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Ideales o interés, principales motivos para entrar al PC chino

El mérito del partido es su capacidad de reunir fuerzas y hacer progresar al país. Para ingresar la convicción es importante, pero no lo es menos buscar un lugar de prestigio bajo su paraguas.

Entre los rascacielos de Pekín y Shanghai, los millonarios que se enriquecen en la Bolsa y los dirigentes corruptos, Marx poco tiene que ver con sus herederos, pero el Partido Comunista Chino (PCC) sigue atrayendo a afiliados, motivados por la fe… o el interés.

“Cuando era pequeño, en los años 1960-1970, en el colegio nos explicaban que ser de un partido era ser alguien de bien. En aquella época, entrabas para defender el socialismo”, cuenta Liu Shimin, de 53 años, ex obrera de una empresa estatal y afiliada desde hace 25 años.

“Hoy, el lado ideológico, me supera un poco: el comunismo es algo tan vago, nadie puede decir si se va a realizar. Pero sigo sintiéndome al servicio de la sociedad”, agrega.

El Partido Comunista Chino (PCC) fue fundado en 1921 en la clandestinidad por una decena de revolucionarios en Shanghai.

Ahora es la mayor organización política del mundo, con 89,4 millones de miembros, o sea el 6,5% de la población.

Desde esta semana está reunido en un congreso quinquenal que otorgará un nuevo mandato de cinco años al presidente Xi Jinping. El partido llegó al poder en 1949 y sobrevivió a la desastrosa década de la Revolución Cultural (1966-1976), lanzada por el fundador del régimen, Mao Zedong, contra sus propios dirigentes.

Selección natural

El PCC conserva una enorme ventaja: su fuerza de cohesión, según Sima Nan, intelectual y comentarista de 61 años: “Hay 1.400 millones de chinos, son muchos. El mérito del partido es justamente su capacidad de reunir las fuerzas de todo el mundo, de movilizar, de hacer progresar al país y mantener el orden. Sin el PCC, todo eso sería muy difícil”.

Sima dice haberse inscrito en el partido en 1980, siguiendo un ideal. Veía las primeras reformas económicas y la apertura del país como “un medio de llegar más rápido al comunismo”, que ahora se encuentra “muy lejano”.

“Mi familia era muy pobre. Si el partido comunista no hubiera estado en el poder, nunca habría podido conseguir una beca y estudiar en la universidad cuando era más joven. Le tengo que estar agradecido eternamente”, explica en su apartamento pekinés, delante de un retrato de Mao.

Desde la apertura económica al final de los años 70 del siglo anterior, los chinos entraron masivamente en el PCC. Pero no es miembro quien quiera serlo. Los aspirantes postulan o necesitan la recomendación de alguien, a menudo de su empresa o de un profesor de la universidad.

Como un diploma

Luego comienza un largo recorrido: cursos, disertaciones, exámenes, entrevistas, período de prueba. Al final el partido sólo selecciona a los candidatos con mejor nivel educativo, considerados políticamente fiables y que pueden aportarle algo.

“Al principio no me planteaba entrar en el PCC. Me lo pensé después de la universidad, cuando hubo que buscar trabajo”, declara Xiao Wei, una pekinesa de 30 años que forma parte del 26% de mujeres afiliadas a la organización.

“Para ser funcionario o trabajar en una empresa estatal es casi obligatorio estar en el partido. Es como un diploma, abre puertas”.

Xiao Wei es un empleado del PCC en un barrio residencial. Su trabajo consiste en transmitir las consignas, organizar campañas de sensibilización sobre las normas antiincendios, el medio ambiente o la salud, o difundir los eslóganes políticos.

Los jóvenes reconocen que no sólo se afilian para participar en el desarrollo nacional, sino también por interés, o porque se sienten halagados de haber recibido una invitación en señal de reconocimiento por su pertenencia a “la élite”.

“Hoy en día, algunos se unen al partido para entrar en la administración pública, tener un empleo mejor o ganar respetabilidad”, reconoce Sima Nan.

Con la ayuda de un patrocinador es más fácil

El factor más importante en el ascenso dentro del partido es el llamado patrocinador o kaoshan, en chino, que significa “montaña en la que se puede confiar”.

“Si tenés un patrocinador que pueda colocarte en la cola para un puesto cuando eres joven, antes que los demás, entonces estás llamado a la grandeza”, dice Minxin Pei, del Claremont McKenna College.

Para los hijos de los altos funcionarios es más fácil, ya que cuentan con la ayuda y la protección de la red de contactos de sus padres.

Cerca de la mitad de los líderes chinos pertenecen a esta categoría, y son conocidos como “principitos”, debido a su privilegiada educación.

Otra facción importante la forman los tuanpai, gente como el presidente Hu Jintao, que se formó en la Liga de Jóvenes Comunistas. Los tuanpai provienen de orígenes humildes y generalmente están más pendientes de los asuntos de la gente común como los subsidios de vivienda o los ingresos en el campo.

Durante los últimos cinco años estos dos grupos han librado una batalla por los mejores puestos de la nueva generación de altos mandos.

“No se trata sólo de dos bloques que se contraponen el uno al otro”, señala Steve Tsang, de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido. “Hay muchas cosas en juego en cuestión política y también muchas ambiciones personales. Uno intenta formar alianzas y convencer a la gente de que lo que podés ofrecer vos es mejor que lo que ofrecen los demás”.

Los medios chinos, censurados, no airean este tipo de batallas. Cuando surgen, los rumores hablan sobre una implacable cultura política.

Ling Jihua, un aliado cercano de Hu Jintao, parece haber perdido puntos después de que su hijo muriese en un siniestro de tránsito, supuestamente conduciendo una Ferrari y con dos mujeres semidesnudas acompañándolo. Estas conductas suelen ser fustigadas duramente.

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