Palermo Soha hace los chistes en diez minutos. A veces viaja en el colectivo hacia el trabajo, mira el celular y se le ocurre una idea. Saca el cuaderno, dibuja y escribe un texto. Agarra el escáner portátil que se compró por mil pesos, pone la tarjeta de memoria en el celular y lo sube a Facebook. Los protagonistas son en su mayoría caras conocidas de la escena política nacional. Mauricio Macri, Patricia Bullrich y el rabino Sergio Bergman a la cabeza. No siempre fue así. Apenas empezó el humor que hacía apuntaba a la política local y a reírse del imaginario de Rosario como una Barcelona o Chicago argentina. El ex concejal Jorge Boasso era una de las principales fuentes de inspiración. Pero el triunfo de Cambiemos en 2015 marcó un quiebre y la etapa macrista de la Argentina se volvió la principal materia prima para producir y colarse entre las páginas más compartidas a nivel nacional. En pocos meses la cuenta de Facebook que había creado para hacer chistes entre amigos llegó a los 5 mil permitidos. Aunque las denuncias de trolls hicieron que cambie el nombre y sea Carlos Toni, la idea de comunidad persistió. Eligió no ser una fanpage y quedarse con los cinco mil cómplices que tienen la tarea, sin saberlo, de megustear, compartir y hacer viral el chiste.
Maximiliano Toni es el rosarino detrás de Palermo Soha. Es antropólogo, tiene 45 años y creció leyendo humor político en revistas y diarios. Empezó a dibujar cuando era chico y a los 17 se anotó en un concurso de dibujantes que se llamaba Bienal 1990. Entre los jurados estaba Roberto Fontanarrosa y Toni se llevó la primera mención. “Empecé a reunirme con dibujantes más grandes, pero yo era muy chico y estaba medio en la pavada. Me fui de viaje de estudios y dejé de dedicarme al dibujo”, recuerda.
Pasaron más de 20 años para que los chistes vuelvan a él. En 2011 participaba de una carpa de protesta de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) frente a la Municipalidad. Toni trabajaba en la secretaría de Desarrollo Social y estaba entre los empleados municipales que reclamaban el pase a planta. Recuerda que el acampe duró varios días y que volvió a dibujar para pasar el mal momento. “Los llevaba a la carpa, los colgábamos y funcionaban. Era algo entre amigos y compañeros”, cuenta.
Al año siguiente abrió una cuenta de Facebook y le puso Palermo Soha. El nombre se le había ocurrido meses antes durante un viaje a Nueva York. Había aterrizado en EEUU cargado de expectativas sobre el barrio Soho de los años 70 y el movimiento artístico que lo había hecho conocido mundialmente. Cuando llegó se decepcionó: “Era un supermercado del arte, como un shopping a cielo abierto”. Pensó en el porteño Palermo Soho y en la idea de un lugar queriendo parecerse a otro. “En Rosario se estaba forjando la idea de grandeza, de Barcelona argentina cuando en realidad éramos el goteo sojero. Palermo Soha es la copia degradada de la copia degradada. La cultura berreta de querer mostrarse como una ciudad cosmopolita que en verdad se sostiene por gringos que quieren comer pizza con cerveza en Pellegrini”, opina.
Humor en redes sociales
Toni cree que en Rosario ya no se consume humor político en papel. Al menos como él lo conoció. “Ganó el humor de señalador, a lo Gaturro”, dice. El público, sin embargo, existe. Los humoristas también. Las risas incómodas que los medios no dan, los lectores las encuentran en usuarios y fanpage administrados por desconocidos, casi anónimos. Toni es uno de ellos. En el lenguaje virtual coló sus dibujos y aprendió a usar el tono y el ritmo de las redes sociales para hacer chistes. Entendió que el remate es el fruto de una construcción, de un diálogo entre formas de pensar que chocan en los posteos con una materia prima en común: las noticias. “Es un humor sencillo y rápido que se consume en el momento y que tiene que ver con la coyuntura política. A los tres días ya no se entiende o no es gracioso. No es como esos chistes universales que hacían Caloi o Fontanarrosa que sobreviven a los tiempos”, explica. Para él hay algo del tono de confrontación de las redes sociales que funciona a la hora de hacer chistes. “Me han invitado a publicar en medios gráficos y lo cierto es que al chiste no le va tan bien como en redes, donde es parte de un lenguaje de la agresividad”, opina.
Las redes también ganaron el modo de crear. Al principio la rutina de Toni para producir era leer a la mañana los portales de noticias locales. Ahora mira Facebook y ve de qué se está hablando.
Para Toni Palermo Soha es sentido de la oportunidad. Un chiste que sale en plena discusión de una noticia vale más que el que llega tarde, por más bueno que sea. “En las redes hay humor popular muy bueno. Hay chistes que están dando vueltas y solo falta que alguien los tome y los haga. Incluso muchas veces se van perfeccionando en los comentarios que me hacen en los posteos y termina apareciendo un chiste mejor”, cuenta.
Con Macri, la nacionalización
A Toni le encanta decir que es el único al que le va bien con Macri. Lo dice porque desde fines de 2015 el gobierno de Cambiemos y sus funcionarios son una fuente de inspiración. El triunfo del macrismo corrió el eje y Toni dejó un poco de lado a la gestión socialista y puso el foco en el país. En pocos días los 300 amigos pasaron a ser 5 mil y el humor de Palermo Soha se nacionalizó. Todos los días sube al menos un chiste y uno por semana supera los mil compartidos.
“Este gobierno te da todos los días material para producir. Son terroríficos. Incluso cuando no se me ocurre nada busco algo Patricia Bullrich o de Sergio Bergman y clavo un montón de me gusta. El chiste permite tramitar el derrumbe civilizatorio de esta época y reírse es estar en otro lugar que no es el de la víctima pasiva”, cuenta. De Macri hizo tantos chistes que se anima a proponer un ejercicio: entrar a Facebook, subir una foto del presidente y ver a quién sugiere etiquetar. Palermo Soha aparece entre las primeras opciones.
Los principios y los límites
Muy pocas veces Palermo Soha deja de hacer chistes y habla en serio. Cuando la diputada Elisa Carrió comparó a Santiago Maldonado con Walt Disney fue una de ellas. El cinismo le pareció tan insoportable como para romper la regla. “Trato de no hacer posteos sobre mis límites y principios porque se moraliza mucho. Cuando lo hago es como marcar el continente del límite del humor. Genera cierta idea de comunidad con los amigos de Palermo Soha”, explica. Los chistes sobre la última dictadura cívico-militar o la violencia hacia las mujeres le generan lo mismo. No le salen.
Una contradicción similar aparece con los chistes sobre referentes rosarinos. Si bien Boasso y la concejala Anita Martínez figuran entre sus trincheras de chistes rosarinos, no le pasa lo mismo con otros personajes públicos. “Muchos amigos de la militancia de los noventa son los funcionarios de ahora. Es complicado el humor en una ciudad que no deja de ser un pueblo grande. Si le pego a Macri no me importa porque no tengo un solo amigo en el PRO”.