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Humor y suspenso nacional

“Vino para robar”, de Ariel Winograd, protagonizada por Daniel Hendler y Valeria Bertuccelli, describe a dos ladrones que  intentan robar una antigua botella de Malbec. El director y uno de sus actores revelan pormenores y motivaciones del film que se puede ver en los cines.

Por Javier Fernández

El nuevo trabajo de Ariel Winograd (Mi primera boda; Cara de queso) ya está en todos los cines del país. El miércoles, el cineasta, junto a parte de su equipo y al actor Martín Piroyansky, llegó a Rosario para acompañar el preestreno local de Vino para Robar, su última comedia que sigue a un ladrón en busca de apoderarse de una antigua y costosa botella de vino Malbec.
Producida por Tresplanos Cine, AZ Films y Jempsa, en coproducción con Patagonik, Antarctica Films y Cinear, cuenta con las actuaciones protagónicas de Daniel Hendler y Valeria Bertuccelli, en un elenco que completan Martín Piroyansky, Pablo Rago y Juan Leyrado.
En base a un guión escrito por Adrián Garelik la historia sigue a Sebastián (Hendler) y Natalia (Bertucelli), quienes se conocen mediante un robo y que, por cuestiones del destino, terminan recalando en Mendoza tras los pasos de una antigua y costosa botella de Malbec de Burdeos de mediados del siglo XIX, catalogado como uno de los mejores vinos del mundo y celosamente guardado en la bóveda de un banco.
“Nunca va a ser una película norteamericana aunque a mí me encante ese tipo de cine. Esto tiene mucha reminiscencia del cine clásico de ese país, algo de (la película de Alfred Hitchcock) Intriga Internacional. Es muy cinéfila, con algunos guiños en chiste como que Daniel (Hendler) se pone de apellido Bond”, contó Winograd a El Ciudadano en el marco de una rueda de prensa que la producción de la película organizó, previo al preestreno del film, en un hotel céntrico de la ciudad.

El director Ariel Winograd y el actor Martín Piroyansky estuvieron acompañando el estreno de la película en Rosario.Foto de Enrique Galletto.
El director Ariel Winograd y el actor Martín Piroyansky estuvieron acompañando el estreno de la película en Rosario. Foto de Enrique Galletto.

Tomándose del conocimiento que tiene de ese género y para brindar con su obra un singular homenaje al cine de suspenso, Winograd dice que tuvo que volver a ciertos clásicos “porque existe todo un mundo ya recorrido y me pareció correcto regresar allí para estudiarlo de cerca”, se explayó.
“En un universo lleno de glamour, entre viñedos y montañas, los ladrones tendrán que desplegar su magia, pero mientras preparan el robo descubrirán, cada uno por su lado, que nada resultará como lo pensaron”, anticipa la sinopsis argumental de la tercera película del director porteño.

Paisajes narrativos

Filmada en locaciones de Mendoza, Buenos Aires, Tigre y Florencia (Italia), la película no busca hacer de la cuna del vino la protagonista de la historia. “Esto no fue un chivo de Mendoza ni una publicidad para que la gente la visite. Lo que yo hice es usar la provincia narrativamente. Que también fue un desafío enorme porque tiene lugares increíbles”, continuó el cineasta.
“Ariel tiene una identidad muy ligada al humor y a ironizar; toma distancia y se ríe. Yo creo que en algún punto, esta película, aparte de ser de género se ríe del género. Ariel se dio ciertas licencias porque no se si él podría hacer una película fría”, opinó el actor Martín Piroyansky, quien en este film encarna a Chucho, socio y coequiper de Sebastián que se dedica a la parte cibernética de los atracos.

Dos figuras repetidas

Como ya ocurrió en Mi primera boda y Cara de queso, Piroyansky volvió a ser de la partida en un film de Winograd. Aquí el actor tuvo un doble papel: como hacker que asiste a Sebastián desde la comodidad de su computadora y como falso estudioso que debía encabezar una selecta degustación de vinos en una bodega de Mendoza.
“Para mí como actor fue interesante este trabajo porque me permitió interpretar a un personaje que a su vez tenía que interpretar a otro. Y lo hicimos sin caer en el clisé de que el segundo personaje sea mal actor componiendo a alguien creíble, más allá de que el chiste fuera que interpreta a una suerte de caricatura de un alemán rarísimo”, contó a este medio el actor. Y ahondó: “Mi personaje es el que lleva a la comedia la película”.
Otro de los que volvió a trabajar bajo la dirección de Winograd fue Daniel Hendler, quien aquí se aleja de sus acostumbrados personajes para indagar en otro tipo de temple. “Con Daniel nos enfrentamos a un gran desafío porque en esta película él no tenía que hacer de judío joven; tenía que estar bien vestido, de traje, casi que debíamos inventarlo de cero pero me encanta Daniel como actor porque ese personaje daba para él. Todos los protagonistas tienen algo de las dos vidas. Así, el espectador nunca sabe hasta qué punto cada uno es quien dice ser”, apuntó el director.

Reforzando un camino

Ariel Winograd es un director que logra cautivar tanto a públicos apasionados por un cine de estética independiente como a aquellos más mainstream. Lo demostró en Cara de queso, que logró juntar más de 60 mil espectadores y evidenció el cambio en Mi primera boda que superó los 300 mil. “Creo que en Vino para robar Ariel está haciendo una escala, su primera obra fue una película indie desfachatada y polémica; la segunda es una película más masiva con ciertos toques de lo que se podía ver en la anterior; ésta ya se pone claramente más comercial en cuanto al género que maneja”, opinó el actor Piroyansky.
Para Winograd sus películas no buscan ni ceñirse a extremos ni cerrar ninguna puerta. Y confió que, además de los grandes complejos de cine del país que ya le pidieron su nuevo film, recibió una sorpresiva solicitud desde el porteño Cine Club Núcleo. “Tiene una cosa muy particular que se proyecte ahí; después se mandará a festivales. Uno siempre triplica la apuesta y yo siento que en este caso la gente se va a dar cuenta que está frente a una película grande”, concluyó.

La trayectoria

Después de graduarse en la Universidad del Cine, Ariel Winograd trabajó como director y productor creativo en televisión. Fue realizador de varios programas creados por Gastón Duprat y Mariano Cohn (entre ellos, Televisión Abierta), y dirigió dos largometrajes documentales. En 2006 escribió y dirigió su primera película de ficción, Cara de queso, film autobiográfico ambientado en un country judío a comienzos de los 90. En 2011, basada en una idea propia y con guión de Patricio Vega, dirigió la exitosa Mi primera boda. Fue director en Wasabi y en Awards Cine, y recientemente inauguró su propia productora de publicidad, Winona. También desde 2006 tiene, junto a su mujer Nathalie Cabiron, Tresplanos Cine, compañía dedicada exclusivamente a la producción de cine.

Cinco años después

En su tercer largometraje como director, resulta la primera vez que Winograd no es guionista de su película –en esta ocasión el guión fue escrito por Adrián Garelik–. “Adrián estuvo cinco años dando vueltas con este guión y a todos los que se los mostraba lo felicitaban pero le decían que era imposible de hacer. El desafío nuestro fue tomarlo y trabajarlo con toda la energía que pudimos. Fue más del doble de trabajo que si lo hubiera escrito yo directamente, pero considero que la película quedó muy bien y de eso se va a dar cuenta la gente cuando la vea”, opinó el director.

 

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