Es cierto cuando Gerardo Martino marca que habría que recordar, cuando él agarró el equipo, cómo estaba Newell’s entonces. Y desde ese instante tan incomodo como dramático se constituyó un Plan A que se desarrolló con notable éxito. Hoy, parece que ningún leproso mira la tabla del descenso.
Ya no son una obsesión los promedios, un éxito total. Sin embargo hay un profundo lamento porque el Plan B, fracasó. Ese que se tardó demasiado en admitir, desde el cuerpo técnico, y que trasladó al hincha al insomnio, a la vez que lo transportó al sueño del título. Pero no se dio, queda el Bonus que entrega clasificar para la Copa Libertadores. Pero la campaña va cerrar siendo muy buena, pero triste a la vez.
¿Qué le faltó a Newell’s? Martino seguro que debe tener la respuesta oportuna, como a todas las preguntas a las que siempre respondió con prudencia e inteligencia. Desde el escritorio del análisis, el equipo fue elegante, prolijo, dominante, pero le faltó fuerza en la definición. Audacia. Casi como un calco de aquel talentoso volante que llenaba la cancha de fútbol, pero al que no le gustaba trabar. Y solo lo hizo porque Bielsa lo obligó. Este Newell’s es como aquel Tata capitán. Sublime en el respeto por la pelota, pero no emociona.
