos tiene un cupo de 300 asociados y actualmente el 30 por ciento del padrón son mujeres. Ninguna integra comisión directiva, aunque aclararon que lo han hecho en años anteriores.