Las últimas palabras que Ángel Enrique “Tacuarita” Brandazza pronunció fueron: “Soy Brandazza, me secuestra la policía”. Son las que escucharon vecinos y empleados el 28 de noviembre de 1972 en la esquina de Bv. Oroño y Córdoba, la última vez que se lo vio con vida. Este lunes, al cumplirse 50 años, el Concejo municipal y la Secretaría de Género y Derechos Humanos señalizaron la esquina y colocaron una placa de aluminio en el bulevar donde cristalizaron sus palabras.
La acción forma parte del Programa de Marcas de Memoria -que se ocupa de señalizar aquellos lugares de la ciudad de importancia histórica- se hizo en colaboración con el Museo de la Memoria y con la presencia de amigos y familiares de Brandazza. Se trata de un caso emblemático en la historia del país y de Rosario ya que la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas -Conadep- lo tiene registrado como el primer desaparecido del país. A la luz de los hechos, configura también una antesala de lo que más tarde se transformaría en un plan sistemático de exterminio.
Esta esquina del centro de la ciudad fue el lugar donde Brandazza intentó escapar de los agentes de las fuerzas de seguridad que lo habían secuestrado. Un rato antes, el militante peronista de 23 años había estado esperando el colectivo en la esquina de Saavedra y San Nicolás hasta que fue capturado por agentes de la policía provincial, federal y del II Cuerpo de Ejército.
Lo encerraron en el baúl pero cuando el auto frenó por el semáforo en la esquina de Córdoba y Oroño intentó huir al grito de “Soy Brandazza, me secuestra la policía”. No logró escapar y de allí lo llevaron hasta la Comisaría 5° de la Policía de Santa Fe -por entonces en Dorrego al 900 (hoy Dirección Provincial de Justicia Penal Juvenil)- donde lo torturaron hasta matarlo. Su cuerpo sigue desaparecido.
Se trata de un precedente de lo que entre 1976 y 1983 sería parte de un plan sistemático de desaparición de personas en Argentina, con el despliegue de alrededor de 500 centros clandestinos de detención que funcionaron a lo largo de todo el país.
Este lunes, también se inauguró una señalética de memoria en la calle que lleva su nombre, ubicada entre Ovidio Lagos, Rodríguez, Amenábar y Fontezuela, en barrio Latinoamérica, y que recuerda al militante del peronismo de base, es decir que se dedicaba al trabajo en los barrios más postergados.
En el acto central sobre bulevar Oroño se proyectó un video con testimonios, como el de su mamá Lorenza Cancela, que fue una de las primeras madres en ir a golpear las puertas del II Cuerpo de Ejército, donde hoy funciona el Museo de la Memoria, para saber dónde estaba su hijo. También se escucharon las palabras de algunos de los que conformaron la Comisión Bicameral Investigadora de Santa Fe, en 1973, integrada por diputados y senadores, que descubrió cómo lo secuestraron y quiénes eran los involucrados en su asesinato, pero los responsables nunca fueron juzgados.
En la actividad cantaron canciones de uno de sus artistas preferidos, Leonardo Favio, y estuvieron presentes familiares, compañeras y compañeros de militancia, autoridades y organismos de derechos humanos. Su hermano Rubén recordó que el Concejo Municipal, en 1974, había votado colocar ahí un memorial y destacó que, casi 50 años después, se estaba cumpliendo. Su sobrina Laura habló de la larga lucha por justicia y la importancia de hacer memoria no solo por “Tacuarita” y las desaparecidas y los desaparecidos de la última dictadura, sino también por los casos de violencia y represión en el presente. También agradecieron por el homenaje y a quienes desde siempre acompañaron a la familia en esa búsqueda.
El primer desaparecido
A “Tacuarita” llamaban así porque tenía una contextura menuda y flexible. Nació el 22 de mayo de 1949 en la ciudad bonaerense de Blaquier pero vivió casi toda su vida en Venado Tuerto, al sur de Santa Fe. Vino a Rosario a estudiar Ciencias Económicas y era empleado de un estudio contable. Comenzó a militar en la Unión de Estudiantes del Litoral, integrante de la Unión Nacional de Estudiantes, donde era conocido por su trabajo solidario y su compromiso con los barrios más humildes de la ciudad.
Al año del secuestro de Brandazza, sus padres Angel Emilio Brandazza y Lorenza Cancela de Brandazza publicaron una solicitada que decía así: “Al impulsar y promover la investigación del secuestro y posterior desaparición de nuestro hijo, solo nos mueve el deseo de que en el futuro otros padres no vean enlutados sus hogares por hechos similares del que hoy enluta el nuestro”. La historia sólo se pondría más lúgubre. Fue publicada el 27 de julio de 1973.
El proyecto para incluir esta señalética en el Programa municipal fue presentado por la concejal Luz Ferradas. Hay una particularidad. Se trata de una edil que logró su cambio de apellido hace apenas un año, en septiembre de 2021. Su padre Ovidio Olazagoitía fue condenado por crímenes de lesa humanidad en 2014, había formado parte de la patota de Agustín Feced y durante la dictadura de Alejandro Lanusse (entre 1971 y 1973) integró el ex comando militar policial SAR (Sub Área Rosario), dependiente del segundo cuerpo del Ejército que había secuestrado a Brandazza. Ferradas, militante de Ciudada Futura, no quiere ser asociada al accionar de su padre del que se aleja por completo en su militancia y en acciones como éstas.
En sus redes expresó: “En la última sesión del Concejo aprobamos señalar aquella esquina como un nuevo sitio de memoria, para que esta vez las calles de nuestra ciudad sean escenarios de reparación y nunca más de muerte y terror”.
La placa con las últimas palabras de Brandazza buscan interpelar y dar a conocer la historia de nuestra ciudad que a lo largo y a lo ancho lleva rastros de lo que fue el genocidio.
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