La Academia del cine de Estados Unidos se reunió de urgencia para tomar medidas ante el escándalo sexual que envuelve a Harvey Weinstein, uno de los productores más poderosos de Hollywood.
Weinstein, de 65 años, cayó en desgracia cuando el diario The New York Times publicó el pasado 5 de octubre un explosivo artículo sobre sus ataques contra jóvenes actrices y asistentes.
Desde que salió a la luz el escándalo, una treintena de actrices como Mira Sorvino, Rosana Arquette, Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie y Léa Seydoux dijeron haber sido objeto de insinuaciones sexuales del productor. Las intérpretes Asia Argento, Lucia Evans, Rose McGowan y otra mujer que permanece bajo el anonimato lo acusan de violación.
La Academia, encargada de entregar los premios Oscar, dijo que el contenido de las denuncias resulta “repugnante y antiético” para con los estándares que representa”.
En la reunión se analizarán las acusaciones contra el magnate del cine –cuyas películas recibieron más de 300 nominaciones al Oscar y 80 estatuillas– y se tomará algún tipo de “acciones”.
Algunos prominentes miembros de la Academia se preguntan si es una opción expulsarlo.
El actor de El Padrino II Carmine Caridi es el único miembro de la organización expulsado, según el semanario Variety. Se le acusó de prestar cintas de VHS de films aspirantes al Oscar a un vecino que resultó ser un pirata informático.
Expulsar o no expulsar
La expulsión o no de Harvey Weinstein de la Academia de Hollywood es un tema complejo, que da en el centro de la hipocresía que reina en el mayor instituto con el que la industria norteamericana legitima su lugar en el universo cinematográfico mundial. Es que desde su inicio, en 1927, buena parte de sus miembros, en distintas épocas, fueron acusados de abusos de todo tipo y color: desde los relacionados con lo sexual hasta crueles maltratos; desde la reducción a servidumbre hasta el ejercicio de influencias con el ánimo de dejar fuera de juego a quienes no obedecían a algún capricho ejercido desde un lugar de poder. Hollywood, y sobre todo la Academia, se cuidaron bien de guardar su lado urticante bajo la alfombra. Cuando los escándalos sobrepasaban el máximo imponible, es decir, cuando se trataba de casos flagrantes de violación o palizas descomunales, cuyas víctimas provenían generalmente de las filas de los jóvenes aspirantes a actores, que no contaban con la protección de ningún espacio de aprendizaje prestigioso, las grandes productoras de los estudios cubrían con “favores” a las víctimas enviándolas de nuevo a sus lejanos hogares o dándoles una “oportunidad” a partir de la participación en algún título con ciertas expectativas de circulación.
“Pertenecer” no es privilegio
Esto fue vox populi entre bambalinas, si cabe decirlo así, puesto que hubo situaciones que terminaban explotando por su propio peso específico. Un libro de memorias de Robert Mitchum da cuenta de un episodio que desenmascara una de estas situaciones casi por “casualidad”. Cuenta allí el magnífico actor de Retorno al pasado y que, durante el rodaje de La noche del cazador, conoció a una novel actriz con ambiciones que luego de simpatizar mutuamente y ante la posibilidad de un encuentro íntimo, terminaría confesándole que no podía encontrarse a solas porque “pertenecía” a un productor. Sorprendido, Mitchum le preguntó qué significaba eso y ella respondió que el productor le había dado ese papel luego de los “favores” que ella se había visto obligada a dispensarle y que luego la había amenazado con “golpearla y hundirla” para que siguiera cediendo a sus demandas.
En su autobiografía, el actor Corey Feldman, protagonista de Cuenta conmigo, Los Goonies y Los Gremlins, entre otras, habla abiertamente de los abusos sexuales de la gente de la industria, productores fundamentalmente, con los que tuvo que lidiar y que no sólo le afectó a él sino a uno de sus compañeros, el también actor Corey Heim. “Todo se hace bajo complicidad, pero el problema número uno en Hollywood es, fue y será siempre la pedofilia. Es el principal problema para los niños actores”, dijo Feldman, quien convivió con el problema durante gran parte de su carrera en la década de los 80. “Yo estaba rodeado por ellos cuando tenía 14 años, literalmente, y ni siquiera lo sabía: eran como buitres”, señaló. Marilyn Manson, Oprah Winfrey, Queen Latifah, Roseanne Arnold y Rosie Pérez fueron víctimas de abusos sexuales cuando eran niños, pero sólo terminarían admitiéndolo mucho después, cuando una denuncia no podía formalizarse porque la memoria había ocultado los traumáticos episodios hasta hacerlos imposibles de reconstruir.
Nada más que acusaciones
El mismo día que Woody Allen presentaba su película Café Society, en el Festival de Cannes, su hijo Ronan Farrow escribió una columna en la revista The Hollywood Reporter, en la cual hacía referencia a la doble moral de algunos grandes medios estadounidenses y la protección que figuras poderosas –como su padre y el ahora denunciado y procesado Bill Cosby– tenían respecto a las denuncias de violación y abuso sexual. En esa columna, titulada Mi padre, Woody Allen, y el peligro de las preguntas sin hacer, Farrow recuerda el abuso de Allen a su hermana Dylan, quien junto con su madre, Mia Farrow, lo denunciarían en 1993. Lo mismo volvió a hacer en 2014 mediante una carta que The New York Times publicó tímidamente.
“Son acusaciones. No están en los titulares. No hay obligación de mencionarlos”, suelen ser las palabras de los productores cuando un escándalo de esta naturaleza los salpica. El mismo Ronan Farrow cuenta: “Era septiembre de 2014 y estaba preparándome para entrevistar a un periodista acerca de una nueva biografía sobre Bill Cosby. El libro omitía las acusaciones de violaciones y abuso sexual contra el comediante, y pregunté por esa omisión. Un productor veterano de la industria me advirtió que en ese entonces había poco más que un proceso y algunas mujeres con historias, todas desacreditadas públicamente por el equipo de prensa de Cosby”. Claro, todavía no había un proceso penal. No eran noticias. Y, al parecer, bajo la alfombra roja todavía se puede acumular mucha basura.
“Mala publicidad”
Finalmente, luego de una discutida y acalorada reunión de sus miembros, la Academia de Hollywood decidió expulsar al productor Harvey Weinstein. La decisión se adoptó tras la reunión, que tuvo carácter de urgente y cuya decisión no tiene precedentes en la historia de la Academia cinematográfica, donde los artistas son miembros de por vida. Tal actitud supone la condena más firme de Hollywood hasta ahora a los abusos sexuales. Para “publicitar” tal medida, y evitar la “mala publicidad”, la Academia envió un mensaje que reza: “Se ha terminado la era de ignorancia consciente y vergonzosa complicidad con los comportamientos sexuales depredadores y el acoso laboral en nuestra industria”. Para los firmantes, “aquí lo que está en juego es un problema muy grave que no tiene cabida en nuestra sociedad”. Y continúan: “El Consejo seguirá trabajando para establecer criterios éticos de conducta para que den ejemplo todos los miembros de la Academia”. A la Academia de Hollywood, encargada de la entrega de los Oscar, la componen 54 importantes iconos del cine. Fiel a sus postulados, durante décadas la Academia defendió que los logros profesionales estaban separados de los escándalos y, a raíz de esto, había rechazado por ejemplo expulsar al actor Bill Cosby, acusado de abusos sexuales por hasta 60 mujeres.