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Iglesia del sur de EEUU abre sus puertas luego de la masacre

Las puertas de la iglesia metodista se abrieron hoy para celebrar el servicio religioso tras el ataque por parte de un joven que asesinó a tiros a nueve fieles.

La histórica iglesia metodista Madre Emanuel de Charleston reabrió hoy sus puertas y celebró su primer servicio cuatro días después de que un joven supremacista de 21 años matara a tiros a nueve fieles negros, en un nuevo ataque que evidencia el racismo institucionalizado y naturalizado en Estados Unidos.

«Las puertas de la iglesia están abiertas. No hay malvado, ni demonio, ni infierno en la Tierra que pueda cerrar las puertas de la iglesia de Dios», proclamó el reverendo Norvel Goff ante centenares de fieles, de la comunidad y de distintas parte del país que abarrotaron el antiguo edificio.

Cientos de personas tuvieron que seguir la ceremonia desde la calle porque adentro no había espacio, excepto por un asiento vacío y cubierto con una tela negra, el lugar donde se solía sentar el pastor de la iglesia, el reverendo y legislador demócrata del senado estatal Clementa Pinckney, y una de las nueve víctimas fatales que dejó la masacre.

A la mañana, las campanas de las iglesias de Charleston, conocida como la Ciudad Santa por su concentración de centros religiosos, sonaron en recuerdo de las nueve víctimas que mató Dylann Roof, el joven supremacista que se sentó una hora y rezó con sus víctimas antes de sacar la pistola que le había regalado su padre para su último cumpleaños.

Pese a que la masacre provocó un repudio generalizado en Estados Unidos, también sirvió como una nueva evidencia del racismo institucionalizado y naturalizado, que la comunidad afroamericana viene siendo denunciado por todo el país, después de cada asesinato de personas negras a manos de policías, en su gran mayoría blancos.

Prueba de esa tensión es que la ceremonia contó con un operativo inédito de seguridad para el estado de Carolina del Sur, tanto dentro como afuera de la iglesia. Nadie pudo entrar con mochilas y todos los bolsos fueron revisados.

«Muchos de nuestros corazones están rotos. Muchos de nosotros seguimos derramando lágrimas, pero yo sé de un hombre que puede responder todas nuestras preguntas. Ustedes y yo debemos llevar nuestras cargas al señor y dejarlas allí», aseguró el reverendo Goff, el hombre encargado de dirigir el servicio.

Mezclados entre los miembros de la congregación y activistas de la comunidad negra, lo escucharon el gobernador de Carolina del Sur, el republicano Nikki Haley, uno de los precandidatos presidenciales de ese mismo partido, Rick Santorum, el senador conservador de ese estado, Tim Scott, y la congresista demócrata por California, Maxine Waters.

La mayoría de los activistas, movilizados a partir de las protestas de los últimos meses contra el racismo y la represión policial, sostienen que la masacre es otro ejemplo de lo arraigado que está el racismo en la sociedad norteamericana, por ejemplo, en la forma en que la policía arrestó y trató al acusado y cómo suele manejarse cuando se trata de un sospechoso negro.

También destacaron que Roof es un férreo defensor de la Confederación, como se conocía al sur esclavista durante la Guerra Civil estadounidense, en una ciudad como Charleston, en la que aún flamea la bandera de la Confederación a sólo metros del Consejo Municipal.

El presidente Barack Obama, en cambio, priorizó otra interpretación al reaccionar ante la masacre y sostuvo que lo pasó demuestra la necesidad «urgente» de regular la venta de armas.

«Necesitamos un cambio de actitud de parte de todos: los propietarios de armas que cumplen la ley y aquellos que no están familiarizados con las armas. Tenemos que tener una conversación sobre ello y arreglarlo», dijo el primer presidente negro frente a los intendentes de todo el país.

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