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Horror: «Le quitó su esencia, le robó su alma, su identidad», dijo tribunal que condenó a Racco

Este viernes se conoció la sentencia contra el hombre que mantuvo a María Eugenia privada de su libertad y en cautiverio, reducida a la servidumbre, por más de dos décadas. Lo penaron con 26 años de cárcel. “El miedo te come, te vence pero hay ayuda del Estado”, dijo la víctima tras conocer el fallo

“Le quitó su esencia, como dijera un testigo le robó su alma, también su identidad y lentamente la alejó de sus seres queridos”, fue una de las frases que recalcó el tribunal que presidió el debate oral y público que se llevó adelante contra Oscar Racco, un mecánico de 60 años que sacó a María Eugenia a golpes de su casa cuando tenía apenas 19. La mantuvo cautiva por 23 años, tiempo en el que la violentó, sometió física y psicológicamente, la alejó de sus afectos, le impidió el contacto con el exterior y desdibujó su identidad. Ella logró escapar en un descuido, lo denunció y fue acompañada por organizaciones de mujeres y sus vecinos en su lucha por justicia. Este viernes terminó el debate que condenó al acusado a 26 años de cárcel.

Oscar Racco conoció a María Eugenia cuando ella tenía 19 años e inició una relación en 1996. La joven tenía un hijo de poco más de dos años de una relación anterior. A los pocos meses la arrancó de sus afectos.

La golpeó en la calle y su padre lo denunció. El 6 de mayo de 1996, Racco la sacó de su casa y la encadenó en la suya. Le exigía que su familia levantara la denuncia, la hacía llamar por teléfono para que eso ocurriera. Su familia intentó rescatarla pero no lo logró, su padre murió inclaudicable en la lucha por recuperar a su hija.

Ese episodio fue el inicio del infierno para María Eugenia que fue encerrada, controlada, violentada, violada durante 23 años. El 8 de mayo de 2019 gracias a un descuido y a pesar del terror que sentía se escapó de la casa que compartía con el agresor en Santiago al 3500, de zona sur, donde todos la conocían como Lucía. Sabía que moriría si no lo hacía.

A partir de allí empezó poco a poco a recuperar su vida. Denunció y se activaron los protocolos desde el Estado para protegerla. Estuvo en un refugio y se articuló para que saliera de la provincia.

Racco fue detenido, imputado y finalmente llevado a juicio oral y público. María Eugenia, de ahora 43 años, volvió para el debate acompañada de su familia y de organizaciones que luchan por los derechos de las mujeres.

La Fiscalía, a cargo de Luciana Vallarella, solicitó 18 años de cárcel. En su alegato final, y con base en la prueba producida, aumentó el pedido de pena a 26 años de prisión.

El veredicto

Este viernes a las 12.07 los jueces Nicolás Vico Gimena, Nicolás Foppiani y Rafael Coria dieron a conocer el veredicto. Si bien los fundamentos se conocerán recién en los próximos días, brindaron un adelanto y explicaron cómo analizaron las pruebas, especialmente los testimonios de los vecinos, personas que se relacionaron con el imputado y pudieron conocer la personalidad violenta de Racco, lo que incluía el uso de arma de fuego, también la declaración de profesionales de distintas disciplinas y de la víctima.

A lo largo de debate, los magistrados determinaron que se pudo constatar cómo fue el inicio de la relación, las humillaciones, agresiones, el control que ejercía Racco sobre la víctima. La presencia ininterrumpida tanto presencial como por teléfono del acusado y un sometimiento que incluía el control de los movimientos de sus familiares y amenazas sobre ella y los suyos.

Hubo varios testigos de sus agresiones, las cuales arrancaron con la primera golpiza en 1996; incluso un llamado al 911 donde una persona denunció que en la casa que ocupaba un hombre golpeaba a su pareja y se escuchaban detonaciones.

Desprecios, humillaciones y sometimientos

«Los testimonios concluyen que el relato de la víctima es creíble y así lo entiende el tribunal, tiene un muy alto valor intrínseco», describieron los jueces, quienes contaron que María Eugenia se presentó en la audiencia con una actitud serena, con un relato claro y pudo reconstruir con elocuencia tramos de su vida que estuvieron signados por el terror.

«Su relato no tuvo fisuras: se aprecia cómo a lo largo del tiempo el imputado fue quebrando todos los lazos con su vida fuera de la relación hasta hacerla sentir, como declaró, sólo un pedazo de carne», dijeron los magistrados.

El cautiverio se inició con encadenamiento físico hasta el punto de hacerla creer merecedora de ese castigo, dijeron y sumaron que fue una relación signada por la violencia de género más extrema: “Llegó a imponerle un nombre ficticio como forma cabal de éxito de su aniquilación de identidad. Se probó hasta el cambio de su aspecto estético y de su identidad para quebrarla, despersonalizarla y aislarla”, continuaron. Numerosos testigos la vieron con pelo rapado, corto, descuidada, con ropa de hombre.

En cuanto a la imposición de pena, dijeron que la escala penal oscila entre 8 y 40 años y que el tribunal se encontró limitado por el pedido fiscal. Los jueces explicaron que la pena a imponer debe ser proporcional. Para fijarla, evaluaron la violencia física y psicológica para mantenerla cautiva 23 años. “Le quitó su esencia, como dijera un testigo le robó su alma también su identidad y lentamente la alejó de sus seres queridos”, recalcaron.

Hablaron de cosificación de la víctima, tuvieron en cuenta la edad y el asentamiento de la personalidad de María Eugenia y la edad y grado de madurez del acusado, que le permitían reconocer su conducta antijurídica.

Especialmente, evaluaron las consecuencias del daño causado, el impacto que la conducta tuvo y tiene sobre la vida de María Eugenia y su familia. Consideraron que la víctima no pudo planificar y elegir libremente por 23 años, no pudo criar a su hijo, ni pudo compartir su niñez, adolescencia, su escolaridad.

Tampoco vivir su sexualidad libremente, no pudo acompañar a su padre en su enfermedad y se enteró de su muerte muchos años después. Le quitó su personalidad y tras denunciarlo debió dejar su ciudad natal.

Así el tribunal entendió como justa, adecuada, razonable y proporcional la pena de 26 años de cárcel por los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada, reducción a la servidumbre y abuso sexual con acceso carnal.

Falta de perspectiva de género

Además, los magistrados dijeron que del relato de la víctima surgieron cuestiones sobre la falta de perspectiva de género por parte del Estado. Hablaron de revictimización secundaria y resolvieron poner en conocimiento al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y al organismo correspondiente a nivel nacional para que arbitren las medidas que correspondan al respecto.

«Necesitaba contar la verdad»

Tras conocer el veredicto, hubo aplausos y gritos de los manifestantes que esperaban fuera del edificio. María Eugenia lloró, hubo emoción, abrazos con su hijo y en quienes la acompañaron: alegría y alivio.

“Necesitaba contar la verdad, sabía que iba a ser doloroso; lo hice en búsqueda de justicia. Si yo pude soportar estos 23 años, capaz otra persona con otra personalidad no hubiera salido viva, es mi compromiso con las mujeres”, reflexionó María Eugenia.

Respecto de aquellas mujeres que atraviesan situaciones de violencia, la víctima las instó a que pidan ayuda, contó que Género Rosario y el Teléfono Verde no le soltaron la mano. Relató que la apoyaron y acompañaron hasta el día de hoy. “El miedo te come, te vence pero hay ayuda del Estado”, aseguró.

 

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