Considerado el mejor peso liviano de la historia rosarina, Héctor Hugo Rambaldi, o simplemente Hugo, comenzó a boxear con apenas 14 años, realizando una extensa campaña amateur de 110 peleas, consagrándose campeón rosarino de principiantes, campeón novicio, veterano, campeón provincial, argentino y latinoamericano en 1957.
Para Sergio Ferrer, un especialista en el arte de los guantes, Rambaldi fue un distinto, incluso comparado con otros grandes como Amelio Piceda, Oscar Pita o Alfredo Bunetta. Hugo era un excelente peleador, de ataque altamente competitivo y con una llamativa tenacidad que lo convirtió en un rival muy duro, agresivo y arremetedor para cualquiera.
Uno de sus victorias más recordadas fue ante el entonces campeón argentino y medallista olímpico Abel Laudonio, el 9 de octubre de 1965. De ahí se le adjudicaría una frase que quedaría inmortalizada, “el verdugo de Abel Laudonio”, quien tras la derrota colgaría los guantes definitivamente.
Un comienzo difícil
Rambaldi arrancó su carrera profesional militando en la categoría pluma y por sus grandes virtudes rápidamente fue apodado como “La Nueva Maravilla de los Plumas”. Esa audacia lo encaminó rápidamente al Luna Park, donde le ganó por puntos al experimentado porteño Raúl Vargas, en una época donde ir al Palacio de los Deportes significaba ser parte de una elite boxistica de los denominados “fuera de serie”.
En esa etapa rentada su primera confrontación peligrosa fue ante Raúl Villalba, un fuerte pegador que estuvo a punto de ganarle por nocaut. Esa noche, estos dos gladiadores exhibieron una tremenda pelea y ambos visitaron la lona, pero Rambaldi se las ingenió para llevarse un triunfo por puntos. La gente pedía revancha y así se hizo pero en el Estadio Norte de Rosario, donde Rambaldi, con una gran preparación de Miguel Saliadiarre, José “Polenta” Casas y Alberto Gómez, se adjudicó su segundo triunfo ante Villalba.
Hugo proseguiría su campaña en el Luna Park frente al porteño Carlos Cappella, derrotándolo por nocaut en el sexto round y el periodista de la época, José Fanelli, dedicaría su crónica a este suceso y a la caballerosidad de Rambaldi: “Cappella sintió por primera vez el dolor de tomar contacto con la lona por imperio de golpes justos y precisos. Y emotiva resultó la escena en el camarín. Inconsolable estaba Cappella. Lloraba como un chiquilín. No era ya ese hombre robusto, agresivo y valiente. El traspié había sido bárbaro. Pero por suerte había tenido por adversario a un caballero como lo es Rambaldi, en todos los aspectos, que ante la eventualidad corrió a abrazarlo y reconfortarlo. Estos entretelones que no ve el público y que pone relieve al espíritu sentimental de los pugilistas, hace que el boxeo sea aún más lindo. Fue una conquista sumamente valiosa y expresiva”.
Su duelo contra “El Intocable”
A Hugo Rambaldi le tocó compartir su momento de plenitud y madurez pugilística con otros excelentes peleadores del ámbito local y sudamericano. De todos ellos, si hubo alguien que sobresalió tanto por su nivel superlativo y su boxeo incomparable, como por su carisma y popularidad, fue el gran Nicolino Locche, “El Radar Humano” por sus cualidades sensoriales extremas y perfectamente apodado “El Intocable”.
Rambaldi combatió dos veces con Nicolino en el Luna Park, con fechas 20 de marzo y el 8 de diciembre de 1965. En ambas confrontaciones salió perdedor por puntos en diez y doce asaltos, respectivamente, pero se recuerda particularmente la segunda de ellas, porque fue en disputa del título argentino liviano, cetro que la FAB había otorgado a Locche un mes antes proclamándolo de oficio como titular nacional de las 135 libras.
Rambaldi, ambicioso y enérgico, estuvo dispuesto toda la noche a escalar peldaños a costa de un adversario de los quilates técnicos del mendocino. Este, recurriendo a su estilizada esgrima, pero sin mayores alardes de fuerza, hizo lo matemáticamente posible, en lo que a puntos se refiere y consciente de sus posibilidades el jurado le dio la razón.
La notoriedad de un campeón
Rambaldi fue “Gardel” en Chile. La primera intervención en suelo trasandino la realizó en 1964 y le sirvió para tomarse desquite por partida doble de Vicente Vezzoni, el adversario que lo había privado de su condición de invicto el 24 de agosto de 1963 en el Luna Park, en lo que era su salida número 42. La mayoría de sus actuaciones en ese país fueron en el Teatro Caupolicán, principal escenario pugilístico de Santiago, donde lo consideraban como el mejor púgil de los últimos tiempos.
El aire cordillerano le sentaba bien y le servía para renovar sus expectativas, ya que en los rings argentinos lo esperaban una selecta camada de livianos. Rambaldi fue campeón nacional y subcontinental de ese peso, cuando en Argentina dichos títulos tenían un gran valor y el casillero de las 135 libras (61,235 kilogramos) estaba marcado por la presencia de gigantes como Locche, Abel Ricardo Laudonio, Vicente Derado, Jaime Giné, Cirilo Pausa, Beneli y Carlos Aro.
Casi un año después de realizar la segunda pelea ante Locche, el rosarino obtiene el título sudamericano ante el chileno Luis Zuñiga. Y después vuelve a buscar el titulo argentino, pero esta vez pierde por puntos a 12 rounds ante Carlos Aro, el 1° de agosto de 1967, aunque más tarde defiende el título sudamericano frente al campeón brasileño Josué de Morais, el 18 de agosto de 1967, y posteriormente lo pierde ante Aro.
Versus sangre azteca
El 17 de octubre de 1966 le ganó al futuro campeón mexicano Raúl Rodríguez y en 1969 combatió en tierra azteca con “Chango” Carmona, que se encontraba dentro del ranking mundial, un terrible pegador, capo local y futuro campeón del mundo. Tres minutos le bastaron a Rambaldi para noquearlo en el primer round.
Después de eso cuentan que le ofrecieron la pelea por el título mundial ante Ismael Laguna (ex campeón del mundo y nuevamente futuro campeón mundial) en Panamá. Cuando ya acariciaba lo más alto del boxeo pierde, en su último combate, ante el mexicano Alfredo Urbina y decidió retirarse. Tenía entonces 30 años, su familia pudo más que su fama y la notoriedad, demostrando siempre ser un gran padre, una persona amable y muy especialmente un caballero tanto dentro como fuera del ring.
(*) Especial para El Ciudadano de Ever Palermo, ex boxeador amateur y autor de “Rebeldes de uniforme” y “Puños Rosarinos: tierra de campeones”, libro declarado de interés Municipal y Provincial.